jueves 10 de mayo de 2007
OLIGOANTROPÍA ESPAÑOLA
Antonio Parra
L as indias son lujuriosísimas, paren presto, mucho y bien, dice López de Gomara historiador de Carlos V en su Relación de Indias. Tal perspectiva “animó”, precisamente llaman al siglo XVI el siglo del amor, a no pocos españoles a cruzar el charco y luego corrió el rumor de que los hombres por allá eran algo sodomíticos y holgazanes- mejor nos lo ponen- en el cumplimiento de sus obligaciones de todo tipo y que para colmo practicaban el canibalismo en aquellas caponas que vio una vez Pizarro en un pueblo inca; dicen que la carne de cerdo es parecida a la de hombre. Lo primero que les enseñaban los misioneros era a Y ahora en ese viaje de ida y vuelta que es la historia ocurre al revés. Cuando estoy en la cola del Intercambiador me doy cuenta que el aserto profético es casi un dogma de fe. Y Bernal Díaz del Castillo, otro historiador del emperador, con su lenguaje cuartelero, afirma: “las indias nos decían cuando llegábamos a los poblados si dios nos lo dio es para que lo usemos” refiriéndose al sexo. La manipulación genética y esas noticias alarmantes que llegan de México sobre la normalización del aborto y la venta a cachos de trozos de feto (¿en qué mundo vivimos?) Precisamente donde los españoles vieron las primeras vacas corcovadas, el árbol del mtl, los cacuyos y el pájaro uncicilín, el más pequeño del mundo, puede suponer el holocausto de una civilización. Desde luego que España es un pueblo viejo que padece oligoantropía, al no nacer niños, pero la avalancha migratoria, de seguir a este paso, va a suponer el término de este país como nación. El problema es mucho más pavoroso que el del separatismo o el terrorismo. Mao lo dijo: “la bomba demográfica os estallará en vuestras manos”. O el pez grande se come al chico ¿Será un castigo de Dios? ¿Una de las siete plagas bíblicas? Pues parece que se cumple. La doctrina de la Iglesia al respecto que como creyentes, más que por imposición política por responsabilidad moral, hemos acatado me parece congruente: aquí cabemos todos si se practicasen medios anticonceptivos naturales y no abrasivos y si en este mundo la riqueza estuviera mejor repartida y no hubiera tantas injusticias sociales que es lo que determina la oscilación de la balanza migratoria, aparte de otros intereses estratégicos y geopolíticos de que las razas pujantes, disciplinadas, con un respeto profundo hacia la mujer se erigen en dominantes. El patriarcado romano fue devorado por los matriarcados godos, y Roma tuvo que promocionar la ley Popea para incentivar la natalidad cuando ya era demasiado tarde con los cascos de los caballos de resonando, Atila cabalgando hacia el Lacio. ¿Podría haber lugar para todos? O dicho de otra forma: la mesa de san Francisco donde comen cuatro comen cinco. Ardua solución que se enfrenta con los principios económicos del reparto del papel y de los bienes escasos. Pronto no habrá vituallas. Se desabastecerán las reservas de agua y los pantanos no podrán proporcionar suministro a las inmensas megapolis que crecen sin pausa. Ciudad de México alcanza ya los 22 millones. Las indias son fecundísimas como observó el capellán de Carlos V aquel clérigo soriano cuyos escritos releo estos días ojeando por internet el manuscrito que en la página de la Biblioteca Nacional y lo sigue siendo. Todas, con bombo. J. Gutiérrez me dijo en una ocasión que la mejor forma de combatir al infiel es teniendo muchos hijos. Yo he pagado el bautizo de cinco. Ya he contribuido con mi granito de arena a que no se derrumbe esta civilización. ¡Ah la ley del aborto no la trajo Zapatero! Aquí se abortaba también en tiempos de Aznar.
jueves, mayo 10, 2007
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