sabado 12 de mayo de 2007
Penguin
Antonio Parra
E N un reciente viaje a Londres la pascua pasada con vistas a la publicación de mi “Franco&Sefarad a secret love” con una editorial inglesa cuyo nombre no viene al caso, me di un paseo por Portobello que es una especie de Cuesta de Moyano de los libreros de lance pero a lo bestia. Y en este recreo o paraíso del bobliópola pude recrearme, entre añoranzas, con títulos olvidados o perdidos en los diferentes acarreos y mudanzas por los cuales atravesó mi biblioteca, sobre todo los de la vieja Penguin. Cuando era mozo los adquirí a centenares. El lema con que aparecieron estas ediciones en 1935 era “un libro por lo que cuesta una caña de cerveza”. (For a pint a Penguin) Y yo los dos chelines de mi almuerzo los ahorraba muy a gusto para dar satisfacción a uno de mis vicios y pasiones mayores: la lectura y la literatura. Los años 30 a raíz de la depresión económica se popularizaron los libros de bolsillo en Europa. Y lo mismo hice cuando pasé todo el verano en Paris el año 64 trabajando en un andamio. Llegaba la hora de comer y me iba a un kiosko. Compraba un cartón de leche – aquellos cartones triangulares que parecían trípodes, aún no era invento el tetrabrik- y por un franco me compraba un Mauriac, un Maurois, un Zola. Estas colecciones introdujeron a las grandes masas en la gran literatura. En España tenemos el lujo exquisito de la Austral y en Madrid me ocurría lo mismo. La huelga de los domingos que me daba mi madre para ir al cine o al baile lo invertía en un “capricornio” que capricornio era el logotipo de la famosa Colección de Espasa Calpe. El edificio en José Antonio 32 ahora Gran Vía, que tenía esta editorial era para mí una especie de paraíso. Casona, Valle Inclán, Menéndez Pidal, Cela, Santa Teresa de Jesús, Baroja, Unamuno, Marañón Zunzunegui empezaron para mí a ser compañeros de viajes, una especie de staretzi místicos o guías por el camino del Espíritu. Gracias a esta inclinación, poseo una bien abastada y completa biblioteca que yo quisiera legar a mi hija inglesa Helen que es la única que ha salido con una alguna vocación literaria. Pero a lo que voy. La querida Penguin ha sido para mí una casa nutricia de todos los sueños. Creo que todos los títulos que publicaron en ésa mis dos autores preferidos, bueno tres: Somerset Maughan, T. S. Lawrence y Aldous Huxkley los tengo todos. Tratando de imitarles, he de decir que en mi modestia tengo alguna novelita inglesa ingresa en mi gaveta y ando en tratos para su publicación; estoy en ello al menos. Somerset Maughan es para mí el mayor novelista europeo de postguerra y un auténtico tour de force para todos los que se dedican a la anglística. Posee una facilidad y un estilo, una carpintería de trama, que son casi inimitables. Cabe recordar “Of Human bondage” (la condición humana)- un título que ha pasado al habla y a la retórica de las gentes puesto que se habla de la condición de la misma manera que se habla de cien años de soledad título de otro gran novelista en castellano o The Moon and Six Pence. Tambien conocí gracias a aquellos títulos de ediciones baratas tan accesibles para un estudiante pobretón que casi no tenía para la gabardina ni para la abolla académica al impresionante Woodhouse (eso sí que es humorismo) un autor que era el preferido de mi maestro Rafael García Serrano, maestro de novelistas y de periodistas. Rafa, yo sigo metido en tu macuto, hoy olvidado pero aquí al que vale, vale, y al que no le dan un premio. Pues al igual que él no le hurtaba Woodhouse el cuerpo a emitir algún que otro taco. Claro está sonaban mucho más rotundos los del navarrico Rafael que los del londinense G.P. Y en rústica, llegaron las masas ávidas de leer y de saber al arte de la literatura, y ahora encuentro aquellos títulos tan queridos para mí otrora esparcidos por los tenderetes y el rátigo de Portobello. La última Pascua fue para mí, ávido lector, una fiesta. Con respecto a Lawrence diré que su “Lady´s Chatterley Lover”, firmado en 1928, no fue reeditado hasta el año 62 al cabo de una gran polémica debido a las escenas fuertes de adulterio y a las palabras de grueso calibre de esta gran novela, un incipit para la literatura erótica que pocos han superado. Su autor era un maestro del diálogo. Pero allí, en fila india esparcidos por los puestos, estaban Graham Green y Chaucer y el Beofulf y Prichett y Bernard Shaw con todos los del grupo Bloomsbury. Entre ellos Virgina Woolf cuyos textos no me agradaron tanto porque dicen que la autora era un bicho o bitchy (algo perra) aunque fumase en boquilla y que algunas feministas me perdonen. Virgina asumió su desesperación y su fracaso porque su literatura era demasiado intelectualoide ahogándose en las aguas del río Ouse. Encuentro, por mi parte, la literatura de mujeres difícil de entender. Para leer a Jane Austen o a las Brontë no hay sólo que ser mujer. Hay que ser también inglés. Las tiradas de la Penguin la más cortita superaba los cincuenta mil ejemplares popularizó a las grandes escritoras que siempre dio Inglaterra, no obstante. Pero el Animal Farm de Eric Blair (George Orwell) o Granja Animal, una utopía contra el comunismo pero que en realidad refleja una parodia de la sociedad actual donde todo el mundo es algo masoquista y tiene lavado el cerebro, pero este masoquismo de lo políticamente correcto les viene bien, superó todos los registros. Pasó los tres millones de copias. Pese a lo cual, los libros millonarios, los más vendidos de la colección, no son de literatura, sino manuales de cocina, cómo arreglar un enchufe o cuidar redondendros en el jardín. Qué hierbas son benéficas a la salud, etc. El palmar´ws de los éxitos que puso en circulación la Penguin fue un libro de la actriz americana Jane Fonda sobre cómo adelgazar haciendo ejercicio y comiendo lo que a uno le pete. Así como, otros libros “know how” o manuales de instrucciones de cómo se hace algo cómo se baila o se presenta uno en sociedad, lo que los alemanes conocen bajo el nombre de Sacherbucher. Omniscientes y sapientes libritos que luego no sirven para nada. Porque ni te ayudan a dejar de fumar ni a controlar tu mente y luego acabas ganando kilos. Pero recuerdo que estos famosos ejemplares con franja naranja y blanca aparecían por todas las partes cuando iba en el tubo – el metro como los llaman los londinenses- el autobús o en el parque en aquellas doradas e indolentes “lazy sunny afternoons” de la balada de los Kinks, no hay placer más grande que baños de sol en Hyde Park con una novela de espionaje entre las manos. En las cómodas y en los muebles que nos alquilaban nuestras landladies con voz carrasposa y que nos aconsejaban tal o cual titulo: -Did you read the latest of Ágatha Christie, Mr. Normand? -Oh yes, Mrs. Avisson, a very good read, indeed. Ha corrido desde entonces mucha agua bajo los puentes del Támesis y mucha tinta por nuestras venas y más letra pequeña sobre nuestros ojos lectores implacables, pero seguimos ilusionados con aquel ardor contumaz de misacantanos. Continuamos en nuestras trece amando la literatura. Y dándole muchas gracias a Dios por haber podido leer tanto y tan bueno gracias a Penguin Books pues así conocemos mejor el mundo. La Casa cumple este otoño el LXXII aniversario de su fundación. Toda una efeméride. Y que a nosotros no quiten lo bailao.
viernes, mayo 11, 2007
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