No le demos más vueltas: fuera del poder, no hay salvación
Graciano Palomo
Vae victis!, dice la sentencia: ¡ay de los vencidos! Caer en desgracia ante los poderosos de la política o del dinero implica desaparecer del todo. Dos casos bien recientes lo corroboran.
6 de junio de 2007. Vae victis! Fue la expresión del caudillo galo Breno al derrotar a los romanos, que de esto del poder sabían una jartá. ¡Ay de los vencidos! Algo inherente a la condición humana, que no tiene más importancia cuando se trata de argumentos ad hominem, pero drámatico cuando el vencido es todo un pueblo. De Juana vuelve a chantajear al Estado; importante, sin duda, pero todos los inputs hablan claramente de que realmente la ciudadanía española –tan anestesiada por tantos venenos dulces- lo que persigue es justamente lo que la rodea, empezando por sí mismos, en especial su situación económica, que ahora se ha dado en llamar "calidad de vida". Dinero y poder. Punto. En este contexto, hay un dato realmente estremecedor que se puede tabular a diario en muy diferentes esquinas. En la España de hoy, fuera del poder no hay salvación. El poder no es sólo controlar las Cámaras, el Gobierno o las infinitas organizaciones institucionales que manejan infinitos caudales. Se trata del poder económico público o privado o semipúblico-privado. Algunos ejemplos recientes y claros. Manuel Conthe, un profesional respetado y probo servidor del Estado (hasta lo que se conoce), después de haber plantado cara al poder político, anda en su casa desmadejado y deprimido. Es consciente de que tiene la enemiga del poder político, es decir, del Gobierno, y ni siquiera las buenas relaciones personales con Pedro Solbes y otros amigos de épocas mejores le salvan de la quema. Dicen sus allegados que tiene muchos problemas para encontrar trabajo y muchas puertas se han cerrado. Su teléfono, tan socorrido cuando se encontraba en el poder inspector de las finanzas, ha dejado de sonar. Vae victis! Dicho en román paladino: se ha convertido en un "apestado", y a ver quién es el guapo al frente de una empresa que se atreve a desafiar al Gobierno ofreciéndole un empleo. ¡Quiero verlo! ¡Quiero aplaudirle!Mientras, su enemigo visceral, Carlos Arenillas, ha conseguido capear el temporal y permanecer ahí enhiesto y tutelando nada menos que la Comisión Nacional del Mercado de Valores, uno de los centros de poder más decisivos en la España de hoy. Arenillas representa antes que nada (es decir, lo único) al Poder, y aunque hasta los cabreros conocen sus procederes éticos, ello no importa en los granados círculos de la decisión económica. Manda y punto. Puede paralizar investigaciones sobre operaciones financieras, o desactivar a los técnicos cuando echan el ojo –sin ir más lejos-a fondos de inversión sospechosos aunque se hagan desde bancos líderes. Manda y punto. Conthe, la cruz; Arenillas, la cara. La historia la escriben al final los vencedores. También en la empresa privadaOtro ejemplo preclaro en el campo privado. Enrique Bañuelos, presidente y dueño de Astroc, era hasta hace menos de cuarenta días el modelo por antonomasia que conjugaba audacia, éxito, poder, dinero, influencia y capacidad mediática. Bañuelos quiso copiar el "modelo Zara", esto es, fichar a reputados ejecutivos para subir la cotización bursátil de su grupo y dar confianza a los inversores espontáneos -justamente lo mismo que hace Amancio Ortega-, y ha durado menos que un chicle en un partido de la NBA. El soufflé se ha derrumbado. Hasta el punto de que el levantino a quien el diario El País presentó recientemente casi como el próximo gran líder económico español, ha tenido que vender su privativo dúplex en la Time Warner Tower de Nueva York porque necesita esos 70 millones de euros para que la situación no termine de engullirle definitivamente. Y eso que pretendía levantar la Spanish Tower en la capital del mundo. Vae victis!Si algo tiene claro cualquier ciudadano con aspiraciones es que fuera del poder no hay salvación. Lo mismo que en los tiempos de Quevedo, pero con una pequeña diferencia: en aquel tiempo se salvaba, al menos, el talento.
miércoles, junio 06, 2007
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