jueves, mayo 17, 2007

Blanca Alvarez, Minucias

jueves 17 de mayo de 2007
Minucias
BLANCA ÁLVAREZ b.alvarez@diario-elcorreo.com

En el centro de Tel Aviv, un hombre sufre un accidente, cae de la moto y queda tendido en el medio de un cruce de calles. Los coches, los camiones, los autobuses, durante unos minutos que se hacen interminables, no sólo continúan indiferentes, sino que esquivan al hombre como si fuera un fardo molesto. Una cámara de vigilancia graba la escena.A las sociedades se las reconoce por los pequeños gestos, anónimos y múltiples, como el presente. Perfectamente acobardados, enfundados en la escafandra de la personal individualidad, respetuosos con los semáforos y la máscara de indiferencia bien ajustada. Quienes esquivaban al hombre tumbado en mitad del cruce seguro que pagan los impuestos y cumplen con el servicio militar obligatorio en Israel. Máquinas obedientes al orden establecido y perfectamente entrenadas para la indiferencia. Sólo llegando a ese grado de perfección se puede convertir al ciudadano en francotirador apuntando a niños.Nuestras vidas han llegado a ser tan grises e iguales, somos todos tan democráticamente repetidos en la vulgaridad que ninguno de esos gestos nuestros diarios daría para una tragedia de Shakespeare, ni para una grandiosa novela de Cervantes, ni para un soneto amoroso de Quevedo.No somos Bruto levantando el puñal contra César, nos limitamos a pequeñas, privadas, ridículas traiciones que, además, justificamos en nombre de un bien superior o de una tranquila comodidad a la que ponemos el nombre de sensatez. Nuestras deserciones no inspirarían al dramaturgo. Nunca saldremos lanza en ristre a enfrentar a gigantes de afiladas aspas; lamentamos la miseria del mundo, movemos compasivamente la cabeza ante los náufragos de las pateras, mientras, a diario, protestamos contra tanto engorro de pedigüeños en todos los semáforos, o nos quejamos de esas mucamas llegadas del hambre, que no logran aprender a usar los sofisticados productos de limpieza.En nuestro epitafio, a Quevedo le temblaría la pluma si osara escribir aquello de polvo seré, más polvo enamorado; no, nosotros firmamos contratos de compañía eterna en la hipoteca, cumplimos con el ridículo ritual de San Valentín -el pobre ni siquiera fue santo-, pero en lo tocante a sentimientos, tan sólo oteamos la manera más cómoda de vivir sin grandes contusiones.Es posible que la cámara de seguridad que grabó a las docenas de coches, motos y autobuses esquivando al hombre tirado en el cruce supiera que ha llegado la hora de las máquinas. En forma humana o de ojo digital. Lo que tuvimos de carne desesperada, heróica o trágica eso nos lo robó hace tiempo el miedo programado desde el poder.

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