lunes, mayo 21, 2007

Alvaro Sanchez, El rumbo de la UE

El rumbo de la UE
ÁLVARO SÁNCHEZ/POR ENRIQUE BARÓNDIPUTADO AL PARLAMENTO EUROPEO POR EL PSOE POR IÑIGO MÉNDEZ DE VIGODIPUTADO AL PARLAMENTO EUROPEO POR EL PP
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Diálogo imaginado entre Guillermo Goicoechea Hatzenbusch, presidente de Europa, y su hijo el 9 de mayo de 2057. Con la esperanza de que la realidad supere la ficción.-Dime, papá, ese señor que vas a ver, ¿también es presidente como tú? -Sí, de Estados Unidos de América, un país que antaño fue gran potencia y más antiguo que el nuestro, a pesar de pertenecer a un continente con menos historia que nosotros. -Y eso ¿cómo puede ser?-Pues porque hace cien años Europa era un conglomerado de países independientes. -¿Por qué vivían separados? En el colegio siempre me han enseñado que la unión hace la fuerza. ¿No es precisamente 'unidos en la diversidad' nuestro lema? -Sí, pero durante muchos siglos, las distintas comunidades que componen nuestra Unión vivían enfrentadas.-¿Por qué? -Porque tenían miedo. Vivían encerradas tras férreas fronteras que las separaban y no les permitían intercambiar experiencias. Creían que su lengua, su cultura y sus costumbres eran mejores que las de los demás, y que cualquier contagio con el exterior conllevaba una amenaza o la desaparición. Ese recelo mutuo dio en llamarse nacionalismo, y condujo a dos de las más terribles guerras que la Humanidad recuerda. -¿Y fue después de esas guerras cuando decidieron unirse? -Exactamente. Pero no lo hicieron de golpe. Les era muy difícil superar sus miedos, así que lo hicieron paso a paso. Y sólo unos pocos. Primero se ciñeron a lo económico, y como aquello funcionaba, se fueron añadiendo países y acrecentando las reformas a las que acabaron por dar contenido político. Hace apenas un siglo, para pasar de una comunidad a otra eran necesarios pasaportes y largas colas en las fronteras. No existían instituciones comunes -ni por lo tanto mi cargo-, ni siquiera el grado de democracia del que gozamos hoy. Nuestra economía iba a la zaga de Asia o América, a las venimos superando con creces desde hace más de cuarenta años. No existía el euro, que hoy es la moneda internacional de referencia, y los europeos apenas hablaban la lengua de su país o, quizás, una más. -¿Pues menos mal que se unieron! No debía de ser muy agradable vivir así. -No, hijo. Pero no hay que olvidar que lo mejor de todo no es el grado de prosperidad que hemos alcanzado, ni las bondades de nuestra democracia, ni los derechos que nos protegen, ni la solidaridad entre nuestras comunidades. Por encima de todo, hay que recordar que hace mucho tiempo que desterramos los nacionalismos, ahuyentamos definitivamente el fantasma de la guerra y así, hoy, sólo es posible la paz en nuestra querida y vieja Europa. En el medio siglo transcurrido desde la firma del Tratado de Roma, el 27 de marzo de 1957, el incipiente proyecto europeo, basado en las cuatro libertades para suprimir barreras aduaneras en un Mercado Común de los seis países fundadores, se ha convertido en una formidable Unión de veintisiete naciones que abarca casi todo el continente. La UE hoy es un modelo de organización política sin precedentes; una democracia de Estados y ciudadanos; un bloque de potencia excepcional pero sin vocación de 'superpotencia', con gran peso específico en el mundo aunque aún debe fortalecerse para que su influencia sea proporcional a su poder.La Unión ha sido posible gracias a la defensa de los valores de democracia, las libertades y los derechos fundamentales. Sus casi 500 millones de habitantes no sólo constituyen el mayor mercado interior del mundo, sino que la suma de sus economías convierte a Europa en el principal bloque comercial en la era de la globalización. Conviene destacar que los intercambios intereuropeos no se basan sólo en las leyes del mercado, sino que las instituciones aplican a éstos criterios de solidaridad y cohesión para reducir las diferencias económicas entre los Estados miembros. España, que acaba de celebrar el vigésimo aniversario de su ingreso en la UE en 1986, es un ejemplo elocuente de esta política de convergencia. Desde aquel año hasta hoy, nuestro país y sus comunidades autónomas se han beneficiado de inmensas sumas de fondos comunitarios. Estas aportaciones han potenciado el desarrollo desde una situación de partida muy precaria hasta una estructura moderna y próspera que figura en octavo lugar del mundo por su renta y su PIB. Políticamente, la democracia permitió a España integrarse plenamente en la Europa que había cerrado sus puertas a la dictadura franquista. El próximo 15 de junio se cumplen treinta años de nuestras primeras elecciones libres, en 1977. Podemos estar orgullosos de que nuestra convicción democrática coincida con la vocación europeísta, algo que demostramos cuando nuestro país ratificó la Constitución europea en referéndum. La actual crisis en la ratificación de dicho Tratado es un nuevo reto para la UE, que ha sufrido en su historia avatares semejantes y los ha superado. Estamos trabajando para encontrar la salida. En mi caso, soy ponente de un informe en el Parlamento Europeo que propone una solución a esta situación, y busca el consenso para ratificar una Constitución que corresponda realmente a las ambiciones de la Unión. Como españoles y como europeos, debemos dirigir nuestra mirada esperanzada hacia el futuro de Europa.

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