viernes 31 de agosto de 2007
Guerra de Irak
Las verdaderas lecciones de Vietnam
Error. La "guerra de Vietnam" estaba relacionada con Vietnam si usted tenía la mala fortuna de vivir en Saigón. Pero si usted vivía en Damasco o Moscú o La Habana, la guerra de Vietnam tenía que ver con Estados Unidos.
Mark Steyn
George W. Bush pronunció un discurso sobre Irak la semana pasada en el que hizo algo que se echaba de menos desde hace tiempo: intentó apropiarse de la analogía histórica para todo más preciada para la izquierda. De hecho, Vietnam es tan omnipresente en las filípicas de políticos, profesores universitarios y columnistas que lo cierto es que podríamos recurrir a la legislación antimonopolio para protegernos de tan desgastado precedente histórico. Pero, mientras eso no suceda, el presidente ha determinado que al menos podríamos aprender las verdaderas "lecciones de Vietnam":
Entonces como ahora, la gente argumentaba que el verdadero problema era la presencia de Estados Unidos y que si simplemente nos íbamos de alli, la matanza terminaría. Muchos argumentaron que si nos marchábamos no habría consecuencias para el pueblo vietnamita. (...) Un columnista del New York Times escribió algo parecido en 1975, justo cuando Camboya y Vietnam caían frente a los comunistas: "Es difícil imaginar cómo no podrían mejorar sus vidas sin los americanos". Un titular de esa reportaje, escrito desde Phnom Penh, zanjaba la discusión: "Indochina sin los americanos: para la mayor parte, una vida mejor". El mundo descubriría exactamente lo caras que serían estas erróneas impresiones.
Yo no sé "el mundo", pero aparentemente una gran porción de Estados Unidos se cree aún estas "erróneas impresiones". En palabras del New York Times, "Al instar a los americanos a continuar en Irak, Bush está desafiando la memoria histórica de que la salida de Vietnam tuvo pocas repercusiones negativas para Estados Unidos y sus aliados".
Bueno, en realidad sí hubo unas "pocas repercusiones negativas" para los aliados de Estados Unidos en el sur de Vietnam, que enseguida fueron aplastados por el norte. Y tuvo una "repercusión negativa" para el ex primer ministro camboyano, Sirik Matak, a quien el embajador norteamericano ofreció asilo. "Desgraciadamente, no puedo irme de una manera tan cobarde – le respondió –. Nunca creí ni por un momento que tendría esta idea de abandonar a un pueblo que ha elegido la libertad. (...) Cometí el error de creer en vosotros, los americanos". De modo que Sirik Matak se quedó en Phnom Penh y un mes más tarde fue asesinado por los jemeres rojos, junto con 2 millones de personas más. Ya que parece que los nombres de aliados concretos no permanecen mucho tiempo en la "memoria histórica" del New York Times, sería de desear que al menos la pila de millones de cadáveres lo hiciera.
Pero quizá es que esa gente lejana de aspecto exótico no sea lo que los mandamases del New York Times califican de verdaderos "aliados". Como consecuencia de Vietnam, los comunistas engulleron de golpe grandes parcelas inmobiliarias por todo el mundo y se acercaron más que nunca al patio trasero de Estados Unidos. En Granada, Maurice Bishop derrocó al primer ministro Sir Eric Gairy: fue el primer golpe de estado de la historia en las Indias Occidentales británicas y, en un giro ligeramente surrealista, llevó a que la Reina Isabel presidiera un Gobierno Revolucionario del Pueblo. Había "asesores" cubanos por toda la isla, como había tropas cubanas por todo África. Porque lo que se perdió en Vietnam no fue sólo la guerra, sino la credibilidad norteamericana. ¿Los británicos satisfacen los requisitos para ser considerados verdaderos "aliados" por el Times?
La captura argentina de las Islas Malvinas tuvo lugar porque el general Galtieri supuso que si los comunistas se iban de rositas tras toda esa adquisición de territorios, ¿por qué no iba él a quedarse con una parte del pastel? Después de todo, si la supuesta superpotencia yanqui no tenía agallas para aguantar las rutinarias provocaciones de su enemigo jurado, el inofensivo león británico ciertamente no reuniría la voluntad de defender unas pocas islas sin importancia en el Atlántico Sur. "Occidente" en conjunto estaba infectado por la falta de credibilidad de Estados Unidos. Gracias a Thatcher, Galtieri perdió la partida, pero sin duda le debió parecer un éxito seguro en la primavera de 1982, después de Vietnam y el expansionismo soviético y la humillación de la chapucera misión de rescate de Jimmy Carter en Irán (los helicópteros en el desierto y los ayatolás pisando y golpeando los cadáveres de los efectivos norteamericanos en televisión).
La victoria americana en la Guerra Fría puede parecer inevitable retrospectivamente. Pero no era eso lo que se creía en los años 70. Y, como Irán nos recuerda, la retirada de Vietnam dejó como herencia perdurable el que los demás enemigos de Estados Unidos se envalentonaran. Las fuerzas desatadas en Oriente Próximo vienen molestando hasta la fecha, en Irán y en el Líbano, que Siria invadió poco después de la caída de Saigón y después de que su dictador hubiera dicho despectivamente a Henry Kissinger: "Habéis traicionado a Vietnam. Algún día venderéis Taiwán. Y estaremos por aquí cuando os canséis de Israel."
El presidente Assad comprendió algo que muchos norteamericanos no entendían. Entonces, igual que ahora, el debate pacifista se dirige como si solamente cambiara el lugar en el que luchas: Vietnam es un atolladero, Irak es una atolladero, de modo que salgamos del atolladero. Error. La "guerra de Vietnam" estaba relacionada con Vietnam si usted tenía la mala fortuna de vivir en Saigón. Pero si usted vivía en Damasco o Moscú o La Habana, la guerra de Vietnam tenía que ver con Estados Unidos: con su credibilidad, con su propósito, con su voluntad. Para nuestros enemigos hoy, aún se refiere a eso. Osama bin Laden hizo la apuesta de que no responderíamos al 11-S, porque esa es la naturaleza de este sucedáneo de superpotencia regordeta y blanda que se enrolla en posición fetal si le pinchas un dedo del pie. Hasta republicanos como el senador John Warner parecen impacientes por confirmar la caracterización de bin Laden.
Dependiendo de a qué americano pregunte usted, Vietnam puede significar cosas completamente distintas. Para el New York Times y las personas con las que sus periodistas cenan, tuvo "pocas repercusiones negativas". Y no es sorprendente en absoluto que sus periodistas piensen eso cuando su editor, Pinch Sulzberger, en un discurso de apertura el año pasado que es casi una parodia de narcisismo provinciano sesentero, aún se hacta y presume tres décadas después del papel de su generación a la hora de poner fin a la guerra.
Joseph Nye, decano de la Kennedy School of Government de Harvard (que es al parecer una especie de institución elitista a la que la gente paga muchos miles de dólares para recibir doctrina de académicos de peso como el profesor Nye), dijo en la radio pública la semana pasada: "Después de que nos fuéramos de Vietnam, quienes asumieron el control fueron los norvietnamitas. Y ese era un Gobierno que preservaba el orden". Cierto, siempre y cuando se entienda eso de "preservar el orden" como "conducir a una enorme marea humana a lanzarse al océano en pequeñas balsas raquíticas y huir por su vida".
Pero, si usted no es una persona afectada y obsesionada consigo misma como Sulzberger, Vietnam no es una "tragedia" sino una traición. La imagen final del drama –los helicópteros norteamericanos despegando del tejado de la embajada con locales desesperados agarrándose al tren de aterrizaje– no sólo es una imagen de derrota, sino de los lamentables abandonos necesarios para lograrla. Al menos en Indochina, aquellos que tanto se equivocaron –los John Kerry y las Jane Fonda y todos los demás– podrían afirmar que no tenían ni idea de las consecuencias que iba a provocar. Pero hacerlo todo de nuevo con total conocimiento de lo que vendría después convertiría una aberración en un patrón de comportamiento.Mientras los Sirik Matak de Bagdad afrontan la elección entre quedarse o languidecer en las exiliadas y amargas noches de los nuevos restaurantes de inmigrantes iraquíes de Londres y Los Ángeles, ¿quién será aliado de Estados Unidos en los próximos años? El dictamen del profesor Bernard Lewis será evidente en sí mismo: " Estados Unidos es inofensiva como enemigo y traidora como amigo".
© Mark Steyn
jueves, agosto 30, 2007
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