martes 5 de junio de 2007
Delirio populista en Polonia
LOS gemelos Lech y Jaroslav Kaczynski vuelven a hacer de las suyas. Ahora parecen haberla tomado con los libros, purgando de los planes de estudio a escritores como Goethe, Dostoievski y Conrad. Las razones que alegan las autoridades polacas es que ninguno de esos autores propicia los valores ni los sentimientos comunitarios sobre los que debe fundarse la educación de los jóvenes del país. Algo a todas luces incomprensible si no se analiza desde la perspectiva delirante del populismo nacionalista que practican los dos gobernantes polacos y que por desgracia es un hábito relativamente común en otros países del antiguo Este europeo.
En realidad, estamos ante un problema que nace del reduccionismo mental al que conduce el nacionalismo cuando se aparta del sentido de la medida y de la moderación. Y esto, como es lógico, repugna a cualquiera que tenga una mínima predisposición liberal y que defienda los fundamentos morales que sustentan la convivencia en el seno de las sociedades abiertas y modernas. Es evidente que desde su llegada al Gobierno, los gemelos Kaczynski se han lanzado a tumba abierta por el tobogán de un populismo rancio que no oculta su voluntad de hacer de Polonia una especie de Arcadia de la ortodoxia nacionalista.
De este modo, no sólo han logrado dañar la imagen del país en toda Europa, sino ensombrecer de forma lamentable el proceso de transición a la democracia vivido desde la caída del régimen comunista. Primero fueron las medidas de represalia que adoptaron contra determinados funcionarios y miembros del Gobierno de la dictadura de Jaruzelski. Luego la tomaron con los profesores y educadores homosexuales. Hace unos días dirigieron sus críticas contra unos dibujos animados, y ahora su furor nacionalista ha hecho de las suyas con una serie de escritores que, por lo visto, cometieron el delito de ser universales y, por tanto, de no transmitir adecuadamente los valores que identifican el imaginario colectivo que tienen los gemelos Kaczynski en la cabeza.
Es preocupante que un Gobierno europeo muestre una deriva tan intolerante y populista; aunque no hasta el punto de justificar que demagogos profesionales como Pedro Zerolo, miembro de la dirección federal del PSOE, pidan irresponsablemente la expulsión de Polonia de la Unión Europea. Desandar la irretroactividad de las leyes, atentar contra la libertad sexual de las personas o dañar el sentido común propugnando una ramplona uniformidad cultural son prácticas que chocan indiscutiblemente con los principios de una sociedad abierta. Polonia tiene que seguir profundizando en los valores democráticos y ser fiel al espíritu de reconciliación que permitió superar su pasado totalitario. De lo contrario, el populismo puede ir más allá y aumentar la nómina de los proscritos por un nacionalismo tan cautivo de sus delirios como lo fue el comunismo en el pasado.
martes, junio 05, 2007
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