jueves 31 de mayo de 2007
Carta de París
Coser y cantar
Carlos Semprún Maura
Creo que podrán introducir los servicios mínimos en las huelgas de transporte, para evitar que un 3% o 4% de los trabajadores paralicen el país, impidiendo toda actividad a los demás, pero me temo que no se van a atrever a reformar el monopolio sindical
Es a todas luces admirable la energía, la inteligencia y la habilidad demostradas por Nicolas Sarkozy para conquistar primero a su partido y luego, y de qué manera, la Presidencia, y ahora, probablemente, una confortable mayoría en las legislativas. Pero habrá sido coser y cantar comparado con lo que puede suponer la aplicación de su programa de reformas, demasiado timoratas desde un punto de vista liberal, pero bien encaminadas. No sería demasiado extraño que acabaran por no llevarse a cabo, o sólo a medias, como tantas veces en Francia durante los últimos treinta años.
Soy relativamente optimista con algunas de las medidas previstas, como la introducción de cierta flexibilidad en el mercado laboral. Sin embargo, no se han atrevido a suprimir las 35 horas semanales, limitándose a favorecer las horas "extras", que los sociatas habían prohibido. Asimismo, creo que podrán introducir los servicios mínimos en las huelgas de transporte, para evitar que un 3% o 4% de los trabajadores paralicen el país, impidiendo toda actividad a los demás, pero me temo que no se van a atrever a reformar el monopolio sindical, que permite al 8% de los millones de asalariados ser sus únicos representantes, porque tienen el apoyo del Estado y la exclusiva de toda acción y negociación. Ségolène Royal no para de exigir "sindicatos de masa", pero se cuida mucho de decir cómo lograrlo. ¿Sueña con una CNS à la française? Habría que encontrar otras formas de representación y acción, al margen de los cinco sindicatos actuales.
También podrían conseguir implantar el tope del 50% del impuesto sobre la renta para los "ricos" y toda una serie de rebajas fiscales que han prometido; no estaría nada mal. La reforma de la enseñanza, de las universidades y de la investigación científica será, en cambio, harina de otro costal, porque existe una alianza política conservadora formada por sindicatos de profesores, padres de alumnos, y sindicatos estudiantiles para que nada cambie y, sobre todo, para que no se toquen sus meses de vacaciones.
Lo que más me preocupa es la política europea y exterior, porque si bien es muy probable que se abandone el antiyanquismo becerril y chiraquiano, la Unión del Mediterráneo planeada, francamente, es un aquelarre. Para evitar que Turquía entre en la Unión Europea, se lo ofrece este consuelo de unión con Marruecos, Egipto, Libia, etc., bajo la tutela o patronato de la UE. Pero resulta que estos países, aparte de la religión, tienen pocas cosas en común, salvo su odio a Israel. ¿Y qué pasa con Israel? ¿Se le borra del mapa?
En cuanto a las instituciones de la Unión Europea, está claro que después de haber exaltado, con tanto éxito, la nación y la identidad nacional, Sarkozy no puede convertir Francia en terrón de azúcar que se diluya en un superestado europeo, como hubiera sucedido con la propuesta constitucional y burocrática. Lo más probable es que el tratado simplificado, que de hecho anula esa idea imperial de destrucción de las naciones, servirá para andar por casa y lograr ciertos proyectos comunes, pero no se atreverán a suprimir el costoso e inútil Parlamento europeo, ni el cargo de representante europeo de asuntos exteriores, con el que se pone Javier Solana en ridículo cada día, ni a reformar la Comisión, ni a enviar tropas a Sudán...
miércoles, mayo 30, 2007
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