jueves 30 de agosto de 2007
Hablemos de su libro
Juan Urrutia
F RANCISCO UMBRAL ha muerto y su recuerdo, en un país que lee tan poco, está ligado más a una frase televisiva que a su obra. Sin embargo, si preguntamos a cualquiera de qué libro deseaba hablar don Paco en aquel programa de Mercedes Milá, pocos nos sabrán decir que se trataba de La década roja. Un libro de trescientas setenta y nueve páginas y veintiún centímetros de altura, sin ir más lejos. Así comenzamos a cumplir la voluntad expresada en aquellas famosas palabras: “he venido a hablar de mi libro y no de lo que opine el personal, que me da lo mismo porque para eso tengo mi columna...” Hablemos pues de su libro. Con ese característico estilo, fiel reflejo de su persona, narra lo que fue la España del socialismo, de aquellos años en que todo el mundo sentía ilusión y regocijo hasta que dejó de sentirlos por hechos que todos recordamos. Un desencanto expresado con la propiedad de la frustración personificada en unas patillas blancas. Es un relato donde lo político y lo social se unen en una extraña mezcolanza aderezada con pimienta verbal y la expresión de la propia visión de las cosas a través de dos gruesos cristales. Es por ello que según quién lo lea la reacción puede ser positiva o negativa pero en ningún caso hará acto de presencia el pertinaz aburrimiento. Saliendo un poco del libro en sí, resulta interesante ahondar en las influencias que moldearon a este periodista. Prolífico literato y columnista fueron autores como Quevedo, Inclán o Juan Ramón Jiménez, entre otros, los responsables de ese carácter cruelmente sensible que transmitía a sus escritos. Él mismo decía a este respecto que: “Solo robando de otro se aprende a escribir, y, por eso, la literatura está entre los delitos comunes.” Crítico con la religión, la sociedad, la política e incluso su propio gremio, el periodismo, fue demandada su presencia en multitud de programas televisivos a causa de la expectación que despertaban sus apariciones públicas debido a controvertidas declaraciones que en alguna ocasión rozaron la misoginia. No pocas fueron las entrevistas durante las cuales respondió con una sinceridad delictiva haciendo gala de una gran capacidad para expresar opiniones o sucesos de su vida que a cualquier otro le hubiera sonrojado contar. En definitiva, lo verdaderamente popular no era su persona sino el personaje, propio de una novela, que representaba ante los medios. Ha fallecido un madrileño irrepetible que nos legó infinidad de obras literarias entre libros y artículos. El mundo seguirá adelante a partir de ahora sin Francisco Umbral y lo hará como hasta ahora, en medio de una imparable demencia global, porque como dijo Umbral “el caos no tiene remedio”.
jueves, agosto 30, 2007
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