miércoles, junio 27, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Del satelite al plan terricola

miercoles 27 de junio de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Del satélite al plan terrícola
Los expertos discrepan del satélite gallego. Dicen que si es muy costoso, que si técnicamente es complicado, que si la órbita no sé qué. Excusas. El principal problema con el que se topa la entrada de Galicia en la carrera espacial tiene índole política: habría un solo satélite en el espacio, pero dos semigobiernos en la Tierra.
Al ser más bien socialista la paternidad del ingenio, no tardaría el nacionalismo en querer otro, con lo cual tendríamos al final a dos aparatos girando en el cielo, con mutua desconfianza. Añadámosle a eso las posibilidades de espionaje de los satélites en cuestión, y obtendremos un escenario propicio para un conflicto galáctico-galaico de dimensiones desconocidas.
Es verdad que este país pierde la posibilidad de hacer en el espacio lo que ya hizo aquí abajo, o sea, extenderse. Se empezaría con ese modesto satélite de bajos vuelos, se montaría un Cabo Cañaveral en los terrenos ociosos de Astano y nos lanzaríamos después a montar colonias gallegas en otros mundos, con su correspondiente derecho a voto en las elecciones.
Ese sueño de un Big Bang de la galleguidad se pierde con el aterrizaje forzoso de este satélite, el más efímero en toda la historia de la conquista del espacio. Pero la causa no es técnica, como se nos quiere hacer creer, sino política. Se pueden duplicar muchas cosas, pero impulsar satélites a pares parece un exceso de difícil justificación. Quizá para contrarrestar la decepción astronáutica, se presenta un plan terrícola que persigue el reequilibrio interno.
Así expresado, reequilibrar Galicia parece algo más sencillo que lanzar fuera de la atmósfera un Explorer autóctono, pero no lo es. El desequilibrio no es una anomalía territorial que se pueda corregir haciendo de la Administración una especie de fisioterapeuta. El nuestro se debe a muchas causas. Unas son consecuencia de decisiones políticas descaradas, pero en otras interviene la libertad de las personas para vivir o invertir aquí o allá. Convencerlas de lo contrario requiere tiempo y paciencia.
En cualquier caso, el plan logra ya un éxito inicial que guarda más relación con el equilibrio gubernamental que con el territorial. No es fácil encontrar precedentes de una imagen en la que presidente y vicepresidente comparezcan juntos. Sólo se reúnen en la intimidad. De cara al público, cada uno presenta sus cosas, cultiva su círculo y lanza sus mensajes. La izquierda sociológica de Galicia, que simplemente desea que el cambio salga adelante, está obligada a decir si quiere más a papá o a mamá.
El plan es obra de los dos, o al menos eso han dado a entender en su solemne bautismo. Hubiera sido incongruente lanzarse a la aventura de hacer una Galicia más simétrica y compacta contando sólo con una parte del Gobierno. De poco valdría superar el localismo tradicional basado en territorios, si es sustituido por otro de partidos en el que PSdeG y BNG sustituyen la vieja rivalidad del norte y el sur del país.
Así pues, el cielo puede esperar. No será posible mirar hacia arriba y saludar a un satélite que haga el punta tacón en el espacio, pero en compensación habrá un plan que haga lo posible por acercar a la Galicia rica y a la Galicia pobre, que empiezan a girar en órbitas muy distintas. El satélite no pudo salir de la imaginación, porque no era posible un vicesatélite con rótulo parte. San Caetano, tenemos un problema. En el plan es más fácil complementar protagonismos. Es un pequeño paso para Galicia, pero un gran salto para el bipartito.

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