jueves, agosto 30, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Corrido mexicano

viernes 31 de agosto de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Corrido mexicano
Mi padre fue un peón de hacienda, y yo un revolucionario, mis hijos pusieron tienda y mi nieto es funcionario. Y por eso mismo, quién más posibilidades tendría de ser político gallego en esa estirpe que nos describe el corrido mexicano es el nieto. Tanto el peón, como el revolucionario, como el tendero, quedarían abandonados a su suerte al dejar el cargo. El nieto cobraría un plus y podría por ello desempeñar feliz el cargo sin preocupaciones.
Lo que relata la copla es cómo nace ese invento genial y perverso que se llamó Partido Revolucionario Institucional, engendro consistente en funcionarizar una de las revoluciones más apasionantes de la historia, plena de actos heroicos y personajes a mitad de camino entre la realidad y la leyenda. Entre el abuelo zapatista y el nieto burócrata, la gesta se desvanece, a manos de una clase política tan intocable como los regidores semidioses del imperio azteca.
Aquí estamos consagrando una casta de Moctezumas. Sin necesidad de que llegara este plus en favor del funcionario-político, o del político-funcionario, escaños, mesas del Consello de la Xunta, altos despachos de consellerías, ya se habían llenado de gente oriunda de la función pública y despoblado de profesionales liberales.
No es que la política no sea atractiva para un carpintero, una taxista, un trabajador de Citroën, un abogado con bufete, o la ingeniera de un consulting. Sucede que la política es para ellos un lujo que no se pueden permitir. No pueden abrir un paréntesis en su vida profesional para regresar como si nada al cabo de unos años, quién sabe si maltrechos por las crueles refriegas.
En definitiva, la gente con vocación política que vive extramuros de la administración tiene que aguantarse las ganas porque nadie le da un plus de ex combatiente, como el que ahora se estipula en Galicia. Sindicatos y colectivos varios ya se están encargando de subrayar el coste monetario de la medida, su carácter abusivo, etc.
Hay otro aspecto de gran trascendencia, que es que la política se hace todavía más funcionaria, se cierra en la práctica para quienes trabajan para la administración (con sus impuestos), pero no viven de ella. O sea, que de alguna forma se instaura un Partido Revolucionario Funcionarial, formado por funcionarios que se reparten por las diferentes siglas, gozando de idénticos privilegios a la hora de su retiro.
Ya puestos a ampliar los beneficios de la ley, ¿por qué no se amplían a cualquiera que desee participar en la política, aunque no sea funcionario? Ese empleado o esa abogada que se sienten llamados a servir a su país, pero temen quemar sus naves en el empeño, tendrían que ser recompensados con otro plus civil, instalados en un amplio consejo cuyas funciones no sería dificil inventar, dotados con un fondo de pensiones extraordinario, qué sé yo.
Si no se hace algo así, que nadie venga después quejándose de que la gente se aleja de la política, o de que es difícil encontrar personas que quieran comprometerse en un cargo. No es un compromiso, sino casi un suicidio profesional el que cometería un no funcionario que diera el paso al frente. El principio de que todos somos electores y elegibles es una falacia cuando hay un plus para unos y no para otros.
Todos los partidos se han conjurado para establecer en Galicia un numerus clausus en el acceso a la política. Forman un PRI galaico que podría aprovechar, levemente modificado, un himno clásico. ¡Agrupémonos todos, en la paga final!

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