miercoles 1 de agosto de 2007
África y el cambio climático Josep Borrell
La interacción entre el cambio climático, la extensión de la pobreza, el crecimiento de la población y las dinámicas migratorias es una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo.
Dos imágenes la ilustran con fuerza dramática: la de los cayucos a la deriva tratando de llegar a Canarias y pagando su tributo de muertos en la travesía y la del lago Chad, que fue uno de los más grandes del planeta, y que ha perdido el 90 por ciento de su superficie en 40 años.
Hay una relación de causa-efecto entre esas dos imágenes. Los efectos del cambio climático van a afectar de forma especialmente grave a África y muchos de los casi mil millones de africanos van a tener que abandonar sus tierras.
No deja de ser trágico-irónico que África, que con menos del 13 por ciento de la población mundial sólo emite el 4 por ciento del equivalente CO2 de los gases de efecto invernadero, sufra especialmente, y sufrirá más aún sus efectos. Desgraciadamente, los sufrirá todavía más y sus niveles de pobreza limitarán su capacidad de adaptación.
El escenario que describen para África los expertos del Comité Intergubernamental sobre el Clima (GIEC) plantea la doble amenaza de la desertificación por un lado y las inundaciones por otro. Así, el cambio climático sería para África una máquina infernal de quemar los campos y hacer subir las aguas…
Un incremento de la temperatura de entre 2 y 6 grados podría aumentar el nivel del mar 50 cm, inundando la cuenca del Nilo, la casi totalidad de las del Senegal y el Congo, y la mayor parte de las ciudades del golfo de Guinea y el océano Índico. El 60 por ciento de la población urbana africana vive al borde del mar y unos 70 millones de personas sufrirían inundaciones costeras. La situación sería crítica para Lagos, por ejemplo, o para Tanzania, donde 50 cm de subida del mar implica inundar 2.000 km2.
Pero más graves aún, y más evidentes ya, son la sequía y la desertificación. La banda saheliana y las tierras altas del África oriental serán las más afectadas. En los últimos 30 años el Sahara se ha extendido 30 km hacia el sur y el caudal de los grandes ríos Níger, Volta y Senegal se ha reducido, así como la extensión del bosque primario de sus cuencas.
Un aumento de 2 grados de la temperatura implicaría una disminución del 30 por ciento en la producción agrícola del Sahel y del contorno mediterráneo. Pero no sólo en esas tierras que son ya sinónimo del desierto que avanza y empuja hacia el sur a personas y rebaños. En Kenia sería imposible cultivar te en más de la mitad de las tierras dedicadas actualmente a ello. Y en Uganda sólo se podría seguir cultivando café en las tierras más altas. Pero los cultivos más afectados serían los de cereales como el trigo, el arroz y la soja, productos básicos para la alimentación de las poblaciones afectadas. En algunos países, las cosechas pueden disminuir hasta un 50 por ciento y 200 millones de personas más sufrir hambrunas en los próximos 20 años.
Esos cambios climáticos aumentarán inexorablemente el éxodo rural, la concentración de la población en zonas que tengan la posibilidad de regar sus tierras y la densidad en ciudades del interior. Esos movimientos migratorios internos, que son ya hoy en África muy superiores a la emigración hacia el exterior, agravarán los problemas urbanos y sanitarios y acabarán incrementando la marcha hacia los países ricos de Europa.
Las dificultades para acceder al agua provocarán conflictos entre agricultores y ganaderos en zonas donde la población aumenta y los recursos disminuyen. Lo que ocurre en Darfur es ciertamente un ejemplo de lo que puede ocurrir a gran escala.
Y, finalmente, están los riesgos sanitarios producidos por la extensión del cólera, el paludismo y la disentería. Aparte del dinamismo de numerosas otras patologías (recuérdese que la canícula de agosto del 2003 aumentó el 60 por ciento la mortalidad en Francia, sobre todo debido a las enfermedades cardiovasculares y respiratorias) y de la modificación de la distribución en el espacio de los vectores portadores de enfermedades infecciosas.
Entonces, ¿qué se puede hacer? En primer lugar, anticiparse el máximo posible para hacer frente a las consecuencias desastrosas de un cambio climático que a medio plazo es inexorable, e informar a las poblaciones para que tomen conciencia y se preparen a las adaptaciones necesarias.
Según el GIEC, el aumento del nivel del mar podría costar a los países del gofo de Guinea el 15 por ciento de su PIB, mientras que las medidas preventivas costarían un 5 por ciento. También a escala mundial es cierto que más vale prevenir que remediar. Recuérdese que el informe Stern calcula que 1 dólar invertido hoy en combatir el cambio climático ahorra 5 dólares de pérdidas mañana. Pero es evidente que, aun si tuvieran los mejores gobiernos y la mayor estabilidad social, los países africanos carecen de los recursos necesarios para financiar las adaptaciones necesarias.
Algunas son de tipo político, como abrir las fronteras a los pastores del Sahel para permitir la circulación de sus rebaños, y no dependen más que de la voluntad de los gobiernos. Otras, como alejar la población de las zonas costeras, reconstruir las defensas naturales contra las inundaciones o promover especies agrícolas más resistentes, son muy costosas y África no las puede aplicar sola.
En cualquier caso, a corto plazo está ya escrito que las presiones migratorias van a aumentar. En buena medida, su éxodo lo habrán causado nuestras formas de consumo energético ecológicamente insostenibles, que transmiten sus efectos a través de un proceso invisible y lento de cambio climático.
Asi, la emergencia de lo que se puede empezar a llamar “refugiados climáticos” tensionará aún más los problemas de la inmigración en los países occidentales y planteará la enorme cuestión moral de su responsabilidad en el calentamiento del planeta.
Una responsabilidad menos evidente y perceptible que la del que prende fuego al bosque, pero igualmente efectiva en su origen y consecuencias.
josep.borrellfontelles@europarl.eu.int
miércoles, agosto 01, 2007
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HACE QUINCE AÑOS…LAS OLIMPÍADAS…
Josep Borrell y Magdalena Álvarez.
Por Rafael del Barco Carreras
Llovió tan ilimitado dinero sobre la ciudad que se palió, CASI, la catástrofe de PORCIOLES y el franquismo, surgiendo de nuevo la Barcelona de la burguesía de entre siglos. Pero apareciendo las prácticas constructoras habituales, el recorte de cemento y calidades, visibles en la Ciudad Olímpica antes de “entregada la obra”. Derrumbes, grietas, manchones de salitre, alturas que no permiten el tránsito de camiones ¡en el puerto!, y drenajes deficientes con sus inundaciones. Tras el gran precedente de lo achacado a la “aluminosis” (miles de pisos del franquismo apuntalados y derruidos), surge la simple “falta de cemento”, la chapuza, y se hunde el Carmelo donde en teoría estudios y métodos eran perfectos, se descubre que los presupuestos de mantenimiento no se han invertido donde debían o desaparecido, y los trenes, la electricidad, o el aeropuerto, carreteras (el terrible Eix Transversal), y las autopistas se colapsan recién inaugurados. Hasta las sofisticadas técnicas israelitas de las nuevas cárceles no funcionan, suministradas por un amigo de los Pujol. ¡Y ninguna detención, faltaría más!. Como con el 3% o 20%, la corrupción “técnica” está perfectamente institucionalizada. El “seny catalá” que tan hermosas fachadas supo diseñar se transforma en pura delictiva avaricia cuando aplica presupuestos. Interpelaciones en Parlament y el Parlamento de la Nación, y LA VERDAD, las muchas verdades de tanto desastre, no se sabrán nunca, JAMÁS, porque abarcan todo el panorama de “técnicos”, funcionarios, políticos de derecha o izquierda, amigos o enemigos, grandes constructoras y subcontratistas, con su gran o pequeña mordida de dinero negro. De nuevo Magdalena Álvarez Arza defenderá la Gran Corrupción barcelonesa, al igual que por los 80 con su Jefe Josep Borrell OCULTÓ Y NO DENUNCIÓ (y encima pasados los años justificó su silencio en la prensa) a sus amigos el Delegado de Hacienda e inspectores. Gestos, papeles, cifras, porcentajes, el “nosotros esto y lo otro” y el consabido “vosotros tenéis la culpa”. Más la música del eterno AVE, su Sagrada Familia, los alcaldes, los geólogos, las asociaciones de vecinos, los ecologistas y su ecosistema, los sindicatos y sus huelgas, y hasta los chorizos arramblando el cobre. A por subvenciones y presupuestos, ¡que paga Madrid!. Todos contra el AVE, y contra su tardanza.
Ya Milá quiso detener la Pedrera de Gaudí pero su mujer amaba más el arte que el dinero, y a su pesar, el hermosísimo monumento ha resultado más caro de mantener que una catedral gótica. La piedra no es la adecuada.
Yo presté poca atención a las Olimpíadas. Un juicio, por una urbanización en el que me declararon inocente, me retuvo dos meses en la cárcel de Gerona. Una terrible estancia en una celda con cinco gitanos y su guitarra. Pero fue peor el trato con la sicóloga, castigándome con cambio de módulo (la diferencia, cuatro o seis por celda, dos literas de tres con medio metro de separación) por no cumplir un baremo de “actividades” que el propio verano por vacaciones de los funcionarios y “técnicos” convertía en imposible. Y se me ocurrió escribir mi primera novela: “LOS 10…, 100…, y 500.000 MILLONES DE PTLOS. DE LA ROSA”, con más disgustos que un cambio de módulo. Los grandes triunfadores olímpicos, Samaranch, Pujol, Serra, Maragall, o los segundos en el podium, que en mi ingenuidad creía se derrumbaban, De la Rosa, Piqué Vidal, Pascual Estevill, me demostrarían como se aplasta una mosca cojonera.
A nadie le hizo maldita la gracia las aventuras amorosas del sesentón Antonio de la Rosa con el “je t´aime Antoine”, susurrado al oído, bailando en el Sporting de Montecarlo con una preciosa francesa que le traía de cabeza, pero que aquella noche le negó la entrada a su camarote. Estrategia femenina. O la desesperada reacción ante su despedida invitando al yate al anochecer a tres prostitutas “para él solo”. Por si alguno de sus multimillonarios descendientes se queja, tengo las fotografías (unas sospechosas fotos que ni de lejos inspiré). Tras también despedirme (aquello era inaguantable), pasado el tiempo supe que al día siguiente apareció el hijo Javier y familia, fraguándose el desastre que se me avecinaba (la propia francesa declararía contra mí en el juicio, sin nada concreto, suponiendo engaños y orgías). Y menos gracia anunciar la que sería la próxima gran estafa del club De la Rosa - Piqué Vidal, al que yo añadía Pujol, único personaje sin seudónimo, Gran Tibidabo - Port Aventura.
Mi abogado, Rucabado, fallecido el día antes de mi primer permiso, después de negadas una decena de peticiones faltándome unos escasos meses para entrar en “condicional” y hasta la libertad total, fue cáustico, “te has divertido pero lo estás pagando caro, y lo pagarás más”. Lo de escribir solo es rentable si se elogia al Poder, y la Gran Corrupción demasiado poderosa para lanzarse lanza en ristre a lo quijote contra los molinos. Pero a mí aquellos molinos me jodieron la vida, y entre aquellas paredes me pareció la mejor de las ocupaciones embestir a quien con los años se ha demostrado eran las más retorcidas y amorales mentes de la Gran Barcelona.
La novela no tuvo ninguna resonancia, aunque varías publicaciones, entre ellas El País, le dedicaran unas líneas. El País se portó bien, imprimió mi nombre, aun haciéndome secretario de Antonio de la Rosa. En otras referencias, solo “un preso” en pleno ataque vengativo. La distribuyeron por toda España, por la intervención del grupo Z (Interviú y el Periódico) de Antonio Asensio, cabreado por doscientos millones estafados por su financiero de los 80, pero reaccionaron a tiempo de detener la venta y a las órdenes de Maciá Alavedra, consellé de la Generalitat, se retiró de muchas librerías, hasta amenazando a la distribuidora, que contestaba “agotada la edición” a pesar de que años después comprobé una gran existencia de libros, cubiertos de polvo, en un almacén de San Boi de Llobregat.
Y Pujol ganó más elecciones, y los BILLONES de la Gran Corrupción se “coronaron”, en argot del narcotráfico, con la operación TACOS (consultar Internet). La detención de Piqué Vidal y sus hombres de paja, administradores de sus sociedades “ful”, instrumentales, dicen. Miles de “instrumentales”. El 26-5-2006. Solo unas horas, acusado de blanqueo. 2.000 kilos de cocaína, valor en la ciudad, 10.000 mil millones de las antiguas pesetas, y que generarían en toda Europa, mezclados y en papelinas, varias decenas de miles de millones, y un reguero de degenerados y muertos. No es la primera vez que en diligencias se mezcla su nombre, siempre en operaciones de gran calado, ni supuestamente la única operación. Se le detiene por orden del Juzgado n. 4 de la Audiencia Nacional, y las noticias, dicen, han intervenido Policía y Guardia Civil, pero con la insistencia de la DEA norteamericana. En Barcelona “tabú”, tras casi cincuenta años dedicados a la Gran Corrupción (con un bufete de hasta cien abogados y varios pequeños bufetes de apoyo). Tanto es así que cuatro meses después entra a cumplir la condena de siete años por extorsión y los “técnicos penitenciarios” de la Generalitat le sueltan a los dos meses. Será por librar de la cárcel al gran Pujol, y además por contribuir al PIB local. ¡Que gentuza!. Para rematar…me cayeron encima tres denuncias falsas y otras menudencias, que ya contaré. ¡Y ni de lejos soy la única víctima!, que cuanto más escribo, ahora en Internet, sin que nadie apague mis ordenadores, más descubro.
Han pasado quince años de la llama olímpica, y los grandes casos siguen pendientes, Hacienda con Núñez y el delegado Huguet, con De la Rosa…Gran Tibidabo…¿tendrá algo que ver en los retrasos el Presidente de la Audiencia Barrera Cogollos, amigo y compañero de Sala de Fernández Oubiña, íntimo de Piqué Vidal y Javier de la Rosa, con quien tanto departió en el oscuro rincón de la coctelería Ideal?.
Para más detalles www.elconsorcio.net
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