miercoles 1 de agostod de 2007
El PP depende del PSOE Germán Yanke
El Partido Popular, o su portavoz parlamentario, estima que el barómetro del CIS hecho público ayer es, para la derecha, una buena noticia, ya que demuestra que el PP puede ganar las elecciones generales del próximo año. El argumento es una bomba intelectual: los resultados del sondeo son prácticamente iguales a los del anterior barómetro, cuando el PSOE perdió las elecciones locales. Según algunas agencias, el diputado popular dijo “cuando el PSOE perdió las elecciones municipales y autonómicas”, pero, si lo explicó así, este añadido —autonómicas— es una exageración propia del entusiasmo, un efecto colateral del torpedo intelectual del portavoz. Se podría decir, claro, que estos resultados del barómetro del CIS demuestran que el PSOE puede ganar las elecciones del 2008, pero, en política, hay que ser, al parecer, inasequible al desaliento.
El análisis del PP tiene como fundamento una hipotética quiebra entre la realidad y los sondeos del CIS. El anterior se dio a conocer, tan sorprendente como ridículamente, inmediatamente después de las elecciones locales, en las que la derecha había obtenido más votos que el PSOE. Ergo, parece decir ahora el portavoz, estamos igual: perdemos en el sondeo, podemos ganar en las urnas. Estamos, debería decir, un poco peor o el CIS un poco mejor, ya que este último sondeo aumenta la diferencia a favor del PSOE en medio punto porcentual.
Los sondeos tienen la validez que tienen, y si se pretende tomarlos como la fotografía indeleble de la sociedad seguramente se yerra. Pero el carácter continuado de los del CIS —cuyos resultados no se diferencian mucho de los de otras empresas de encuestas— sirve para, al menos, entrever las tendencias. Y algunas cosas parecen obvias.
La primera no es otra que la constatación, a lo largo de los últimos meses, de que la diferencia entre los dos grandes partidos es reducida. Es decir, las próximas elecciones podrían ser ganadas por el PSOE o por el PP, el resultado —según los sondeos— está abierto. El partido gubernamental ha perdido una parte de los apoyos que podrían considerarse “prestados” en las especiales circunstancias de los comicios del 2004 (obtuvo entonces el 42,6% de los sufragios y el barómetro estima ahora que conserva el 40,5%). Es una pérdida, pero ni de lejos una sangría. El PP, por su parte, mantiene su base electoral con diminutos cambios al alza o a la baja (tuvo en el 2004 el 37,6% de los votos y el CIS evalúa que ahora obtendría el 37%). Todo es, por tanto, posible.
Sin embargo, el análisis que el PP debería quizá añadir al obligado optimismo de la política es que las variaciones en una tendencia más o menos estable dependen más de su adversario que de sí mismo. El PP se mantiene y el PSOE, según las circunstancias del momento, pierde un poco y gana un poco. Si el sondeo coincide, por ejemplo, con el desconcierto de la opinión pública ante lo que se dio en llamar “proceso de paz”, el PP recorta unas décimas. Si se hace cuando el Gobierno parece tomar las riendas de la iniciativa, el PSOE aumenta unas décimas. A la postre, todo vale para el recuento definitivo en las urnas, pero el PP está, por el momento, en la situación de esos equipos de fútbol que, para ganar la Liga, no dependen sólo —ni tanto— de ellos, sino de los resultados de sus adversarios. En el deporte, esta situación produce inquietud y debería producirla en la política.
Los reiterados sondeos avalan la idea de que, mientras el Gobierno trata de demostrar que vivimos en el paraíso y la oposición que nos hundimos en el infierno, la opinión pública ve las cosas —tanto en la economía como en la política— en el territorio más gris de lo “regular”. Quizá la estrategia adecuada para unos y otros en esa tesitura sea la de proponer razonables mejoras a lo que se ve así, regular, en vez de insistir en las retóricas intencionadas y claramente partidistas. El reto, en ese territorio, es mayor para el PP: la falta de confianza seria en el presidente del Gobierno es desconfianza ante la gestión de la oposición.
Ya se sabe que las valoraciones de los líderes deben tomarse con tanta precaución como recelo, sobre todo cuando buena parte de la estrategia imperante es la exclusión del PP. Pero el problema, para la oposición, no es exactamente ése, sino la clara falta de un impulso propio —al menos por el momento— para modificar la tendencia, para convertir lo posible (que ganen las elecciones) en probable. Por el momento, me parece, es probable que el PSOE repita triunfo.
miércoles, agosto 01, 2007
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