jueves 2 de agosto de 2007
Afganistán: terrorismo en estado puro
NO es fácil encontrar calificativos para describir lo que están haciendo los talibanes con los rehenes surcoreanos en Afganistán, pero todo el mundo civilizado entiende que es un tipo de crimen que no puede ser justificado en ningún caso. Es terrorismo en estado puro, exhibición mafiosa de su absoluta inhumanidad. Los talibanes no representan ningún movimiento de liberación ni son una organización que defienda fines siquiera discutibles. Son sencillamente unos asesinos inmisericordes y conviene no perderse en mayores disquisiciones retóricas.
La presencia de tropas occidentales en Afganistán, entre ellas las españolas, no tiene otro objetivo que evitar que los asesinos de los rehenes se hagan otra vez con las riendas del país. Por si se había olvidado el tipo de tiranía bajo la que sometieron a Afganistán hasta que fueron desalojados por la fuerza en 2001, el caso del secuestro de los surcoreanos y el asesinato vil de dos de ellos deja las cosas claras sobre el carácter de lo que pretenden. Privar de la libertad a otras personas, utilizar sus vidas como moneda de cambio y acribillarlos a balazos como forma de presión, son comportamientos que no pueden tener lugar en el mundo civilizado.
Afortunadamente, una inmensa mayoría de la población afgana sigue apoyando la presencia militar de la misión de la Alianza Atlántica, porque los talibanes no pueden ofrecer más que destrucción y horror frente a los esfuerzos de la comunidad internacional por contribuir a la reconstrucción de más de veinte años de guerras. Es muy difícil trabajar en estas condiciones, porque cuesta mucho más levantar un puente que volarlo con un coche bomba, pero esta es la única alternativa frente a lo que representan los talibanes, que no demuestran el menor reparo a la hora de ejecutar fríamente a personas inocentes y que no son responsables de ninguna de las exigencias que reclaman sus captores.
Los talibanes saben que el peso de la opinión pública en las decisiones de los gobiernos es cada vez más determinante en casos como el de Afganistán y, en otras ocasiones, algunos países han llegado a negociar directa o indirectamente con los secuestradores con el objetivo de salvar la vida de sus nacionales y de lograr apoyo social a su política exterior. La política de ceder a las exigencias de los secuestradores, sean talibanes o salteadores de caminos, no contribuye a la seguridad. El Gobierno coreano merece el mayor apoyo en estos momentos difíciles, en la esperanza de que esta crisis pueda resolverse con éxito sin ceder al chantaje. El rescate de los infortunados surcoreanos sería uno de los elementos que aumentaría el apoyo a la misión de la ISAF, tanto en Afganistán como en los países con presencia militar en esa nación convulsa. Pero si su rescate no fuera posible, una cosa es clara: Occidente está en Afganistán precisamente para combatir el terror exhibido sin pudor alguno por este grupo de asesinos.
miércoles, agosto 01, 2007
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