lunes 28 de mayo de 2007
Ni rupturismo ni continuismo
La mejoría del PSE y el estancamiento del PNV indican diferentes comportamientos entre nacionalistas y constitucionalistas
JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA
El temor que se había suscitado en torno a la abstención se ha visto confirmado sólo a medias en lo que se refiere a nuestra comunidad autónoma. Aunque la participación haya sido casi diez puntos menor que la de las elecciones municipales y forales de 2003, el 60% con que se ha saldado no difiere escandalosamente de la que había venido dándose en otras elecciones del mismo género. Sin embargo, la progresiva tendencia del electorado hacia el abstencionismo no debería dejar indiferentes a los partidos, toda vez que pone de manifiesto un distanciamiento real de la ciudadanía respecto de la política. Quizá el modo en que estas elecciones locales se han tergiversado, presentándolas en la campaña como si de unas generales se tratara, no sea ajeno al fenómeno. La tendencia debería, sin embargo, verificarse en sucesivas convocatorias para sacar de ellas conclusiones más definitivas.En cuanto a los resultados -tomados, en una primera aproximación, de manera global-, el dato más destacable es, sin duda, el buen comportamiento del Partido Socialista de Euskadi en los tres territorios, pero, de modo más visible, en Guipúzcoa y en Alava, así como en sus respectivas capitales. Partiendo de la hipótesis, suficientemente verificada a lo largo de numerosas elecciones, de que los votos no fluyen en abundancia entre los dos bloques electorales que se dan en Euskadi y que han venido en denominarse el nacionalismo y el constitucionalismo, cabe deducir que la mejoría de las posiciones del PSE se corresponde con el deterioro de las de los populares. Y, vista la deriva que han tenido estas elecciones desde su realidad local a su virtualidad general, uno no puede no interpretar la mejoría socialista sino como un aval a la política de Zapatero, en lo que ésta tiene, al menos, de específico para el País vasco. Tal y como apuntaban todas las encuestas, la estrategia global de pacificación que ha seguido el presidente del Gobierno ha sido mayoritariamente apoyada en el campo constitucionalista. Hasta tal punto que, si los resultados de Euskadi fueran proyectables al resto del Estado, Zapatero habría alcanzado una gran victoria. Pero, como no lo son, el presidente no podrá basarse en sus buenos resultados en nuestra comunidad para continuar con su política antiterrorista en todo el Estado. Los resultados de toda España dan a entender, más bien, que deberá introducir en ella una buena dosis de rectificación, al menos en lo que respecta a la mejor comunicación de sus acciones e intenciones.Los buenos resultados socialistas contrastan con los regulares, por no decir positivamente malos, que ha cosechado el PNV. No era, sin duda, esto lo que esperaban los jeltzales de estas elecciones. No lo esperaban, desde luego, ni en Guipúzcoa ni en Alava, pero tampoco en Vizcaya, donde casi sólo el tirón personal de Azkuna le ha permitido salvar los trastos en la lucha general y en la particular con Eusko Alkartasuna. La ruptura de la coalición con este partido, que todo el mundo calculaba que sería beneficiosa, en los términos particulares de la relación entre ambos, para los jelkides, ha dado, sin embargo, como resultado la consolidación de este partido, sobre todo en Alava y en Guipúzcoa, y el estancamiento del PNV en sus posiciones anteriores a la coalición. En este sentido, cabe aventurar, en un primer análisis, que en el mundo del nacionalismo democrático ha ocurrido lo contrario de lo que ha sucedido en el del constitucionalismo. Si, en éste, las actitudes de Zapatero han sido avaladas por el electorado, el nacionalismo democrático ha dudado respecto de las de Josu Jon Imaz. Al nacionalismo le puede resultar correcto que Zapatero haya mantenido la estrategia de pacificación que ha llevado, pero no parece gustarle que su líder se haya apuntado a la misma con tanto entusiasmo. El hecho de que EA haya mantenido sus posiciones, a pesar de las adversas circunstancias en que decidió romper la coalición, da a entender que en el nacionalismo se mantiene un núcleo electoral que desea mayor diferenciación respecto de las políticas del presidente del Gobierno. Este será, sin duda, uno de los principales puntos de debate en la lucha interna que pronto comenzará dentro del partido para ver qué sector se alza con su presidencia. Y, aunque Egibar tendrá que dar cuenta de los malos resultados que su partido ha obtenido en Guipúzcoa y en San Sebastián, utilizará este argumento en contra de Josu Jon Imaz.A partir de ahora, y no al margen de estos análisis, habrá que hablar de pactos. No bastará para cerrarlos la pura aritmética, en la que caben varias combinaciones. A la hora de inclinarse por unos o por otros, todos los partidos, pero, sobre todo, los nacionalistas, no dejarán de tener en cuenta la pujanza electoral que sigue demostrando la izquierda abertzale.
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