viernes 31 de agosto de 2007
A los familiares de Puerta
Estimados amigos (ruego me concedáis la licencia en el trato, aunque no os conozca personalmente). Creo poder entender vuestros sentimientos de manera muy cercana. Mi familia también sufrió la pérdida de alguien insustituible en un campo de fútbol. Fue el pasado 6 de mayo, en el Bernabéu, precisamente durante el partido R. Madrid-Sevilla (qué ironía). En concreto, a mi padre, Julio, se le desencadenó súbitamente un derrame cerebral casi al final de la primera parte (ese dichoso 0-1....). Las imágenes de los equipos de emergencia llevando en volandas a Antonio al hospital Virgen del Rocío, necesariamente me trajeron el recuerdo de mi padre, siendo conducido a toda velocidad, por el Sámur del estadio, al hospital de La Paz en Madrid.
Aparte de reabrir una reciente herida, todo esto me ha provocado un sentimiento «agridulce». ¿La parte agria? Obvia. La muerte de un chaval de 22 años con toda una vida por delante y al que su pequeño no podrá conocer en persona. Mi padre tenía 61 años cuando le sobrevino el inesperado desenlace. Aún tenía mucho por hacer, aunque tan sólo mencionaré su devoción por sus nietos: Alejandro (4 añitos) y Cesar (3 añitos), a los que transmitió su pasión por el fútbol, en general, y el R. Madrid, en particular, (tan pequeños y ya habían asistido a unos cuantos partidos en su abono del Bernabéu). Coincido plenamente con la decisión de la directiva de suspender el Trofeo Santiago Bernabéu. Era lo procedente. Lo que lamento es que en el caso de un simple socio y abonado, durante casi 15 años, la atención fuera tan pobre por parte del Club. Solicitamos formalmente un pequeño homenaje, permitiendo que los niños salieran al campo con el equipo o que le dedicaran en el videomarcador un breve mensaje de despedida a mi padre. ¿La respuesta oficial? «Protocolo no lo permite». Ésta es nuestra parte más amarga. Ver la diferencia de comportamiento cuando no hay repercusión mediática por medio. Una gran entidad se debería hacer notar en estos momentos. Pero...
La parte dulce de la situación, desde luego no es tan clara, ya que está escondida en el profundo dolor de estos momentos. Pero existe, y no es otra que saber que Antonio está en un sitio mejor. «El lolo Julio está en el cielo y allí tiene una pantalla como la de un cine para ver los partidos», me dicen los peques. Están convencidos de ello de forma natural, con esa inocencia de los niños que nos hacen ver que hay esperanza entre tanta amargura.
Amigos, no os quepa duda que a Antonio lo han acogido ya sus familiares y amigos que nos dejaron antes. Pero además, seguro que mi padre se habrá hecho un huequecito en el portón de entrada al cielo para darle la bienvenida en persona con un gran abrazo. Y como allí somos ya todos iguales, no me cabe duda de que Antonio se lo habrá devuelto con cariño.
Un abrazo a todos.
Julio Minayo López
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viernes, agosto 31, 2007
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