lunes 4 de junio de 2007
JOSÉ VILAS NOGUEIRA CATEDRÁTICO DE CIENCIAS POLÍTICAS
memoria de los días
El reparto (y Godot que no llega)
Celebradas las elecciones, ocupa ahora a los sayones partidistas el reparto de los despojos de la soberanía ciudadana. Momento grave para los sepulcros blanqueados, no vaya el hedor de sus entrañas a perjudicar su hermosa apariencia. Y momento complicado, pues no todas las prendas del ajusticiado tienen el mismo valor. Una concejalía de urbanismo es mucha concejalía, que la vivienda es grave problema, y la recalificación del suelo chollo excelentísimo. Esplendería en la misma cueva de Alí Babá. Mas, al final habrá acuerdo entre los socios, pues con un poco de imaginación y un bastante de desenvoltura, no hay concejalía sin provecho.
Difícil es imaginar la felicidad que nos espera con los "gobiernos de progreso", paradójica denominación de la actual coyunda de profesionales del caciquismo y nostálgicos de la caverna. Con las ciudades más importantes y otros muchos ayuntamientos ocupados por coaliciones social-nacionalistas, tendremos todos, por poner el caso que más inquieta al personal, vivienda digna, y algunos aun palacios archidignos, y las hipotecas quedarán confinadas a los desgraciados países víctimas del capitalismo "salvaje".
El proceso ya ha comenzado con la conquista de la Xunta por la alianza social-nacionalista. Fíjense, por ejemplo, en la sanidad pública. Quizá estén ustedes hechos unos toros y no se hayan percatado. Pero yo ando bastante mal de salud. Además de afecciones y achaques más o menos esporádicos, y de alguno crónico que tengo desatendido, he de prestar especial atención al hígado. El médico especialista me manda hacer las oportunas revisiones aproximadamente cada cuatro meses. Con el nefando y nefasto gobierno del Partido Popular, enemigo de la sanidad pública, los cuatro meses solían convertirse en cinco. Llegó la alianza social-nacionalista a la Xunta, y mi hígado y yo nos felicitamos efusivamente. No había porqué. Los cuatro meses se han convertido ahora en doce.
En atención a los intelectuales social-nacionalistas, de epidermis tan sensible a las críticas a los "gobiernos de progreso", lo diré humorísticamente. Quizá hayan oído el dicho: un propietario de una casucha, en precario estado de conservación y situada en paraje de poco valor, decide venderla; acude a una agencia, y a los pocos días los mediadores le muestran el anuncio que han redactado en busca de comprador. Nuestro hombre lo lee, y dice ya no vendo. Los agentes, sorprendidos, inquieren: ¿no le gusta el anuncio? ¡Cómo no me va a gustar!, dice el frustrado vendedor. Toda mi vida llevo soñando en tener una casa como la del anuncio. Y ahora que la tengo, no la voy a vender.
Así me pasa a mí con el Sergas. Si no me obligasen a pagarlo, recurra o no a sus servicios (el socialismo no precisa ser "salvaje"; le basta con ser obligatorio), me habría cambiado a cualquier otra compañía sanitaria. Pero leo las informaciones oficiales. Veo a la conselleira del ramo (con esa cara de pésame que Dios le dio; si esta señora visitase los hospitales se acababa el problema de las camas; los enfermos se morirían de miedo y pesadumbre); la veo, digo, ponderar lo mucho que ha mejorado el funcionamiento del Sergas desde que el bipartito se ha hecho con el poder. ¡Cómo voy a vender la casucha! La mantendré mientras viva (que no será mucho si no la reparan).
Mientras socialistas y nacionalistas se disputan las concejalías; nosotros esperando. No ya el turno en las listas sanitarias; esperando por políticos decentes y responsables. Esperando sin esperanza, pues Godot no llegará.
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