viernes 25 de mayo de 2007
La UPV, ante el Catón Mayor
JESÚS MOYA /BIÓLOGO, PROFESOR RETIRADO DE LA UPV-EHU
La mañana del 16 de mayo, al hojear la prensa, me fijé buen rato en la estampa de un profesor mayor esperando sentado (al pie de la letra) su jubilación. El contexto del retrato era un parque; el del reportaje, la noticia de los pasos que se dan en nuestra Universidad pública hacia la prejubilación de profesores, o jubilación anticipada, para ser más exactos. Insisto en la diferencia, porque no es lo mismo jubilación -despido total e irreversible- que prejubilación, donde el trabajador sigue en la empresa con un reajuste de sus servicios. Algo como la figura del profesor emérito, sólo que adelantada. Por lo demás, de economía pública no entiendo, así que no voy a enredar en cosas técnicas. ¿Entiendo de Universidad, al menos? La verdad, si esa entelequia se encarna en la UPV, tampoco estoy tan seguro. Pero, como dice la 'Regla de San Benito', cap. 3, de nadie sobra el consejo, y a menudo el Señor inspira al más joven como al más viejo. Volviendo al profesor de la foto, el físico don Germán Encina, tras felicitarle por su aspecto excelente y risueño, yo pondría un reparo al titular que se le atribuye: «Los que se quedan hasta los 70 lo hacen por no perder dinero». Mi reparo es si la frase lleva o no implícito el adverbio 'sólo'. Sin adverbio, es una obviedad. Con él -y pienso que el profesor así lo ve-, el sentido cambia. El meollo de la frase está ahora en lo de 'perder dinero'. Todo el que se jubila lo pierde, de algún modo. Lo que ocurre con muchos profesores es que su salario real jubilable es como una partícula envuelta en pompas complementarias, que en esa transición de fase o cambio de estado jubilar -si puedo usar el símil físico- estallan y se volatilizan, revelando un defecto de masa salarial harto sensible. Y eso para los que gozan de pompas, que no son para cualquiera. Esta anomalía termodinámica nada tiene que ver con aptitudes ni vocaciones, con lo deprisa que las ciencias adelantan y lo torpe que uno se vuelve, a efectos de seguir o no seguir trabajando hasta los 65, los 70 ó incluso los 90, si la Parca y la Administración lo consienten. Lo que debería hacer esta segunda es corregir el sistema remunerativo del profesorado, y en llegando a la edad normal de jubilación, todo el mundo a casa con retiro decente. El autoengaño colectivo de los complementos hipertróficos tiene el efecto no deseable de prolongar el ocaso de los docentes, frente a la presión creciente de la juventud con sus oportunistas valedores, como son aquí los sindicatos. Y al decir esto no creo coincidir con el profesor Encina, si le entiendo bien. La jubilación no es ningún sacrificio altruista del viejo agotado a favor de la joven promesa. Para el relevo generacional están la vejez y la muerte, nada de altruismo. Tampoco el relevo laboral debe ser cuestión de altruismo, sino imperativo de ley, equitativa para todos. Pero si el relevo laboral no es altruista de parte del viejo, tampoco de parte del joven debería ser un quítate, que me toca; vete, o te machaco en mis evaluaciones; aprobado general, o largo de aquí. Esta hipotética actitud poco amistosa, de darse, sería por dejar que cada profesor decida si irse o quedarse, y eso no por unos semestres, sino durante un lustro o más, decisivo en el destino de los nuevos licenciados. Una situación que afecta mucho a la UPV en el futuro próximo. Así no es posible planificar de modo fiable, y el efecto será agónico, en el doble sentido de la palabra. Por lo visto, a la UPV le sobran profesores. Hay muy pocos alumnos por cada docente, lo que lejos de aliviar la tensión la aumenta, entre otras razones de validez general, por una exclusiva nuestra: el euskera... Vamos por partes. El cálculo de 13:1 alumnos por profesor será la media para toda la UPV, no lo discuto; pero a la hora de tomar medidas interesa más la desviación típica, o mejor aún, la ratio y rango de valores diferenciados por centros, facultades, departamentos. Ese esfuerzo estadístico, aunque incómodo e impopular, es imprescindible, si el remedio ha de ser algo más que la panacea y un cafelito para todos.Cierto que una Universidad digna del nombre tiene que ofertar un abanico de saberes; pero también ocurre que más de una superespecialidad se ha creado 'intuitu personae', no por demanda real y expectativa de mercado. Una buena parte de la Facultad de Ciencia y Tecnología no conoce esa bonanza académica de maestros sin aprendices -o de aprendices eligiendo maestro, que da como más positivo-. Por si fuese poco, y como no podía ser menos, el euskera entra en liza. «La institución académica necesita más profesores euskaldunes», rezaba otro titular en la misma página. Pues si de veras los necesita, y no hay por qué dudarlo, la solución sería abrir una oferta de empleo con ese perfil. Eso, a menos que dicho titular deba entenderse de otro modo: 'En la UPV sobran profesores no euskaldunes'; o puestos a hablar claro, en plan Kontseilu: 'Sobran los no euskaldunes'. Los no euskaldunes están de sobra cada vez en más sitios, si se trata de puestos remunerados; no digamos en la función pública. Pues bien, sin perjuicio de entrar otro día en este tema -si se me permite, claro está-, también esto del vascuence en las aulas tiene amplias desviaciones en las medias, y otra tela marinera. En una enseñanza superior, en una carrera doctoral y postdoctoral, lo difícil hoy aquí no es tanto encontrar euskaldunes como científicos y técnicos. Lo decía hace poco el doctor Kepa Urigoitia en este periódico, a propósito de médicos. Y estoy citando a un sindicalista; pero a uno que sabe que el enfermo no se cura con ensalmos, aunque sean de gran pureza lingüística. Si un lujo no debe permitirse nuestra UPV es prescindir de la excelencia académica y no reclutar a los mejores, sólo por no ser euskaldunes. Hasta hace pocos años, el Gran Satán a lanzar de la Universidad española, incluida la vasca, se llamaba 'endogamia'. Recuerdo el caso, aquí mismo, de un jefe de departamento que, en oposiciones que le afectaban, discretamente orientaba al tribunal soplándole que en la UPV el gran problema era la dichosa endogamia. Totalmente de acuerdo. Pero si se fijan ustedes, de poco tiempo acá esa palabreja casi ha desaparecido de nuestro léxico universitario. En algunos conjuros antiguos, un demonio malo se expulsaba con otro supuestamente amigo y de más categoría. Aquí igual: contra endogamia a la española, euskaldunización a la vasca. Primera víctima, lógicamente la misma, la excelencia.Dos palabras sobre prejubilación propiamente dicha. Con imaginativa, podría reinventarse aquí una vez más lo ya inventado en otras partes, una fase laboral prejubilar, a dedicación plena o parcial, según casos. Habrá quien prefiera soltar carga docente para seguir investigando. Habrá donde sea útil el desarrollo de programas audiovisuales creativos, cursos de postgrado, másters... No hay receta única. Mejor dicho, no hay receta. Lo triste sería pensar en un colectivo de agonizantes estresados, sin ilusión, amarrados al banco de la galera sólo por unos euros. O lo contrario, profesionales en plena forma, con derecho y ganas de cumplir hasta la edad legal, pero 'incentivados' para el abandono prematuro. Unos y otros con la mala (y probablemente errónea) conciencia de estar cerrando el camino a otros tal vez mejores, tal vez no, en todo caso jóvenes y euskaldunes.Bien prejubilados, mejor que emeritados, y con salario digno de quien sirve a la Administración vasca -plan de jubilación incluido-, donde la salsa no valga más que la perdiz, nuestros seniores podrían retirarse en paz y sin apremios, a leer el Catón Mayor ('De senectute') o hacer lo que les apetezca. Como el colega Germán, a quien auguro lo mejor en su nueva etapa de la vida.
jueves, mayo 24, 2007
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