lunes 28 de mayo de 2007
Madrid catapulta a un Partido Popular reforzado
EL resultado general de las elecciones municipales, las únicas en las que votaba todo el censo electoral, es que el Partido Popular ha ganado al Partido Socialistas Obrero Español en número de votos y alcaldías. El valor de este balance se mide en toda su dimensión si se tiene en cuenta que, en la convocatoria de 2003, el PSOE ganó al PP con medio punto porcentual de ventaja. Por tanto, Rodríguez Zapatero puede considerar que el resultado de las urnas es un revés para su Gobierno, en general, y para sus proyectos políticos concretos. Especialmente, el jefe del Ejecutivo ha fracasado en su objetivo fundamental para esta legislatura: el aislamiento del PP y la neutralización de Mariano Rajoy como alternativa para 2008. Rodríguez Zapatero no ha conseguido lo uno ni lo otro, e incluso cabe plantearse que su política extremista ha dado cohesión y firmeza a la base electoral del PP, ha mandado a la abstención a sectores moderados que votaron al PSOE en anteriores comicios y ha mejorado la posición electoral de Izquierda Unida y de los nacionalismos. El PP, en cambio, ha acreditado su fortaleza como organización política nacional, presentando sus credenciales para alcanzar la victoria en unas futuras elecciones generales y dejando claro al PSOE que no es posible imponer políticas de Estado que no cuenten con el consenso de los populares. Rajoy, en particular, puede también considerarse respaldado electoralmente, después de haber liderado al PP en una coyuntura extremadamente complicada y con la responsabilidad de asumir nuevas decisiones estratégicas que lleven a su partido a consolidar sus expectativas, con una política de renovación aún más necesaria cuanto más posible sea su victoria en 2008.
Ciertamente, la situación ofrece más cambios cualitativos que cuantitativos, a partir de la victoria global del PP. Y esos cambios cualitativos señalan directamente a José Luis Rodríguez Zapatero como responsable de la encrucijada en que está situada la comunidad foral de Navarra. Los socialistas han querido jugar a aprendices de brujo con el nacionalismo y el resultado ha sido una política suicida que ha perjudicado al bloque foral, en el que supuestamente estaba el Partido Socialista de Navarra, ha dado a la coalición Nafarroa Bai el segundo puesto en el Parlamento y ha relegado al socialismo a una tercera posición en la que asume toda la responsabilidad sobre el color del futuro gobierno de la comunidad. El PSOE y Rodríguez Zapatero tienen en su mano evitar que el nacionalismo vasco forme gobierno en Navarra, ya sea apoyando una coalición con Unión del Pueblo Navarro, claro ganador de las elecciones, o facilitando la investidura de Miguel Sanz. Cualquier otra opción sería una grave irresponsabilidad.
En general, el PP ha logrado consolidarse allí donde ha gobernado estos cuatro años atrás y ha mejorado sus porcentajes de voto en feudos tradicionales del PSOE, como Extremadura y Castilla-La Mancha. En Cataluña mantiene su respaldo electoral, dato que Convergencia i Unió deberá tener en cuenta ahora que el PSC podría gobernar las cuatro capitales catalanas. En Baleares, Jaume Matas consigue hacer frente a la izquierda y podría seguir gobernando. Más allá de la mayoría obtenida por el actual presidente balear, al cierre de esta edición todo apuntaba a que el Partido Socialista había fracasado en su intento de recuperar el poder en las islas.
En las tres capitales vascas, el PP se ha mantenido electoralmente, lo que ratifica la solidez de su electorado a pesar del recudrecimiento de la violencia callejera y de la intimidación proetarra. En Alava y en Vitoria, populares y socialistas deben reeditar sus pactos de gobierno, porque ambos suman una amplia mayoría no nacionalista. La respuesta del PSOE en Álava será ilustrativa de su futura actitud hacia otros pactos con el PNV, e incluso con otros partidos nacionalistas.
Ahora bien, respecto de la figura del presidente del Gobierno y de la verdadera situación electoral del PSOE, la doble victoria arrolladora del PP en la comunidad y el ayuntamiento de Madrid marca un punto de inflexión. En su momento, Alberto Ruiz-Gallardón ya anunció que su oponente no era Miguel Sebastián -desde ayer un cadáver político-, sino José Luis Rodríguez Zapatero. Con razón, no pudo convencer ni a José Bono ni a la vicepresidenta del Gobierno para que encabezaran la lista en la capital de España. El resultado registrado ayer en la capital representa un derrota personal de Zapatero, quien ni siquiera en 2004 pudo ganar al PP en Madrid, a pesar de las condiciones del momento. Su apuesta por Miguel Sebastián se ha confirmado como una de sus mayores torpezas, que no será gratuita para su imagen política. El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, ha puesto a su partido en el carril de una victoria electoral que trasciende el ámbito de la capital, mérito personal tanto más relevante cuanto el PSOE ha cargado contra él de forma singularmente agresiva. Tanto Ruiz-Gallardón como Esperanza Aguirre, que igualmente ha cosechado un triunfo aplastante, han sabido convencer al electorado madrileño a base de eficacia en la gestión, cumplimiento de las promesas electorales, ausencia de escándalos y, también hay que decirlo, falta de oponentes con un cierta envergadura.
Junto a Madrid, la Comunidad Valenciana es el otro gran éxito electoral del PP, formando así las dos regiones un eje político de gran valor estratégico para los populares de cara a los comicios generales de 2008. Las mayorías absolutas del PP en el parlamento valenciano y en las capitales de la comunidad ratifican a este partido como el gestor de las grandes regiones económicas y sociales de España, donde todos los parámetros del crecimiento superan con creces la media nacional y donde se demuestra que la ausencia de fuerzas nacionalistas radicales es un factor favorable para la estabilidad.
En definitiva, la victoria electoral del PP obliga a Rodríguez Zapatero a una reflexión sobre su acción de gobierno y lo emplaza a tomar decisiones, ya sea en forma de elecciones anticipadas, de crisis de gobierno o de rectificaciones radicales de determinadas políticas que en las elecciones de ayer no han sido respaldadas por los ciudadanos.
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