jueves, mayo 31, 2007

ZpM en Villar del Rio

viernes 1 de junio de 2007
ZP en Villar del Río
HACE ahora cincuenta y cinco años que todo el pueblo de Villar del Río, imaginariamente al norte de la capital, se movilizaba ansiosamente para recibir a los americanos, por entonces enfrascados en ayudar a Europa con su famoso Plan Marshall. Las expectativas de los lugareños se vieron frustradas, porque la caravana de coches oficiales, con los americanos a bordo, sólo dejaron en el pueblo la polvareda de la velocidad con la que lo atravesaron sin detenerse. Era la España de Franco y la generosidad de la América democrática iba a parar a otras manos. Pues bien, si hoy Luis García Berlanga quisiera hacer un remake de su sarcástica «Bienvenido Mr. Marshall», no podría encontrar mejor inspiración que la fugaz visita que este viernes realiza a España la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice. De paso entre aquí y allá ha encontrado el hueco, finalmente, para verse en Madrid con Moratinos, Rodríguez Zapatero y Su Majestad el Rey. También tomará café con el presidente del PP, Mariano Rajoy, gesto que la honra.
El actual gobierno socialista dirá que esta visita pone de relieve la completa normalización de las relaciones bilaterales entre los dos países y que todo se reduce a una mala sintonía personal entre ambos presidentes, George W. Bush y Rodríguez Zapatero. Pero si de verdad piensan eso los dirigentes españoles, se engañan. Si lo dicen para engañarnos, se equivocan, porque se les nota demasiado bien su mentira. La mala relación entre España y Estados Unidos no puede reducirse ni explicarse por cuestiones personales, que también, sino por profundas divergencias de políticas concretas ante determinadas situaciones.
Por ejemplo, mientras que nuestro ministro de Defensa, José Antonio Alonso, avisa de una «iraquización» de Afganistán, el departamento que dirige la señorita Rice piensa todo lo contrario, que Afganistán va por el buen camino y que todo iría mejor si los aliados hicieran una contribución algo mayor de la que están haciendo. De hecho, los americanos se quejan amargamente de que los miembros europeos de la OTAN hacen promesa tras promesa al respecto, sin poder o querer cumplir sus palabras. El colmo de las desavenencias también la ha protagonizado España, al ponerse al frente de un pequeño grupo de países que exige que las operaciones antiterroristas llevadas a cabo por las fuerzas de la operación Libertad Duradera tengan que ser comunicadas previamente y coordinadas con la misión para la reconstrucción de las tropas de la ISAF. Un sinsentido que sólo puede llevar a agravar la situación sobre el terreno y a complicar innecesariamente el esfuerzo de los americanos en la zona. Aún peor, mientras que Washington solicita una mayor presencia de fuerzas aliadas en Afganistán, teme que nuestro gobierno esté meditando seriamente otra de sus sonadas retiradas, movido por puras consideraciones electorales que nada tienen que ver con la estabilidad y la seguridad en aquel país.
Pero hay más, el inexplicable giro del gobierno español hacia América Latina, con sus guiños al populismo y al indigenismo, sus negocios con Chávez, el distanciamiento de Uribe, y el empeño por lavarles la cara a los Castro, le ha privado a los Estados Unidos del mejor aliado que podía tener en la zona, España, para fomentar una agenda de fortalecimiento de las instituciones democráticas, el respeto a la seguridad jurídica y el desarrollo de un mercado libre y un horizonte de prosperidad. Nuestra secretaria para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, sólo puede presentar como resultados un par de horas de conversación con su homólogo Tom Shannon, pero nada más. La política del gobierno Zapatero no pasa en este continente de avanzar de la mano con los americanos, sino todo lo contrario. Y si no ha ido más allá en su anti-americanismo, es porque sus amigos de por allí, desde Chávez a Evo, pasando por el Comandante, nos han despreciado una y otra vez. Prefieren a Ahmadinejad o a Pekín porque Madrid no cuenta ni entre los buenos ni entre los malos.
Respecto a Europa, Washington guarda un sano escepticismo respecto a las bondades de la discutida Constitución Europea y puestos a elegir parece más lógico que apuesten por el minitratado de Merkel y Sarkozy que por el «más constitución, no menos» de Moratinos. Israel y Oriente Medio es otro asunto donde España y Estados Unidos no pueden hallarse más distantes el uno del otro. Más para bien que para mal, Bush está plena y fielmente aliado con el gobierno de Olmert en Jerusalén, no vio con buenos ojos la conferencia montada por nuestro titular de exteriores sobre Madrid 15 años después y no le ha dejado el menor resquicio al responsable de nuestra diplomacia para que juegue papel alguno en una posible solución al problema árabo-israelí. Patético es el recuerdo de cuando Moratinos afirmó que Rice le había encomendado una delicada misión en la zona, que motivó un desmentido formal del propio Departamento de Estado norteamericano.
Y esto sólo es una pequeña muestra de lo más sabido, porque hay más temas. En cualquier caso bien es sabido el celo de los diplomáticos con las formas y aunque me puedo imaginar que Condoleezza Rice no hará concesiones en sus posiciones, todo quedará de puertas adentro y la foto, que es lo que verdaderamente le importa a nuestro presidente, inmortalizará las sonrisas mutuas. Ya se ha dicho que se evitarán los temas más espinosos que puedan arrojar un tinte ácido en la visita, pero, a tenor de lo que piensa cada uno, poca sustancia podrán tratar. Quién sabe, anclados como estamos en el pasado, tal vez Rodríguez Zapatero intente convencer a Rice de que la intervención en Irak fue ilegal, ilegítima y un desastre y que no puede olvidarse de eso porque lo utiliza aquí todos los días para atacar a la oposición del PP. No sería la primera vez que lo hace con un dirigente occidental. Que se lo pregunten a Tony Blair.
El inefable Tony Isbert, en su papel de alcalde de Villar del Río, soltaba aquella famosa frase de «como alcalde que soy os debo una explicación. Y esa explicación que os debo, os la voy a pagar». Rodríguez Zapatero nos debe a los españoles muchas explicaciones. Pero las consecuencias de su política exterior no nos las va a pagar, sino que las pagará, las está ya pagando, España. Esto es, todos los españoles. Nos guste reconocerlo o no, hace media docena de años España contaba con todas las cartas en su mano para jugar decisivamente en el tablero internacional. La sedimentación democrática, la acumulación de riqueza y una visión ambiciosa para nuestro país nos puso el sueño de ser una nación seria, creíble y que cuenta al alcance de la mano. José María Aznar, se diga lo que se diga, tuvo un papel decisivo en ello. El cambio de alianzas de la mano de Rodríguez Zapatero sacó a España, es verdad, de la foto de las Azores, es decir, nos sacó de estar en medio de Norteamérica y el Reino Unido para situarnos en un nuevo lugar. ¿El corazón de Europa? Desgraciadamente, no. En realidad, entre Castro, Chávez y Evo Morales. Esa es la auténtica dimensión de la España de Zapatero, una España menguante, marginal y que no es ni respetada ni tomada en consideración.
Y todo esto lo saben, y bien, en Washington. Condoleezza Rice aterriza por fin en Madrid. Pero poco puede esperar de nuestro país y menos denuestro gobierno. Es que éramos el único miembro de la OTAN que no había visitado. La seriedad y la credibilidad internacional son como los jarrones chinos: si se rompen se pueden pegar, pero ya no valen lo mismo. Y hace tres años que nuestro jarrón se hizo añicos.
RAFAEL L. BARDAJÍ

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