lunes, mayo 28, 2007

Manuel Alcaraz, Unos resultados previsibles

lunes 28 de mayo de 2007
Unos resultados previsibles

MANUEL ALCARAZ/PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL UNIV. DE ALICANTE

Tiempo habrá para analizar la letra pequeña de estas elecciones extrañas. Extrañas no tanto por los resultados, sino por su contexto, por la alarmante lejanía entre su objeto -la política local o, en muchos lugares, la autonómica- y la realidad impuesta por la gran política, la que se organiza en Madrid por las cúpulas partidarias jaleadas por analistas poco dados a perderse en los detalles de la extensa España. El PP, hasta la náusea, ha ubicado el debate en la amplia mancha del terrorismo como tema que todo justifica. No es que haya querido hacer de estas elecciones unas primarias, sino que las ha utilizado para emponzoñar la vida política un grado más -con las estragantes declaraciones guerracivilistas de Aznar como lábaro-. La paradoja estaba servida: eso, que sólo puede tener como explicación racional la fidelización de sus votantes pretéritos, le instala en el estanque de una continuidad sinónima de derrota. Pero, ante ello, el PSOE no ha sido capaz de zafarse del abrazo y de plantar cara en otras cuestiones. Sin duda es difícil, porque los dardos conservadores son venenosamente paralizantes, ya que cada silencio, cada desvío de las razones, puede ser inmediatamente considerado como complicidad con los violentos. Pero, desde otro punto de vista, el PSOE ha puesto de relieve una deficiencia preocupante: salvo excepciones honrosas irregularmente repartidas, el funcionamiento del partido es débil, átono en el terreno ideológico y programático, en cuanto se aleja del paraguas del Gobierno -incluidos algunos ejecutivos municipales y autonómicos-. Dicen los expertos de la ONU que este año va a ser históricamente relevante porque, por primera vez en la Historia, los seres humanos que vivimos en las ciudades superaremos numéricamente a los que lo hacen en los campos. Singular acontecimiento que podría haber sido celebrado en España coincidiendo con las elecciones municipales, y tanto más urgentemente porque nunca, desde que se recuperó la democracia, es tan alarmante el problema urbano. Sin duda se ha hablado de la corrupción, pero como si fuera el mero resultado de maldades humanas, como si detrás no hubiera causas que son, precisamente, las que están marcando el devenir de ese problema urbano, hasta llevar a algunas ciudades y a sus territorios a situaciones de auténtica crisis de sostenibilidad. En definitiva, es el modelo de crecimiento, la especulación, las antinomias acumuladas -y la mayor de ellas la construcción desaforada que no es capaz de proporcionar viviendas a miles de personas-, la debilidad del poder local y de la financiación municipal los que están lastrando la vida democrática cotidiana y, a la vez, provocan aspereza en las relaciones sociales y esa corrupción que no puede arreglarse haciendo recuento de culpables o imputados, aunque, ciertamente, el PP esté ganando sobradamente en la nómina de políticos putrefactos, probablemente por su mayor cercanía a algunos empresarios en muchos lugares. El que, como digo, esto no haya logrado abrirse un espacio en el debate central ha sido el mayor déficit de estas elecciones. Quizá el PP sabía esto. Y quizá el PSOE lo ha olvidado, pese a que en muchas encuestas dispersas aparece esta nueva corriente de preocupación y demanda.Puestas así las cosas el escenario preponderante es el de la continuidad en la crispación, o sea, un marco favorable a las representaciones de los múltiples rostros de la incertidumbre. Posiblemente eso explica la abundancia de la abstención, las vías de agua en el entusiasmo que despertó el PSOE en las generales, una cierta deriva -que habrá que verificar, caso a caso- hacia un conformismo con algunas situaciones que se refleja en el incremento de algunas mayorías existentes. Pero, sobre todo, lo principal, lo absolutamente esencial es que el aislamiento del PP le sigue costando poder real, lo que equilibra el mapa a favor de la izquierda y de algunos nacionalismos. El PSOE no debe estar eufórico -mala cosa el número total de sufragios-. Pero el PP ha hecho un mal negocio tensando hasta el límite sus artimañas: nada significativo ha ganado y bastante ha perdido. No tiene quién le escriba y se le auguran años de soledad.

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