jueves 31 de mayo de 2007
Parquímetro electoral
Juan Urrutia
T OCA hablar de las elecciones. No quiero, no me da la gana, me resisto, imploro a los dioses que ocurra algo más importante que me permita obviar este tedioso tema, como que Jesús Caldera se tiña el pelo. Sí, eso me salvaría del inexorable asunto electoral. Jesús Caldera no se tiñe el pelo, no. Y sólo para fastidiarme. Señor caldera, ha perdido un voto por no teñirse el pelo. Veamos pues como han ido las elecciones autonómico-municipales en el País Vasco. El partido todopoderoso reinante en la CAV ha perdido votos por doquier. Confiando en su eterna permanencia en la poltrona, el PNV ha comenzado a cometer cacicadas recaudatorias entre los suyos que, abertzales sí, gilipollas no, han optado por votar al PSE u otros, que para el caso es lo mismo. Por poner un ejemplo, el costero pueblo de Sopelana, gobernado por los nacionalistas con mano de hierro para llevarse la plata, se ha visto desprovisto de cuatro ediles. Instaurar aparcamiento de pago en un pueblo sin problemas de aparcamiento y hacer caso omiso a quienes estaban en contra, o sea todos salvo el alcalde, les ha costado caro. ANV se ha hecho con un buen puñado de ayuntamientos, dos en zona burgalesa, resulta que esto del fanatismo va a ser contagioso. Sus listas fueron impugnadas, en parte. Como dijo un eminente veterinario durante la crisis de las vacas locas: “si un animal está enfermo hay que desecharlo por completo”. Ya saben que entonces se decía que si se podía comer el cuerno en sopa, que si los pelos del rabo eran un buen sustituto para los fideos, que escasez de fideos la de aquellos años. Aun así, las listas no rechazadas son neuronalmente espongiformes pues no verán una libre de antiguos integrantes de HB y cosas peores. Bonito lavado de cara preelectoral. Y de esta eficaz manera ETA regresa a la política. No vamos a olvidarnos del PP y del PSE. Sus altos cargos, como Patxi López y Antonio Basagoiti deben andar por el metro ochenta y dos de estatura, lo que no está nada mal. Por otro lado están los concejales de a pie. Estos últimos tienen verdaderas agallas. Siguen ahí para que quien quiera les pueda votar, a eso algunos le llaman democracia, a pesar de la metralleta de Damocles que se cierne sobre sus cabezas. Me estoy desviando del tema, volvamos a los votos. Eso de votar se puso difícil entre tanta pancarta, griterío y revuelto de tortilla. Arnaldo Otegi, que debería haber votado por correo desde la cárcel, presentó el DNI vasco para identificarse, documento no oficial que muchas mesas aceptaron por lo que fueron amonestadas, y se vio obligado a presentar el carné de conducir. Un escolta del dirigente de ese partido, sí, ese... vaya, no lo recuerdo, tampoco merece la pena. El tipo es Javier Madrazo y su escolta el que recibió el mamporro que provoco su jefe al intentar hacerse el simpático con los abertzales y meter el zancarrón, amigo Sancho. Nos acercamos al final. Hablemos de pactos. Tal como están las leyes electorales, o ese montón de chorradas que escribieron los padres de la patria durante una noche de borrachera, si un partido vence en unas elecciones un grupillo de partiditos fanáticos puede juntar sus votos y gobernar así entre varias minorías en vez de hacerlo quienes desea la mayoría. Seguro que ya saben que les hablo del Reino de Navarra, viva Carlos V, donde pronto ocurrirá algo, no me pregunten qué, están errados si creen que soy un prestigioso analista político como Pilar Bardem. Como ejemplo tenemos la ley D’Hont que otorga más valor, buen chocolate, a los votos procedentes de núcleos de población chiquitines o pueblos. De mayoría nacionalista habitualmente, como no. Por primera vez en la historia del mundo o, dicho de otra forma, en la historia del mundo por vez primera, el nacionalismo pierde votos. Todo sigue su curso, todo lo que empieza termina y a todo cerdo le llega su San Martín. Lo malo es —si no tuviera educación diría que hay que joderse— que no han dejado de votarles por su silencio tras cada asesinato, su complicidad y apoyo a los asesinos a todos los niveles o por su ideología marcadamente fascista y xenófoba, hay que joderse, lo han hecho porque les han tocado el bolsillo. Muchos de esos votos han ido al PSE, cataclismo, hecatombe, horreur, dirán algunos. Pues, a pesar del incompresible sustentáculo que han prestado al nacionalismo y a los De Juanas, al fin y al cabo lo han hecho solamente por poder y dinero. Estos chalados nacionalistas tienen metido en la cabeza que son la raza elegida por Dios para euskaldunizar el mundo. Así que, visto lo visto, si el PSE le roba adeptos al nacionalismo, chachi piruli. Sólo por verles pegarse cachetes en el culo mutuamente con las corbatas enrolladas, merece la pena. Como conclusión final diré que aquí todo sigue igual: asesinos, ladrones, mentirosos, ineptos, tramposos, proxenetas, desaseados y gallifantes conforman un panorama político donde, con suerte, se salvan un puñado de hombres y mujeres del pueblo que se presentaron a una concejalía por el absurdo deseo de preservar la democracia y hacer algo por su comunidad. A ellos los matarán, amenazarán, hundirán sus negocios y despreciarán como si se tratase de pedófilos asesinos. Por desgracia eso no hará que bajen los resultados electorales del nacionalismo proetarra, o sea todo, a no ser que instalen un parquímetro en la puerta de cada uno de sus votantes.
jueves, mayo 31, 2007
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