miércoles, mayo 30, 2007

Ignacio Camacho, Nafarroa ¿bye?

jueves 31 de mayo de 2007
Nafarroa ¿bye?

POR IGNACIO CAMACHO
LA tendencia de Zapatero a abrir procesos que se le acaban escapando de las manos por falta de un plan o de un método la reconocen incluso algunos de sus colaboradores más independientes. En la literatura universal esta conducta se conoce como la del aprendiz de brujo, y tiene consecuencias nefastas asociadas al poder y la política. Al presidente se le han descontrolado casi todas las iniciativas que ha puesto en marcha, desde el Estatuto de Cataluña a las opas energéticas, y no digamos el Proceso propiamente dicho, en cuyo errático curso ha topado con brujos de verdad, bastante siniestros y altamente peligrosos. Su vocación de ingeniería política suele arrastrar desenlaces alarmantes: cada vez que trata de abrir un camino termina enredado en un laberinto de improvisaciones.
Ahora está a punto de meterse en otro berenjenal imprevisible, que se llama Navarra. Después de pasarse unos meses mareando la perdiz aferrado a uno de sus célebres mantras de ambigüedad -«Navarra será lo que quieran los navarros»-, las elecciones forales lo han puesto ante de la tesitura terminante de tener que decidir sin tapujos sobre el rumbo inmediato de ese pedazo de España. Navarra será lo que quiera Zapatero. Puede elegir entre dejar las cosas como están, cerrando un pacto con la UPN, o abrir la puerta de la Transitoria Cuarta sin saber exactamente a dónde conduce, de la mano de esa coalición nacionalista llamada Nafarroa Bai, que en realidad es «Nafarroa bye»: adiós a la Navarra que conocemos y bienvenida al mito del anexionismo nacionalista, que sueña con expandir su imaginario añadiendo masa crítica al pequeño territorio vasco.
Como puede elegir, las consecuencias de la decisión que tome tendrá que asumirlas íntegramente, sin poder delegar en la indeterminada «voluntad de los navarros». La ruta a seguir a partir de ahora depende de su criterio, y da la impresión de que se debate entre el consejo de la cordura -y de buena parte de su gente- para sostener el statu quo foral y la tentación de embarcarse en otra de sus queridas tentaciones aventureristas para mantener vivo el Proceso de pazzzzzzz. Porque la clave de la cuestión, la que le otorga una importancia trascendental, es que detrás de la segunda opción están las condiciones de ETA. Sin Navarra no hay Proceso... y con Proceso puede dejar de haber Navarra. Al menos, la Navarra actual. Lo que equivale a decir la España actual, la de la Constitución del 78.
Parafraseando la famosa despedida de Allende, el presidente está colocado «en un tránsito histórico». Lo puede resolver como le pida el cuerpo, dándole hilo a la frágil cometa de su soberbia autoconfianza y su alarmante adanismo, o investigando un poco sobre la historia de Navarra y la forma de ser de los navarros antes de dar ningún paso en falso. Porque como se equivoque puede formar un lío gordo, muy gordo. Mucho más gordo de lo que se le puede pasar por la cabeza. Por ese cable que está a punto de pisar circula una tensión muchísimo más alta de lo que acaso imagine

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