miercoles 6 de junio de 2007
Las condiciones de la unidad Germán Yanke
El comunicado de ETA certificando el final del llamado “alto el fuego”, aunque se sepa que ya estaba roto, y, sobre todo, el peligro inminente de que la banda vuelva a atentar, según su macabra terminología, en “todos los frentes”, plantea de nuevo, como nudo gordiano de la lucha antiterrorista, el entendimiento en esta materia de los partidos políticos.
En su comparecencia del martes, el presidente Rodríguez Zapatero dijo que esperaba contar con un respaldo “unánime” de todos los grupos políticos después de agradecer el “incondicional” recibido de algunos durante el periodo precedente. La palabra unánime, en este discurso, se relaciona con “ese” apoyo, es decir, el incondicional. Por su parte, en la breve intervención de Mariano Rajoy ese mismo día ante los medios de comunicación señaló que la “unidad de todos los españoles en la lucha contra ETA debe basarse en los principios que inspiraron el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo”. No es exactamente lo mismo lo expresado por uno y otro.
El presidente, hasta formal y estéticamente, no puede evitar en estos momentos la imagen del fracaso y del mazazo recibido en lo que ha supuesto su “proceso de paz”, que ya hasta los más próximos dicen “mal llamado”. El líder de la oposición, incluso ante la solicitud de rectificación, utilizó un lenguaje medido y tranquilo. El momento de conmoción y peligro ante el rebrote de la violencia podía proporcionar un ambiente de entendimiento, aunque desentona que el secretario de Organización del PSOE aprovechara la respuesta de su partido al comunicado de ETA para volver a hablar de la “irresponsabilidad” de algunos dirigentes del PP.
El problema de Rodríguez Zapatero es que el apoyo “incondicional” recibido de algunos no es al programa tradicional del PSOE en esta materia, sino al viraje que dio para acercarse a los que le respaldaron en unas circunstancias en las que quisieron creer que ETA podía modificar su historia, la entraña de su ideología y su práctica mafiosa hasta abandonar la violencia a cambio de algunas conquistas. Eso, ahora, es imposible de aceptar hasta por los más ingenuos optimistas y la deriva de la doctrina gubernamental no tiene ya ningún sentido ni en su propio esquema mental.
Por tanto, la ampliación de ese respaldo al PP y a otros para que sea “unánime” son palabras vacías y sin el contenido político que el momento exige. A la tranquilidad y moderación que podemos pedir al PP (al que no se puede negar que, vistos los hechos, tenía más y más razón que sus adversarios) para propiciar una colaboración eficaz, se debe reclamar al Gobierno y al PSOE una vuelta a los principios del Pacto citado por Rajoy. La invitación debe ser a los demás, para que se sumen, y no al PP para que, abandonándolos, complete el respaldo “unánime” a Rodríguez Zapatero.
La principal responsabilidad está del lado del Gobierno que, si se ha equivocado, debería al menos aprender de las equivocaciones. No hay, como se intentó presentar hace no mucho, una situación distinta que exigiría un Pacto distinto. Lo que tenemos en la misma ETA de siempre, envalentonada y además presente en las instituciones locales, y una estrategia posible que ya dio sus frutos y que se debería reeditar ahora.
miércoles, junio 06, 2007
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