
jueves 17 de mayo de 2007
BENEDICTO XVI EN AMÉRICA LATINA
Y Dios habitó entre favelas
Por José Francisco Serrano Oceja
A más de un fiel lector de este espacio de libertad eclesial le sorprenderá que para intentar iniciar la glosa y la síntesis del viaje apostólico de Benedicto XVI a Brasil, y de sus antológicos textos, me refiera a un libro reciente que se ha publicado en España. Es un texto compuesto con la correspondencia de dos filósofas, Victoria Camps y Amelia Valcárcel, con el título Hablemos de Dios. Representa bastante bien el cúmulo de asombrosos y tristes tópicos, típicos de un cierto progresismo sobre la cuestión religiosa, la trascendencia y la fundamentación de la moral.
Lo que no se puede negar es oportunidad, astucia y fina inteligencia a la hora de abordar una serie de aspectos centrales de lo que ha significado la razón secular para el progreso del hombre y de la humanidad, y para la mutación de la trascendencia en inmanencia y de las religiones trascendentes en propuestas solidarias inmanentes.
Como cada autor es heredero de quienes han influido en su pensamiento, esa relación epistolar sobre Dios refleja, como en un espejo, el reduccionismo de una concepción sobre Dios, la trascendencia, las religiones reveladas –que no las solas positivas–, el cristianismo y la Iglesia, incluida la de España, que no parece querer contar con todos los datos de la realidad de la fe y de la vida de fe, y de las consecuencias para el progreso y la historia. Es ciertamente complejo pensar sobre Dios desde una razón instrumental secular que no ha permitido a Dios ser Dios; o que ha reducido la fe en Dios a sentimiento religioso o a espíritu de acción social. Y algo muy llamativo es encontrarse con la pregunta sobre si la realidad de nuestro tiempo ha expulsado a Dios de esa realidad. La realidad de la pobreza, la realidad de la emergencia de sistemas políticos y económicos materialistas, de formas individualistas, de éticas relativistas o nihilistas, ¿permite que Dios esté presente?
Sorprendente, podríamos decir que a ésta y a otras muchas preguntas ha respondido Benedicto XVI en su viaje a Brasil con motivo de la inauguración de la V Conferencia Episcopal de América Latina y el Caribe. Cuando la Iglesia se encuentra bloqueada ante los muros de una historia que progresa al ritmo de una globalización que no satisface las necesidades de todo el hombre y de todos los hombres, la palabra del Papa, una vez más, viene en ayuda de la fe y de la razón de los católicos que, como él mismo ha dicho, "están atribulados". Los textos del Papa han producido el milagro de que sigamos creyendo que ese continente es el de la esperanza para la Iglesia y para el mundo. Un continente sobre el que parece pesar el inevitable hado de una historia cíclica, que se repite.
No en vano, el Papa ha recordado, ante la emergencia de ideologías que propugnan sistemas políticos teñidos de indigenismo, materialismo y relativismo, que "aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante, y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de 'realidad' y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas."
El futuro de la Iglesia en Iberoamérica no radica en metodologías novedosas, en planes pastorales articulados sobre discutibles propuestas sociológicas, en religiones de inmanentismo con propuestas de políticas sociales. Radica en la palabra y en la vida que haga atractiva la presencia de Dios. Como dice el Papa, "para el cristiano el núcleo de la respuesta es simple: Sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y Él, 'que está en el seno del Padre, lo ha contado' (Jn 1,18). De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios con nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. (...) La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9)".
Difícilmente se puede hacer una descripción tan precisa de cómo Dios sigue fecundando nuestra realidad, la de Brasil, la de las favelas, la de Europa y la de España.
BENEDICTO XVI EN AMÉRICA LATINA
Y Dios habitó entre favelas
Por José Francisco Serrano Oceja
A más de un fiel lector de este espacio de libertad eclesial le sorprenderá que para intentar iniciar la glosa y la síntesis del viaje apostólico de Benedicto XVI a Brasil, y de sus antológicos textos, me refiera a un libro reciente que se ha publicado en España. Es un texto compuesto con la correspondencia de dos filósofas, Victoria Camps y Amelia Valcárcel, con el título Hablemos de Dios. Representa bastante bien el cúmulo de asombrosos y tristes tópicos, típicos de un cierto progresismo sobre la cuestión religiosa, la trascendencia y la fundamentación de la moral.
Lo que no se puede negar es oportunidad, astucia y fina inteligencia a la hora de abordar una serie de aspectos centrales de lo que ha significado la razón secular para el progreso del hombre y de la humanidad, y para la mutación de la trascendencia en inmanencia y de las religiones trascendentes en propuestas solidarias inmanentes.
Como cada autor es heredero de quienes han influido en su pensamiento, esa relación epistolar sobre Dios refleja, como en un espejo, el reduccionismo de una concepción sobre Dios, la trascendencia, las religiones reveladas –que no las solas positivas–, el cristianismo y la Iglesia, incluida la de España, que no parece querer contar con todos los datos de la realidad de la fe y de la vida de fe, y de las consecuencias para el progreso y la historia. Es ciertamente complejo pensar sobre Dios desde una razón instrumental secular que no ha permitido a Dios ser Dios; o que ha reducido la fe en Dios a sentimiento religioso o a espíritu de acción social. Y algo muy llamativo es encontrarse con la pregunta sobre si la realidad de nuestro tiempo ha expulsado a Dios de esa realidad. La realidad de la pobreza, la realidad de la emergencia de sistemas políticos y económicos materialistas, de formas individualistas, de éticas relativistas o nihilistas, ¿permite que Dios esté presente?
Sorprendente, podríamos decir que a ésta y a otras muchas preguntas ha respondido Benedicto XVI en su viaje a Brasil con motivo de la inauguración de la V Conferencia Episcopal de América Latina y el Caribe. Cuando la Iglesia se encuentra bloqueada ante los muros de una historia que progresa al ritmo de una globalización que no satisface las necesidades de todo el hombre y de todos los hombres, la palabra del Papa, una vez más, viene en ayuda de la fe y de la razón de los católicos que, como él mismo ha dicho, "están atribulados". Los textos del Papa han producido el milagro de que sigamos creyendo que ese continente es el de la esperanza para la Iglesia y para el mundo. Un continente sobre el que parece pesar el inevitable hado de una historia cíclica, que se repite.
No en vano, el Papa ha recordado, ante la emergencia de ideologías que propugnan sistemas políticos teñidos de indigenismo, materialismo y relativismo, que "aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante, y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de 'realidad' y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas."
El futuro de la Iglesia en Iberoamérica no radica en metodologías novedosas, en planes pastorales articulados sobre discutibles propuestas sociológicas, en religiones de inmanentismo con propuestas de políticas sociales. Radica en la palabra y en la vida que haga atractiva la presencia de Dios. Como dice el Papa, "para el cristiano el núcleo de la respuesta es simple: Sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y Él, 'que está en el seno del Padre, lo ha contado' (Jn 1,18). De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios con nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. (...) La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9)".
Difícilmente se puede hacer una descripción tan precisa de cómo Dios sigue fecundando nuestra realidad, la de Brasil, la de las favelas, la de Europa y la de España.
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