miércoles, junio 06, 2007

Josep Borrell, Globalización y empleo digno

jueves 7 de junio de 2007
Globalización y empleo digno Josep Borrell

El pasado fin de semana, la Confederación Internacional de Sindicatos y el Foro Progresista Global (GPF), junto con otras organizaciones juveniles y sindicales comprometidas con una globalización más justa, se reunieron en Berlín. Allí se discutió sobre el concepto de “empleo digno” en el contexto de la creciente competencia a escala mundial que se deriva de la liberalización de los intercambios comerciales.
Mientras en Rostock se celebraban manifestaciones, que degeneraban en violencia debido a la actitud marginal de grupos radicales, ante la próxima cumbre del G8 en la ciudad alemana de Heiligendamm.
En la reunión de Berlín se escucharon testimonios de jóvenes trabajadores de todas las partes del mundo sobre sus condiciones de vida y trabajo. En la declaración final se pedía a los líderes del G8 que corrijan los mecanismos económicos y sociales que mantienen a millones de jóvenes desempleados o en condiciones precarias e inseguras de empleo sin acceso a ningún tipo de protección social. Se unen así a la campaña “Empleo Digno para una Vida Digna”, que busca presionar a gobiernos e instituciones internacionales para que el crecimiento económico no sea un objetivo en sí mismo sino un instrumento para aumentar la calidad de vida y empleo de las personas.
El malestar de los jóvenes trabajadores reunidos en Berlín está justificado. En la actualidad, el desempleo mundial afecta a unos 192 millones de personas (un 6% de la mano de obra), de los cuales 86 millones son jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 24 años. Y muchos se ven obligados a hacerlo en condiciones contrarias a la dignidad humana.
Desde la Declaración del Milenio, impulsada por Naciones Unidas en el 2000, la promoción de “empleo digno” es un pilar básico de la estrategia que persigue una globalización más justa y el fin de la pobreza. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha dado contenido al calificativo “digno” identificándolo con un empleo que tenga en cuenta los derechos básicos de los trabajadores: libertad de organizar y participar en sindicatos y negociación colectiva, así como unas rentas y una protección social adecuadas. Hay que trabajar para vivir, pero los seres humanos deberían poder vivir de su trabajo.
Pero establecer derechos laborales básicos en países donde el hambre, el analfabetismo o la violencia están muy extendidos es muy difícil. La capacidad de los organismos internacionales es limitada y la imposición de normas laborales a veces se interpreta como un neocolonialismo que pone obstáculos al crecimiento de las economías en desarrollo. E incluso si se aplicasen, esas normativas podrían aumentar la economía informal o el subempleo como forma de escapar a las reglas y obligaciones que lleva aparejado un empleo digno.
La UE ha iniciado una serie de acciones encaminadas a la promoción del “Empleo Digno” teniendo en cuenta algunos de estos problemas. El Consejo Europeo, en su reunión de diciembre del 2006, enfatizó su compromiso con la expansión del empleo digno como una forma de fomentar el desarrollo, erradicar la pobreza y favorecer la cohesión social, apoyando la iniciativa de la Comisión de introducir ese concepto en los acuerdos comerciales de la UE.
El Parlamento ha profundizado en esa vía. La resolución “Promocionando el empleo digno” aprobado por el PE es un buen punto de partida para repensar la globalización desde los principios de igualdad y cohesión social en los que se inspira la iniciativa del “empleo digno”. Entre otros puntos, pide un reforzamiento de la OIT a través de una comisión sobre “comercio y empleo digno” en la OMC y la inclusión de la “agenda de empleo digno” en la negociación de las EPAs (Acuerdos de Asociación Económica) con los países del ACP (África, Caribe y Pacífico).
Además, el PE solicita sanciones contra aquellos países que no se adhieran a los estándares propuestos por la OIT en materia de empleo y relaciones laborales, y subraya la necesidad de vincular la “agenda de empleo digno” a una estrategia de reducción de la pobreza y no de proteccionismo comercial.
Pero no todo el esfuerzo comunitario sobre la calidad del empleo se hace de puertas hacia afuera. Bajo la premisa de que la oferta de empleos en la economía sumergida es uno de los factores que más anima la inmigración ilegal, la Comisión Europea acaba de aprobar una propuesta de directiva para establecer penalizaciones a los empresarios que contratan a inmigrantes ilegales. Recordemos que en Europa hay entre 4,5 y 8 millones de trabajadores ilegales, principalmente en sectores como la construcción, agricultura, limpieza y servicios de hostelería.
Éste es el verdadero “efecto llamada”. Como dice el comisario Frattini, no habría inmigrantes ilegales si no hubiera una oferta de trabajo ilegal. De hecho, en Finlandia no existe porque a nadie se le ocurriría ofrecer trabajo a personas en situación de ilegalidad. Este tipo de empleo influye a la baja sobre los salarios, empeora las condiciones de empleo y elude cotizaciones sociales e impuestos. Esto disminuye la calidad de servicios sociales como asistencia hospitalaria y educación, que ven aumentar el número de demandantes y no el volumen de recursos disponibles.
Esas medidas, si bien insuficientes, permiten que los europeos tomemos la iniciativa en la promoción del “empleo digno”. Futuras medidas en la dirección ya emprendidas podrían completar este compromiso europeo con el desarrollo y el fin de la pobreza. Pero sin olvidar el riesgo de medidas proteccionistas que salvaguarden nuestros intereses a costa de los de las economías más pobres. Esto sería verdaderamente indigno.
jborrell@europarl.eu.int

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