jueves 30 de agosto de 2007
La Izquierda Caviar Luis Racionero
Una izquierda que vota con los obreros y cena con los burgueses, que ama al pueblo pero evita compartir su suerte. Así define a ese grupo Laurent Joffrin director del Nouvel Observateur. Existe en varios países: en Alemania se llaman Toskaner Fraktion porque veranean en Toscana, en Inglaterra Champagne Left, en U.S.A. Fith Avenue Liberals porque viven en el mejor sitio de Nueva York. Se deja a los españoles: Divine Gauche o PCC, Partido Comunista de Cadaqués, aún en activo.
Joffrin narra como esa izquierda con dos caras ha sido muy útil a la izquierda de verdad, y como está dejando de serlo porque es la propia izquierda que ya comienza a desaparecer. Pronto no habrá gauche ni divina ni humana porque lo que la izquierda reivindicaba en el siglo XIX lo consiguió en el XX y cuando un partido consigue lo que quiere, se queda sin programa y se muere de éxito.
El problema difícil que tiene ahora la izquierda es convencer a los electores de que su programa es distinto al de la derecha. Le cuesta mucho, porque no lo es. Y para diferenciarse de la derecha recurre a flecos sociológicos como casar a los gays y meterse con la iglesia. En lo fundamental: las políticas económicas y sociales, el estado del bienestar, la política exterior menos ochenta soldados en Irak (que pasaron a Afganistán), son idénticas.
La izquierda tuvo razón y fue imprescindible en el siglo XIX para defender al proletariado de la explotación burguesa, pero en el siglo XX el proletariado interno se ha convertido en burguesía, y el proletariado externo —los inmigrantes— tiene derecho a la Seguridad Social y la educación gratuita.
Otra forma de diferenciarse es en el talante: y aquí o sea, en España, la derecha está empeñada en facilitarles las cosas: se dedica al griterío, la crispación, los malos modos; todas ellas, cosas totalmente innecesarias y contraproducentes porque el debate se fija en los modales y no se centra en la falta de propuestas de la izquierda, que es lo notable. ¿Acaso los votantes españoles no son capaces de entender este agotamiento de las ideas de izquierdas? ¿No sería más sensato hablarles de esto en vez de pedir dimisiones (que también) o arrojar culpas y atentados terroristas a la cabeza del adversario?
Necesitaríamos una droite caviar que hiciese lo que la gauche caviar supo hacer tan bien: meter ideas en la cabeza de sus políticos.
jueves, agosto 30, 2007
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