miércoles, mayo 16, 2007

Jose Luis Bengoa Zubizarreta, Restablecer el equilibrio

jueves 17 de mayo de 2007
Restablecer el equilibrio
JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA

Decía Mariano Rajoy en uno de sus mítines que su convencimiento de que el Partido Popular va a ganar se basa, no en las encuestas, sino en el entusiasmo que ve entre la gente de su derredor. «Lo siento, lo veo, lo palpo», remachó. Dichoso él. Porque, desde donde yo miro, apenas siento, veo o palpo nada. Noto, en todo caso, lejanía e indiferencia. La campaña discurre cansina y distante, incapaz siquiera de meter al ciudadano en ambiente electoral. No me atrevo a decir que esto no es lo que era, por no dar pistas sobre mi edad. Pero la ciudad en la que yo vivo, poco proclive al entusiasmo político, va a necesitar algo más de lo que se le está dando para sentirse empujada hacia las urnas.Apatía ciudadana, se dirá. Y es verdad que no se puede excluir del todo la pereza del elector. Pero también, y sobre todo, desenfoque de la campaña. La televisión manda. Y, en ésta, se ha montado todo sobre una ficción, que el ciudadano sabe que no se corresponde con la realidad. Los líderes nacionales -y, con ellos, los aparatos centrales de los partidos- en vez de limitarse a apoyar a sus respectivos candidatos locales, se han erigido a sí mismos en contendientes directos y han situado las cuestiones, llamémoslas, de Estado en el centro del debate. Estorban, así, más que ayudan. Estorban, en primer lugar, a sus propios candidatos, muchos de los cuales preferirían no tenerlos tan cerca. Porque distraen a los ciudadanos de los asuntos que a esos candidatos les gustaría tratar y, en no pocos casos, hasta limitan, más que amplían, sus posibilidades de victoria. Verdad es que candidato y partido no pueden ni deben desentenderse el uno del otro en el sistema político que tenemos, pero los papeles de cada uno tendrían que equilibrarse a tenor de lo que en cada elección esté en juego. Y, en estas elecciones, el equilibrio se ha roto por completo.Ocurre, así, que no sólo los candidatos quedan desfigurados, sino que los mismos electores se sienten desorientados. Saben, de un lado, que no es verdad que en las elecciones esté en juego lo que las campañas les dicen que está, pero se sienten, de otro, empujados, por la fuerza persuasiva de la propaganda, a sobreponer, a la hora de emitir el voto, sus afinidades partidarias o ideológicas a sus preferencias de carácter más personal, basadas, por ejemplo, en la fiabilidad y en la competencia de los candidatos respecto de los problemas locales que están de verdad en cuestión.Se precisa, por tanto, restablecer el equilibrio. Porque, si bien es verdad que el protagonismo de los candidatos individuales y el olvido del componente ideológico que aporta el partido pueden propiciar un peligroso «qualunquismo», la preponderancia absoluta del partido hace que los candidatos se conviertan en poco más que muñecos del ventrílocuo. Se impide, con ello, que surjan, desde las estructuras más cercanas al ciudadano, líderes alternativos, que evitarían el anquilosamiento que actualmente sufren los partidos. Y se revitalizaría, de paso, el interés por elecciones como las del próximo día 27.j.l.zubizarreta@diario-elcorreo.com

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