jueves, agosto 30, 2007

Dario Valcarcel, Turquia y el triunfo de Gül

jueves 30 de agosto de 2007
Turquía y el triunfo de Gül

POR DARÍO VALCÁRCEL
LA elección de Abdulá Gül como jefe del Estado puede significar tres cosas: triunfo de la perseverancia, afirmación del islamismo moderado y avance hacia la Unión Europea. Hasta hoy, Gül desempeñaba la cartera de Asuntos Exteriores, pero era mucho más que un ministro.
El nuevo presidente ha sido elegido a la tercera votación: la cámara no le dio los suficientes votos en las dos primeras, y eso da una cierta idea de balance institucional. Leemos que las tres primeras instituciones -presidencia, primer ministro, parlamento- han caído en manos de los islamistas, y eso no es exactamente así. Aún hoy, la primera institución turca es el Ejército. El legado de Mustafá Kemal actúa con advertencias constantes, sobre todo en momentos de crisis, y volverá a actuar. Pero no quizá con un nuevo golpe de estado (ha habido tres entre 1960 y 1980, siempre con regreso del pluralismo civil). El peso militar en la política interior tenderá a decrecer.
Tampoco es cierto que el islamismo domine la sociedad turca. En Turquía no existe el islamismo como bloque. Existen corrientes islámicas, sin duda la más fuerte, la corriente liberal-conservadora, europeísta, decidida a mostrar, con el tiempo, por qué islam y modernidad democrática son compatibles. Gül y Erdogan son los símbolos de ese islam, llamado a evolucionar en sus tendencias aun más que en sus líderes (siempre frágiles aunque jóvenes, Erdogan 53 años, Gül 56).
En los siglos XVII y XVIII, Europa dio un salto filosófico para probar que las ideas, en ocasiones, más que el dinero o las armas, deciden el destino de los pueblos. Primero Descartes y Bayle, después Locke, Leibnitz o Voltaire, éstos bajo la influencia de un pensador de origen israelo-portugués, Baruc Espinoza, rompieron con la oficialidad terrenal de las religiones occidentales. El rey cristianísimo o la majestad católica dieron paso a repúblicas o monarquías laicas. Originalmente, laicismo nunca significó menosprecio de la religión sino interiorización de las creencias.
Turquía actúa hoy como avanzada de la religión islámica en la demostración de que la reforma no sólo es posible sino acelerada. Turquía no es árabe y este es un dato clave. Tampoco lo son las sociedades de Malaisia, Paquistán o Indonesia, de mayoría musulmana. Muchos historiadores, desde Toynbee a Bloch, creen que las religiones monoteístas no son bloques sino mundos caleidoscópicos, con fuertes corrientes centrales, claro está. Se insiste, y es cierto: sin el cristianismo de la alta edad media, el saber griego y el derecho romano difícilmente hubieran sobrevivido. La ayuda de los seguidores de Muhamad, luego llamados mahometanos, fue decisiva para la filosofía, la teología, la matemática, la astronomía, la medicina nacidas en la Grecia del siglo IV a. de Cristo. ¿Quién puede sostener que las religiones perderán influencia si se circunscriben a la intimidad personal? ¿No influyeron en Adenauer o Franklin Roosevelt? ¿O en Ben Gurion o el pandit Nehru? La fuerza de la esperanza frente a la definitiva desaparición sigue presente en los hombres y en los pueblos. Más fuerte aún si la duda, inevitable, ocupa su lugar frente a la infalibilidad.
Somos aficionados a las fórmulas superficiales, pronto vacías de contenido: los juegos de palabras sobre democracia cristiana europea e islamismo turco son recursos fáciles destinados a la simplificación. La determinación de los turcos y sus líderes, llamados a negociar como franceses o alemanes, es visible. Dos datos: el estado sumergido, opaco, el deep state, vinculado a la derecha dura, no dominante en el ejército, fue responsable según se sabe hoy del asesinato, en enero, del editor liberal Hrant Dink, de origen turco-armenio. Los problemas étnicos siguen obsesionando a la sociedad turca. Segundo hecho: la fuerza económica de Turquía se abre camino en Europa. Salvo Noruega, europeos y turcos carecen de grandes reservas de hidrocarburos. Por eso los gasoductos y oleoductos cuentan. Lo hemos escrito este verano, el oleoducto que une Caspio y Mediterráneo, desde Baku a Ceyhan, opera desde 2006. Las inversiones exteriores rondaban los 1.000 millones de dólares en 2004. Pasarán de 16.000 millones en 2007.

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