vieres 31 de agosto de 2007
¿Rajoy quiere ganar?
POR M. MARTÍN FERRAND
CUANDO el PP quiere oscurecer sus mensajes y procurar que no resulten comprensibles sus decisiones, suele hablarnos a través de Gabriel Elorriaga, una de esas lumbreras que anidan en los partidos políticos y cuyo mérito reside en no haber cometido nunca ningún error a base de no haber intentado jamás ninguna conquista. No es mal método. No genera entusiasmos, pero tampoco promueve rechazos. Ahora, cuando tras las vacaciones Mariano Rajoy ha vuelto a su despacho, parece obligado a demostrar actividad y, ¡zas!, Elorriaga nos anuncia una convención del PP para el mes de enero. Las convenciones de los partidos políticos en los que no hay vida más allá de su aparato no son como el Juicio Final. Ni los ángeles tocan la trompeta ni sucede nada extraordinario. Sólo ocurre que, multitudinariamente reunidos, se alaba al jefe y, entregados a la autocomplacencia, se entonan hurras y cánticos entusiastas.
Cuando los partidos quieren hacer, o decir, algo enjundioso y trascendente organizan congresos; pero eso, que exige cambios en la cúpula y análisis en los postulados, es una lata. Tiende a poner en evidencia la falta de democracia interna que, contra el mandato constitucional y en perjuicio del espíritu representativo, experimentan los grupos que, con mayor o menor éxito, ocupan los Parlamentos. Rajoy acudirá a las próximas elecciones con el mismo equipo directivo con el que perdió las anteriores. Podría tratarse de un heroico ejercicio de humildad, de una valiosa muestra de perseverancia o, más sencillamente, de un nuevo caso de la españolísima aceptación de lo malo conocido y el rechazo a lo bueno por conocer.
Una convención en vísperas electorales puede ser una pirueta propagandística capaz de mover voluntades indecisas y afianzar criterios dubitativos, pero si sale el tiro por la culata, algo que depende más del estado de la escopeta que de puntería del tirador, es una ocasión magnífica, por la exhibición de las contradicciones internas, para el lucimiento de los adversarios. En ocasiones como esta parece que Rajoy y sus sabios de cabecera no buscan la victoria en las próximas legislativas. En la oposición, sin responsabilidades mayores, se vive tranquilo y quedan para los demás los sobresaltos. Ser heredero de una política hueca, meramente gestual, como la desarrollada hasta ahora por José Luis Rodríguez Zapatero, no es una bicoca; pero, ¿en qué consiste el juego democrático?
Rajoy, que no es un tiburón de la política, avanza, cuando no retrocede, despacito y acompañado de rémoras. Eso está muy bien para un acuario, pero en el océano de la realidad parece temerario. Las rémoras abandonarán la formación cuando la sustancia nutricia sea escasa y, para entonces, ya habrá cundido el desánimo entre quienes, en el centro del PP, saben, quieren, pueden y esperan turno mientras el líder dilucida si es mejor no hacer nada o estarse quieto.
viernes, agosto 31, 2007
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