jueves 30 de agosto de 2007
Apuntaciones sobre el liderazgo político
Antonio Castro Villacañas
L IDERAR un partido político es tarea que exige empatía, compromiso y sacrificio. El líder necesita: a) comprender a las personas que integran su partido; b) gestionar la puesta en escena de sus deseos, sus esperanzas y sus reivindicaciones; y c) asegurar el cumplimiento de los objetivos parciales y finales. Nadie puede esperar de él, nadie debe exigirle, que se plantee el trágico dilema existencialista -ser o no ser- de Hamlet, pero sí el que afronte y supere los retos que continuamente le presenta la vida política. Un líder tiene que ser capaz de asumir los cambios y de dar adecuada respuesta a las demandas de sus seguidores. Por eso no es verdadero líder quien no acepte que cada día está obligado a demostrar que se esfuerza por llegar a serlo. El líder verdadero desea mejorar constantemente su liderazgo. Por ello cuida la calidad de su cotidiano trabajo, trata de ampliar su forma de pensar, procura comprender los puntos de vista de los miembros de su equipo, e infunde a sus colaboradores la necesidad de alcanzar una adecuada perspectiva para afrontar cada situación que se presente. De sobra sabe que para alcanzar el poder y permanecer en él lo más posible, el estado mayor del partido ha de prestar continua atención al ideario y las realizaciones de su empresa política, y muy especialmente a cada una de las personas encargadas de llevarlas a cabo. Para ejercer como líder, el político ha de centrarse en: 1) diseñar la nueva visión de la política nacional que su partido ha de propugnar cada vez que así lo aconsejen las circunstancias, teniendo muy en cuenta que la experiencia de lo pasado le permitirá atisbar antes y perfilar mejor los nuevos desafíos, e incluso aprovecharlos con eficacia. 2) incrementar a todos los niveles del partido el sentimiento de unidad y pertenencia al mismo, para lo que le será de gran utilidad el escuchar y atender al mayor número posible de sus más destacados miembros, urgiéndoles a que también ellos lo hagan con quienes sean sus más destacados colaboradores, a fín de que cada cual en su puesto tenga una mejor y más amplia percepción de lo que es y desea ser su partido, lo que contribuirá de modo eficaz a compartir y alcanzar sus metas. 3) formar y hacer formar equipos, a fín de que todos los militantes del partido tengan el mismo interés y el común propósito de superar cualquier reto. 4) motivar y premiar el aprendizaje y los logros, especialmente aquellos alcanzados sobre oportunidades y retos. 5) inspirar la convicción de que su partido logrará la victoria próxima, porque la razón y el sentimiento proporcionarán a los militantes la determinación necesaria para sobrellevar y superar las adversas circunstancias en que se encuentren o puedan llegar a encontrarse. 6) creer en sí mismo, ya que tan esencial confianza es requisito indispensable para poder impulsar a los otros -militantes, simpatizantes, dubitativos- a que le sigan en busca del futuro. 7) transmitir pasión por el resultado inmediato y por el definitivo, así como por el trabajo necesario para lograrlos, pues la fe y la energía que demuestre el líder sirven de ejemplo y acicate a cuantos componen su equipo y a todos los integrantes de su partido. La mayor parte de los políticos se han formado a base de asistir a muchas y diferentes representaciones de escenas políticas en ese gran coliseo que es la vida pública, al principio desde el último anfiteatro, más tarde desde el patio de butacas e incluso desde las candilejas... Quienes tengan vocación de líder han de ser flexibles y dinámicos desde que consigan pisar por primera vez la escena, mientras logran sucesivos ascensos y protagonismos, y cuando por fin alcanzan a representar la comedia o el drama que pueden darles el estrellato de su compañía. El político que logra ejercer el liderazgo de su partido no debe por eso pensar que ya llegó a la cumbre, pues aún le queda el reto de liderar a toda su ciudad, toda su provincia, toda su comunidad o toda su nación, según sean sus méritos y aspiraciones, por lo que en cualquier caso sus tareas más indispensables seguirán siendo las de seguir aprendiendo, saber evolucionar y desarrollarse. De igual modo que resulta muy difícil el que tengan sentido y éxito las comedias o los dramas con un solo actor en escena, pues por regla general carecen de la riqueza y la amplitud de matices convenientes para captar y emocionar al público, tampoco es fácil que logren triunfar los partidos basados en la bondad o las cualidades de un sólo líder. Así como en el teatro cada actor es líder de su propio papel, en los partidos cada dirigente ha de saber liderar la parte de mando que tiene a su cargo; pero tanto el uno como el otro, actor y dirigente, han de tener siempre bien presente que en su compañía o partido hay otras varias personas capaces de reemplazarles en cuanto sea necesario. Cierto es que ni todos los actores ni todos los dirigentes son iguales, por lo que ninguno de ellos representa su papel de la misma forma, pero no menos cierto es que existe una serie de valores que han de compartir cuantos aspiren a destacar en el difícil arte de ejercer cualquier clase de mando: a) fuerza de carácter; b) visión y pensamiento tácticos y estratégicos; c) empatía; d) flexibilidad; y e) creatividad. En la escena teatral, la decisión de cambio está en manos del director de la compañía, que sustituye una obra y un actor en cuanto percibe que al público ya no le gustan. El público es también quien decide en la escena política si debe o no producirse un cambio de actores o de obras. Por eso el político debe estar siempre atento a cuanto suceda en la escena pública, pues la mayor parte de las veces en cada momento, no solo en los decisivos, surge la oportunidad de lograr el éxito, y en política resulta muy raro que si se desaprovecha una oportunidad vuelva a presentarse otra. Para apropiarse y disfrutar de la que tiene ante él, no debe titubear el político en ejercer su liderazgo -absoluto o relativo-, a fin de que su equipo pueda aportarle toda su creatividad y todo su talento. El liderazgo de un político, sea cual sea su nivel o su rango, está sometido a un constante examen desde el momento en que aparece en la escena públíca como representante de un proyecto de convivencia. Es el público quien a diario y de vez en cuando le califica y puntúa. De esta manera el propio político, sus amigos y sus adversarios pueden hacerse una idea de si se va haciendo o no realidad su proyecto de mejora o transformación política. Lo cierto es que día a día y no solo de vez en cuando se resiente o se afirma la confianza del público (el pueblo) en la compañía (el partido) que está representando sobre el escenario (teatral o político) esta o aquella comedia, este o aquel drama... Si no hay un buen líder, si no existe un buen director de escena, de poco vale que existan buenos actores, porque el líder -además de ser uno de los protagonistas de la obra- tiene que ser un modelo de actuación para sus compañeros. Cada día estrenan los partidos en la vida pública sus proyectos de dramas o comedias. Cada día han de pasar el pertinente examen, para el que -aun siendo siempre provechosos- de poco valen los logros del pasado. Lo que de verdad le importa al público es alcanzar la meta soñada, pero sobre la base de ser mejores cada día. Los políticos y los partidos nunca deben olvidar que su principal tarea consiste en satisfacer cuanto antes y de la mejor manera posible los ideales y las necesidades de un público que se renueva y cambia en cada subida de telón. Un partido político es, en cierta manera, una especie de compañía teatral, una suerte de empresa dedicada a darle al público diversión y alimentos de muy diversa índole, material y espiritual, según los casos. Para ello debe reunir toda clase de personas, relaciones, caracteres y conocimientos. Su líder tiene que ser el más capaz de conseguir que todo ello funcione día a día y muy especialmente cuando llega un determinado momento: el periodo que precede a las elecciones. ¡Atención! ¡Todo el mundo preparado! ¡Último aviso! ¡Que apaguen las luces! ¡Arriba el telón! ¡Ese líder, a escena!
jueves, agosto 30, 2007
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