jueves 31 de mayo de 2007
Las urnas desmienten al CIS
DESDE el punto de vista científico, está claro que el Centro de Investigaciones Sociológicas no ha elegido el mejor momento para hacer pública su encuesta sobre intención de voto, con datos tomados el pasado mes de abril. Otra cosa es que al Gobierno le venga bien esta cortina de humo sobre su derrota sin paliativos en las elecciones locales y autonómicas. Sin embargo, este tipo de operaciones no contribuye precisamente a reforzar el prestigio de la institución. Decir ahora que en abril el PSOE se situaba tres puntos por delante del PP o insistir en la baja valoración como líder de Mariano Rajoy resulta como mínimo absurdo, pocos días después de que los ciudadanos se hayan pronunciado en las urnas. Hay formas mejores de gastar el dinero público que ofrecer una información que, en el mejor de los casos, es anacrónica e inútil. Hablando con claridad, se trata de contribuir a que se recuperen los ánimos del PSOE, bastante decaídos después del varapalo de Madrid y Valencia y de la ventaja de 160.000 votos a escala nacional en favor de la oposición. En todo caso, es una operación fallida porque a nadie le interesan los resultados estimados y «cocinados» de una encuesta cuando la realidad aporta datos concluyentes sobre el estado de la opinión pública. En la triste noche electoral de Ferraz, José Blanco anticipaba algunas proyecciones que coinciden curiosamente con los números del CIS, a modo de falso consuelo para el perdedor indiscutible en las urnas.
Los sociólogos dicen que las encuestas son la expresión del «pueblo en miniatura». Lo cierto es que no hacen falta maquetas cuando se puede contemplar el edificio en toda su amplitud. Tal vez el CIS debería ocupar su tiempo en analizar de forma objetiva y sistemática los resultados del domingo, aunque los cuadros comparativos con cualquier otra elección darían pocas alegrías al Ejecutivo. La dependencia gubernamental de este instituto genera frecuentes polémicas y no es fácil eliminar la sospecha de que actúa más de una vez al servicio de intereses partidistas. Es probable que los periodos de sondeos y su publicación estén fijados con antelación. Aun así, los responsables del CIS tendrían que haber tenido en cuenta la convocatoria electoral para modificar el calendario, con un doble objetivo: ofrecer una información que sirva para algo y evitar la imagen oportunista que perjudica seriamente a la institución. Esta encuesta resulta tan poco relevante que nadie tomará en serio los datos, mientras los ciudadanos contemplan la maniobra entre el enfado y la perplejidad. Un instituto de opinión dotado de notables medios humanos y materiales debe trabajar con más rigor en cumplimiento de las funciones que establece la ley. De lo contrario, es probable que vuelva a plantearse el debate sobre la configuración jurídica del CIS, que podría concebirse como una administración independiente y neutral, que actúe siempre con la más estricta imparcialidad.
miércoles, mayo 30, 2007
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