miércoles, mayo 30, 2007

Pacto de Estado en Navarra

jueves 31 de mayo de 2007
Pacto de Estado en Navarra
EL futuro político de la comunidad foral de Navarra resume los más graves efectos del proceso de «paz» instado por Rodríguez Zapatero: inestabilidad e incertidumbre. Su respuesta a la oferta de pacto «escrito y cerrado» hecha por Mariano Rajoy -que el PP rectifique sus «insultos» a los socialistas navarros- no ha estado a la altura de las circunstancias y, aunque no niega la posibilidad de cerrar un acuerdo de gobierno con Unión del Pueblo Navarro, revela la resistencia de Zapatero a una decisión que entrañaría, ésta sí, un giro en su política sobre el País Vasco y Navarra. Sin embargo, el PSOE es consciente de que rema contra corriente y de que Rajoy ha centrado con acierto la cuestión navarra al proponer a Zapatero ese acuerdo para toda la legislatura. La negativa socialista sería difícil de entender por la opinión pública, porque no es comprensible dar la espalda, en las actuales circunstancias, entre UPN, socialistas y CDN, que formaría una amplia mayoría (el 69 por ciento de los votos, con 36 escaños sobre 50), apoyada en una idea común sobre la identidad de Navarra. El PSOE no debería tener ninguna duda de que este pacto es el que concita mayor respaldo social y el más beneficioso para Navarra y España. La alternativa es abrir las instituciones navarras al nacionalismo panvasquista.
El problema es que Rodríguez Zapatero toma decisiones sobre bases subjetivas, ajenas al dominio público e incluso a su partido, basadas en cálculos normalmente erróneos y siempre marcadas por una profunda aversión hacia el PP. Su decisión sobre los pactos en Navarra -porque será suya la decisión que prevalezca, no de los socialistas navarros- revelará la voluntad real de Zapatero sobre el llamado «proceso de paz». No valen con Navarra acuerdos provisionales, ni jugadas con trampa -pactar con Nafarroa Bai el ayuntamiento de Pamplona y aceptar «graciosamente» los votos de Acción Nacionalista Vasca- ni poner condiciones penitenciales al PP olvidando sus propias responsabilidades. O hay acuerdo con UPN -primera fuerza, con aumento de votos y porcentaje respecto a 2003-, o lo hay con el nacionalismo soberanista de Nafarroa Bai, y este dilema no es político, es de dimensión ética y nacional. Navarra ha estado en la mesa de negociación con ETA. De qué forma o con qué objetivo, no se sabe, y el riesgo es que Zapatero quiera que lo siga estando. El guionista del diálogo con Batasuna, Jesús Eguiguren, dejó escrito que la reforma del Amejoramiento del Fuero Navarro -junto con la de la Constitución y el Estatuto de Guernica- debía estar entre las consecuencias del acuerdo político con ETA y su entramado. Los temores sobre el futuro de Navarra no son infundados y la carga de probar la rectificación no incumbe al PP, sino a Zapatero.

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