jueves 30 de agosto de 2007
Conmoción y luto en el deporte
LA muerte del futbolista Antonio Puerta ha causado una honda conmoción en la opinión pública. El joven jugador del Sevilla F. C. cayó fulminado en el terreno de juego y los médicos apenas han podido prolongar su vida durante 63 horas de angustia. Puerta era un notable futbolista, en plena proyección, llamado a un futuro todavía más brillante en su equipo y en la selección nacional. La entrega a sus colores y la energía desplegada en su defensa le convierten ya en una referencia ineludible en la historia del Sevilla. Más todavía, su muerte ha generado un sentimiento de solidaridad y una emoción colectiva que adquieren la dimensión de un verdadero fenómeno social. Es justo destacar que el fútbol, que tantas veces es fuente de malas noticias por la violencia dentro y fuera de los estadios, ha logrado esta vez conmover los resortes más profundos del ánimo colectivo superando, desde luego, cualquier tipo de rivalidad. La lucha por ganar a toda costa deja paso al compañerismo, a la fraternidad y a la armonía entre los diferentes sectores de un deporte tan competitivo. Sin excepciones, el mundo del fútbol ha sabido estar a la altura de las circunstancias y -durante unas horas- nadie se acuerda de fichajes millonarios, guerras televisivas o pasiones incontroladas, que la tragedia reduce a su verdadera dimensión.
La llamada «muerte súbita» cardiaca acaba cada año con la vida de veinte deportistas. A pesar de la atención médica continuada, los jugadores de élite están sometidos a una fortísima tensión que a veces produce consecuencias dramáticas. El presidente de la FIFA ha hecho público su deseo de incrementar los exámenes médicos preventivos, pero es imprescindible pasar de las buenas palabras al terreno de los hechos. Con antelación al inicio de esta temporada futbolística, Antonio Puerta había sufrido ya dos desvanecimientos, pero los análisis posteriores no mostraron ninguna anomalía. Aunque no sea fácil asumirlo, lo cierto es que cualquier sospecha, cualquier mínimo indicio que pueda poner en riesgo la salud de un deportista, sea o no profesional, debería ser causa de suspensión temporal de la carrera deportiva hasta conseguir garantías, dentro de lo humanamente posible, de que no existe riesgo inmediato. Algún futbolista ha declarado estos días que a veces la dureza de la competición exige demasiado esfuerzo al cuerpo y no siempre lo aguanta. Es una reflexión que no debe caer en saco roto.
Sevillista de pura cepa ya desde la cuna, Antonio Puerta ha logrado unir a las aficiones del Sevilla y el Betis en un mismo dolor y ha tenido en vilo a toda España durante su larga agonía. Además de rendir un merecido homenaje a la persona y al futbolista, es deseable que este triste acontecimiento sirva al menos para recuperar valores genuinos del deporte que, por desgracia, a veces parecen desterrados por imposición de una excesiva competitividad.
jueves, agosto 30, 2007
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