sabado 12 de mayo de 2007
Apuntaciones sobre Joaquín Navarro Esteban, un juez político
Antonio Castro Villacañas
L A inesperada muerte de Joaquín Navarro Esteban –hay quien dice que se suicidó en Almería el pasado sábado 28 de abril- me ha conmovido mucho a lo largo de la última semana. No en balde fuimos amigos desde que lo conocí en Granada, cuando comenzaban los años 60, hasta finales de los 70, época en que partiendo de posturas políticas próximas elegimos el caminar por sendas diferentes. A partir de entonces no volvimos a vernos, ni a dirigirnos una sola palabra verbal o escrita, pero tengo constancia directa de que él me apreciaba lo suficiente para no consentir que en su presencia se hablase mal de mí. Aunque reprochara mi alejamiento de la escena política en 1977, respetaba mis criterios y muy de tarde en tarde me hacía llegar el testimonio de su recuerdo y afecto. Por el mismo método le devolvía yo análogos sentimientos, incluso cuando su actividad pública merecía máximas censuras y reproches. En la esquela anunciadora de su muerte no apareció el nombre de su mujer. Tampoco el de sus hijos. Parece ser que desde hacía algún tiempo vivía solo, aislado, deprimido, enfermo... No quiero entrar en esta clase de circunstancias, a mi juicio de orden estrictamente personal, pero sí me permito señalar que algo por el estilo le pasaba también en los ámbitos profesional y político. Ignoro quién o quienes redactaron la citada esquela, pero asumo sus últimas frases, pues para mí resulta totalmente cierto que siempre soñó con un mundo mejor para todos, y que para lograrlo siempre puso en juego su espíritu indomable y comprometido. Otra cosa es que, a mi juicio, tras la muerte de Franco sus posiciones ideológicas y sus actitudes políticas se fueran radicalizando de un modo tan extraño como extremado. Apasionado y polémico era ya cuando estudiaba Derecho en Granada, y esas mismas cualidades -o defectos- motivaron que fuera escogido para formar parte de las células falangistas que en todas las universidades de España trataban en los años 1950 y 1960 de orientar a la juventud y al Estado hacia un horizonte de "nueva izquierda" completamente contrario al de "vieja derecha" propugnado por las tradicionales fuerzas que -para desgracia de España- luego prevalecieron... Las pocas y breves reseñas biográficas de Joaquín Navarro aparecidas tras su muerte, callan, no sé si por ignorancia o mala intención, que el destacado juez almeriense fue durante veinte largos años -desde 1950 hasta 1970- un notorio falangista "crítico", en las aulas de Granada primero, luego -ya licenciado- en las de Salamanca, y por último en las de Madrid, cuando ya preparaba su ingreso en la carrera judicial y ejercía como profesor de la Academia de Mandos del Frente de Juventudes y de la Escuela Sindical... Un libro suyo sobre política social fue publicado en ese tiempo como texto oficial para la "formación del espíritu nacional". Todo ello parece indicar que las jerarquías correspondientes no lo consideraban nada heterodoxo. Otra cosa es que, como muchos falangistas de su edad y algo más viejos, entre los cuales yo me incluyo, no hiciera cuanto estuviera a su alcance para que el sueño de una España mejor y de un mejor orden mundial no se fuera enterrando poco a poco en beneficio de una "restauración" de fuerzas viejas y de la creación y expansión de otras nuevas líneas de acción política marxista. Este "antifranquismo", como llegó a calificarse por quienes no veían más allá de sus despachos, hizo que algunos tacharan a Navarro de comunista, cuando -por lo que yo sé- su "desviación política" comenzó en las filas de la organización "Justicia Democrática", en la Escuela Judicial, tras aprobar las oposiciones de ingreso en el mundo de la judicatura. Su evolución posterior es mucho más conocida. Tras la muerte de Franco, su pasión política y el espíritu de la tra(ns)ición le llevaron a las filas del PSP, y con Tierno Galván -a quien posiblemente conocía desde sus días de Salamanca, desembarcó en el PSOE, partido por el que fue diputado en Almería en las elecciones de 1979. Su carácter crítico, indomable, y si se quiere en exceso ambicioso o creído, le hizo dejar el escaño y el PSOE. Volvió a ser juez en Madrid y en San Sebastián, y desde la prensa y la radio manifestó con brillantez y exceso sus opiniones contrarias al felipismo. Por criticar a los magistrados del Supremo y de la Audiencia Nacional fue sancionado. Todo ello, y su propio carácter, le fueron radicalizando hasta el punto de que en San Sebastián adoptó posiciones políticas cercanas a las de los nacionalistas vascos, católicos o batasunos. Sus escritos en los diarios "Deia", "Egin" y "Gara" motivaron que llegara a ser considerado defensor de Otegui y sus muchachos, y sus durísimas críticas al Rey, al Gobierno y al Consejo del Poder Judicial le sometieron a diferentes y duros procesos administrativos y judiciales que afectaron de modo notable a su carrera y a su personalidad. Eso influyó también en su vida privada. Durante veinte años, los de su juventud y mi primera madurez, hablé largo y tendido muchas veces con ese hombre, a quien siempre tuve y consideré camarada y compañero. Junto a otros muchos imaginamos para todos diferentes y nuevas madrugadas. Cuando rodaron por el suelo ilusiones y esperanzas, cada cual siguió su propio rumbo, el que le pareció más próximo al de antes o el que le prometía mejor futuro. Yo no soy quién para juzgarles, sobre todo cuando la muerte ha levantado ya su vuelo. Prefiero mirar hacia atrás, recordar las buenas horas de antaño, y cargado con ellas decido ir hacia delante. Porque todavía y siempre tenemos que hablar de muchas cosas -no sé dónde, no sé cuándo-, camaradas del alma y el alba, compañeros...
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4 comentarios:
Calle de Ferraz
Paseo del Pintor Rosales
Joaquín Navarro Estevan
"joaquín navarro estevan"
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