jueves, mayo 31, 2007

Carlos Herrera, Sebastianazo, segunda parte

viernes 1 de junio de 2007
Sebastianazo, segunda parte

CARLOS HERRERA
HASTA los comentaristas menos sagaces, entre los que indudablemente me encuentro, habían pronosticado el batacazo electoral que le esperaba a Miguel Sebastián, candidato a la alcaldía de Madrid por el PSOE, merced a lo retorcido de su nombramiento, lo áspero de su campaña, el poco apoyo de su federación y la cantada mayestática en el debate de Telemadrid. Todo ello invitaba a aventurar que tenía menos futuro como candidato que un cofrade en Riad. Y así fue: el resultado obtenido por el elegido de Rodríguez Zapatero -ese que le vio pasar una mañana frente a su despacho y le preguntó: «Miguel, ¿tú de dónde eres?- estuvo muy por debajo del que había obtenido Trini Jiménez, la anterior candidata y jefa de la oposición municipal por la que el presidente se inventó una secretaría de Estado en Exteriores -nada menos, como si no estuviese allí el muy operativo Bernardino León-, obteniendo algunos concejales menos y dando la sensación de que Madrid es un feudo inexpugnable para la derecha española. Demasiado para todos. Especialmente para la antigua Federación Socialista Madrileña, ese reducto del peor guerrismo de los ochenta en el que ya se levantan sin recato voces oxigenadas reclamando un cambio razonable, voces que entienden que se ha profesionalizado en exceso la política en el seno de su formación, siempre en manos de personas que sólo han tenido como oficio y beneficio el cargo público o el cargo orgánico de partido.
Tras el primer «sebastianazo» ya descrito por todos, el economista amigo de las presiones y las componendas acaba de brindarnos una segunda edición del mismo al renunciar a ocupar su puesto en el Ayuntamiento de Madrid, cosa que se ha considerado como normal por no pocos observadores y como obligada por muchos de los compañeros de candidatura. Sé que hoy, Sebastián está deseando encontrar un boquete por el que desaparecer unos días, y puede que se lo merezca; así hayan pasado unos años recordará estas horas como unas de las más densas de su vida, parecidas en intensidad a las más delicadas por las que haya transitado, y si su mentor, el presidente de Gobierno, no le recupera para mayores desafíos, cosa que no deberían descartar ya que siente por su ejecutoria intelectual una absoluta debilidad, el futuro de nuestro hombre se diluirá en la enseñanza y en la empresa privada, labores para las que, tengo entendido, está sobradamente preparado. Su incursión electoral quedará como un pasaje desabrido, incómodo e infeliz en un tiempo agitado e indeciso. Renunciando a su acta, por demás, Sebastián ha evidenciado la crisis solemne que asola a los socialistas madrileños, que ya no rascan bola ni en algunos ayuntamientos emblemáticos del cinturón de Madrid, deja la pelota en manos de Simancas y compañía -que tienen por delante una papeleta- y declara a Ruiz-Gallardón «césar de todas las victorias», que es justamente lo que le faltaba para seguir enredando. No sólo vence sino que, además, descompone al contrario. Viendo a Sebastián coger el petate y marcharse al campo ante el regocijo de muchos de los suyos, el actual alcalde va a tardar dos o tres minutos en sentirse el vencedor totémico de estas elecciones municipales y autonómicas. No sé si es una excelente noticia para el Partido Popular, que está perplejo ante las maniobras del alcalde paras situarse en el número dos del escalafón a esperar tranquilamente su momento.
Las generales que se atisban quizá más próximas de lo que dicen los calendarios oficiales, condicionarán la renovación de los socialistas de la capital, como tantas cosas más. Pero en bien de alternancias y debates de ideas es saludable que ello ocurra. Lo que pasa es que a ver quién es el guapo que se quita de en medio a pocas millas de puerto y con el barco haciendo aguas. Simancas, por ejemplo, no se puede marchar. Todos en sus puestos. Ni una tontería. Ya hemos tenido bastante con la ocurrencia del jefe, que nos hace ir de sebastianazo en sebastianazo, dicen en voz no tan baja.

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