sabado 12 de mayo de 2007
La crisis del sistema de partidos políticos
Ernesto Ladrón de Guevara
L OS partidos políticos tienen una finalidad exclusiva: canalizar la participación política, que es un derecho constitucional. De tal manera que se articule así la pluralidad y la libertad. Cuando un partido político se aleja de esa finalidad y se convierte en sí mismo en un instrumento endogámico, y se pierden las referencias del buen estilo y de las buenas prácticas, posibilitando que todo sea posible con tal de conseguir el control totalitario, deja de ser un ejercicio legítimo para convertirse en un asalto antidemocrático del poder político. Eso es lo que de una forma más o menos explícita está ocurriendo en España. Los últimos escándalos sumados a los que ya se venían produciendo dejan al descubierto la verdadera naturaleza de la gestión que se está haciendo de la confianza depositada en esos entramados que distan mucho de ofrecer un servicio a una democracia manifiestamente mejorable. No es cuestión de hacer un repaso de los desafueros, que son tan evidentes y palmarios que no merece la pena repasarlos. Simplemente cabe decir que cuando en un país con una democracia aún joven sucede eso, una vez que se han alejado los factores de involución, algo falla, y si es cierto que las cosas no funcionan como es deseable con un mínimo de garantías constitucionales y seguridad jurídica, hay que hacer un diagnóstico y poner los remedios para retomar el proceso de democratización desde el punto en el que dejó de funcionar y buscando las causas estructurales que motivan el fracaso. Lo que no cabe desde ningún punto de vista es conformarse con la situación o mantenerse impasibles con la resignación del enfermo que cree que haga lo que haga va a morir de todas formas. El sistema de partidos actualmente tiene más que ver con la oligocracia y la endogamia partidista que con la resolución de los problemas de los ciudadanos y las políticas de Estado. Es inadmisible que no haya puentes de comunicación entre los dos grandes partidos y que se dejen pudrir los principales problemas que tiene hoy España. Es cierto que no se puede repartir por igual las culpas, pues la causa principal es que existe hoy un partido político que es el que dirige el Sr Zapatero que desde hace tiempo dio prioridad a hacerse con el poder absoluto relegando al principal partido de la oposición, y haciendo pactos si es preciso con el mismo diablo con ese objetivo, que servir a la sociedad. Sin embargo, esa lucha cainita en un país tan desmembrado con España, y tan desvertebrado, con un sistema electoral que es la mejor medicina para que se muera el enfermo, también afecta al Partido Popular cuya lealtad con los principales valores que dieron origen a una Constitución cada vez más deformada es más que discutible. O reformamos el sistema, o esto tiene un color muy malo. Demasiada palidez para esperar la recuperación de un hígado que es el principal elemento de metabolización de las toxinas que han contaminado al cuerpo político: la democracia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario