viernes 1 de junio de 2007
Atisbos de crisis en Esquerra
NO es de extrañar que algo se mueva en Esquerra Republicana de Cataluña. Huele a crisis profunda. Los pésimos resultados acumulados tanto en las pasadas elecciones autonómicas de noviembre de 2006 como en las municipales del domingo están pasando factura a la formación, aquejada de un liderazgo en declive, manejada por una dirección ineficaz cada vez más contestada por sus bases y con programas de gobierno caducos, insolidarios y revanchistas. En 2003, en pleno renacer del grotesco republicanismo diseñado por Carod-Rovira, Esquerra logró más de 544.000 votos y 23 escaños; el pasado 1 de noviembre, después de que el Estatuto hiciera añicos el tripartito y acabara con la carrera política de Pasqual Maragall, ERC obtuvo poco más de 416.000 votos. Es decir, perdió 128.000. Ahora ha ocurrido algo muy parecido: de 419.000 votos en las anteriores municipales ha pasado a 347.460, lo que le ha supuesto la pérdida de decenas de alcaldías y concejalías.
ERC se está despeñando y es natural que dirigentes como Jordi Portabella, su candidato a la alcaldía de Barcelona, y quizás el dirigente que mejor encarna hoy el severo varapalo sufrido por este partido, se plantee una «retirada táctica» y rompa el tripartito municipal. No falta mucho tiempo para las elecciones generales y Esquerra asume que para seguir condicionando con sus extravagancias la política nacional necesita recuperar mucho terreno. El problema de fondo radica en la evidencia de que las bases de ERC no digieren la manera que tienen sus dirigentes de rentabilizar su política de pactos. Además, es evidente que hay una ruptura entre la clase dirigente de ERC y sus simpatizantes por una simple cuestión de principios: no debe resultar fácil convencer a este electorado tan radicalizado, independentista, republicano, de tintes cuasi-revolucionarios y tremendamente despreciativo con las instituciones y la Constitución con ademanes de líderes aburguesados e instalados en la comodidad del despacho y el coche oficial.
Es lógico que a ERC le resulte más rentable difundir sus proclamas demagógicas desde la oposición que hacerlo con el bastón de mando. Sencillamente, porque cuando una formación basa toda su política en una entelequia, al llegar al poder se da de bruces con la realidad y deja de ser creíble. Su apariencia de coherencia se desmorona y su dirección termina por ser castigada. Y hoy, a la indudable pérdida de peso específico como proyecto político autónomo y al malestar de fondo entre una parte significativa de su electorado, ERC debe añadir otros dos riesgos determinantes para su futuro. Primero, el de ver su proyecto fagocitado por el PSC, un partido mucho más apegado al terreno y con más experiencia y disciplina en el manejo de sus bases. Segundo, el de la pugna por superar el liderazgo de Carod-Rovira ya que el teórico recambio natural, Joan Puigcercós, está llamado a ser discutido por sectores del partido muy irritados con la deriva actual. El aviso dado por Joan Carretero meses atrás fue una señal de lo que se cuece dentro de ERC, que probablemente -y víctima de su propia desesperación- dará un nuevo giro a su extremismo oportunista y de ocasión.
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jueves, mayo 31, 2007
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