jueves, agosto 30, 2007

Luis Hernandez Arroyo, El giro a la izquierda de los organismos internacionales

viernes 31 de agosto de 2007
FMI y OCDE
El giro a la izquierda de los organismos internacionales
Cierto es que estos gigantes, perdido hace décadas el papel para el que fueron creados, llevan años pidiendo a gritos un cierre compasivo, pero a nivel doctrinal mantenían una cierta dignidad.
Luis Hernández Arroyo

Los prestigiosos informes que emitían anualmente el Fondo Monetario Internacional y la OCDE han cambiado radicalmente en muy pocos años. Cierto es que estos gigantes, perdido hace décadas el papel para el que fueron creados, llevan años pidiendo a gritos un cierre compasivo, pero a nivel doctrinal mantenían una cierta dignidad. Grandes economistas de entonces, que conservan íntegro su prestigio todavía (Michael Mussa, Kenneth Rogoff o Raghuram Rajan, por ejemplo), han sido convenientemente sustituidos por otros. Aquellos eran clásicos en el sentido de que priorizaban lo que desde siempre ha sido el paradigma de la inmensa mayoría de los economistas: el crecimiento y la estabilidad.
Ahora las prioridades han cambiado y la preocupación en los últimos informes de ambos centros son la distribución no equitativa y su corrección, el calentamiento global y las medidas para frenarlo, los "negativos" efectos del avance tecnológico, las "secuelas" de la globalización, las bondades de un salario mínimo legal o de la educación pública, etc. Es decir, la negación de lo que antes se enseñaba en las facultades como el sine qua non de la economía. El lector no tiene más que comprobarlo por sí mismo, comparando un informe de, digamos, antes del 2000 y el más reciente. Se encontrará con un giro sorprendente hacia esas nuevas recetas, a la par que un gran retroceso en la claridad: la mentira necesita arroparse de mucha confusión. Téngase en cuenta la gran difusión en todos los ámbitos mundiales que tienen estos informes, que en muchos sitios son el ABC de la estrategia de los gobiernos locales, que así se ven autorizados, en razón de unos objetivos políticos, a intervenir aún más en sus economías. Pues, en definitiva, se trata de eso: menos economía y más política.
Esto es el signo, uno más, del abandono del paradigma surgido a finales de los 80, cuando se liberalizaron los mercados financieros y comenzó la ahora llamada globalización, tras el impulso que supusieron los exitosos gobiernos de Reagan y Thatcher y la caída del muro de Berlín. Por un momento se pensó ingenuamente que la libertad económica iba a extenderse sin restricciones a todos los rincones, y ciertamente donde llegó trajo la prosperidad: Corea, Taiwán, China, los países liberados del yugo soviético, etc., mostraron que la libertad económica era rentable. Por un extraño efecto boomerang, el prestigio debido a esa experiencia se volvió en contra. Ahora, pasamos a recomendarles desde las más altas instancias internacionales otros objetivos más "sociales", que viene a ser como decirles que ya han crecido bastante, y que deben dedicarse a distribuir, subvencionar, gastar y cargar impuestos.
Este sorprendente giro hacia unas recetas sesgadamente intervencionistas no tiene base académica alguna: no es un nuevo paradigma coherente que, erróneamente, diga que los fallos del mercado deban corregirse con intervención y gasto estatal, sino un esquema político antiliberal y favorable al aumento del sector público en todas las decisiones reservadas al ámbito privado, desde las tecnológicas a las educacionales. Un paso más hacia la proclamación del tutelaje del individuo por el Estado que ahora está en la onda de la moda.
Por cierto, por casualidad o por sintonía con esa moda, ya se oyen voces que piden la intervención de los poderes públicos para solucionar la crisis financiera. Ciertamente, estas voces serán tanto más fuertes cuanto más timoratos sean la FED y el BCE en asumir sus responsabilidades.
Si algo han demostrado los últimos años de fuerte crecimiento mundial es que esta nueva actitud lleva directamente al recorte de la libertad, al estancamiento mundial y a frenar el cierre del bache de los países pobres hacia los ricos. Más hambre en las zonas de hambruna, en definitiva.

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