viernes, mayo 11, 2007

Javier del Valle, Calidad de vida

sabado 12 de mayo de 2007
Calidad de vida
Javier del Valle
A CABO de conectarme a la página web de un operador de teléfonos para consultar mi factura y no he podido hacerlo porque dicho portal se encuentra en operaciones de mantenimiento. Se trata de otro impedimento a los que tengo que hacer frente para llegar a la conclusión de que la tecnología esclaviza y los avances crean ansiedad. Sí, parece paradójico porque la función de la tecnología es precisamente facilitar la vida, realizar tareas de forma más rápida y mejorar la productividad laboral, aspecto en el que al parecer tenemos mucho que mejorar respecto a las grandes potencias económicas del mundo, ¿o es la forma que tienen de comernos el coco a los trabajadores para apretarnos cada vez más las clavijas por sueldos irrisorios? En nuestro país cada vez más ciudadanos se ven impedidos al ser analfabetos tecnológicos, situación a la que no han puesto remedio ninguno de los dos belicosos partidos que han maltratado la sana alternancia democrática en nuestro país (PP y PSOE). Utilizar cajeros automáticos, llamar a números de atención al cliente o manejar aparatos electrodomésticos son acciones que implican un suplicio para nuestros mayores o no tan mayores que no han tenido la suerte de relacionarse con la tecnología desde niños. La variedad de ofertas nos vuelve loco en todo tipo de servicios. Ya no hay precios unificados y tomar decisiones para contratar servicios de teléfonos portátiles (mal llamados móviles que los aparatos no se mueven solos), fijos, Internet, televisiones a la carta, seguros o suministros a los hogares requieren estudios más propios de un departamento financiero que del ciudadano de a pie al que cada vez le complican más la vida con necesidades que en teoría le iban a hacer la vida más cómoda y sólo suponen quebraderos de cabeza, especialmente cuando quieres darte de baja o no está conforme con un servicio. Todo es muy fácil para inscribirse, un DNI y un número de cuenta facilitado a través de Internet es suficiente, pero cuando se quiere cortar la relación con una compañía la libertad de mercado tan sacralizada no ampara la decisión del consumidor. Dicha libertad de mercado es pisoteada contradiciendo los principios ideales del liberalismo que parece la panacea de la convivencia. Gran parte de los servicios que antaño eran monopolios o estaban regulados por la autoridad de turno ahora están regidos por un oligopolio que se pone de acuerdo para marcar las tarifas al alza y que está constantemente llorando a los gobernantes a pesar de sus elevados beneficios y de la execrable situación de sus empleados, en muchos casos pertenecientes a empresas subcontratadas. El ciudadano medio se ve afectado por la elevación de las tarifas, el mal servicio y por la pérdida de poder adquisitivo producto de la precariedad en el empleo y de los bajos salarios. Además, tiene que defenderse de la agresividad publicitaria que le puede generar frustración por no estar al día en los últimos productos de consumo y de tecnología. Será por mi visión pesimista, será que estoy desfasado ideológicamente, pero no acabo de ver que nuestra calidad de vida haya mejorado desde que se ha pregonado la disminución del intervencionismo del Gobierno en los asuntos económicos (todo ello disfrazado como se ha podido comprobar en el caso ‘Endesa’), la privatización de servicios públicos y la excesiva dependencia de los ciudadanos de las grandes empresas que controlan los servicios hoy en día indispensables para poder movernos por la vida.

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