jueves 31 de mayo de 2007
El coro
BLANCA ÁLVAREZ b.alvarez@diario-elcorreo.com
No son un coro trágico, tampoco cantan versos de Homero capaces de subrayar el texto de los héroes. El tiempo de los poetas ha pasado, ¿viva la generación del márketing! Se ignora si ascienden al estrado por voluntad propia, en función de un sorteo, tras horas de vigilia o seleccionados por un asesor de imagen. Ahí han estado, tras los oradores de todos los mítines, en el lugar donde antes una pancarta, una frase, reflejaban una idea, o casi. Guardan la espalda del candidato y salen en la foto más que los famosos del couché. Alguien debe de entrenarlos porque miran fijos y arrobados el trasero del elegido, sonríen en el momento adecuado, fruncen el ceño, aplauden, incluso se emocionan mirando a un punto de indefinido infinito, en el lugar donde sus almas de corifeos revolotean custodiando la buena imagen de un acto del cual ellos parecen los ángeles responsables.Varían poco, tienden a la uniformidad. Tal vez porque ninguno encarna ni el espíritu de la tragedia, ni la máxima de la comedia; tampoco parecen moverse por un ideal capaz de transformarles el gesto. Ellos tan sólo subrayan, levemente, los cambios de matiz en el discurso del orador. Tal vez por eso, si borrásemos de la imagen a quien lidera el discurso y ellos no portaran los banderines con los colores y la imagen de sus candidatos, nos resultaría muy difícil saber a qué ideología pertenecen. Los unos no llevan ni barba, ni chaqueta de pana; los otros apenas utilizan la gomina y van sin bigotito fino. Visten, casi todos, de exquisita manera informal, con las mismas marcas en las camisas y casi idénticos cortes de pelo y tintes en las melenas.Debe de ser cosa del diseño. Tal vez por eso superan en número los jóvenes y las mujeres. Es lo que tienen estas dos categorías, se lucen como paradigma de equitativa modernidad. Muertas las ideologías en función del pragmático mercado; enladrillados el mundo y las conciencias; en veloz carrera hacia la destrucción, del planeta y de la ética; persuadidos de que la vida es un asunto banal Sólo nos queda el diseño.Me divierte observarlos, al margen de quién sea el maestro oficial de la prédica. A veces, alguno, imbuido de profesionalidad, se excede en la emoción de su participación y mueve un poco más la cabeza en negativa ratificación, o se levanta, entusiasmado antes de lo previsto por el invisible maestro de ceremonias Entonces, el orador, sonríe emocionado como un padre benévolo, mueve las manos en papal gesto, solicita calma al incauto, feliz por haber desatado una emoción fuera de programa, y todo regresa a la normalidad diseñada.Esos coros que cubren las espaldas de los candidatos son el mejor reflejo de aquello en que ha devenido la discusión política: una mala obra de teatro donde cuenta el chascarrillo, la burla, la farsa de un mal chiste, o el falso órdago a la grande de soltar la mayor parida en el momento más oportuno hasta transformarla en pensamiento filosófico. Como Sarkozy afirmando que Mayo del 68 fue un sarampión porque, naturalmente, bajo los adoquines no estaba la playa, sino las cloacas del poder.
miércoles, mayo 30, 2007
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