martes, junio 26, 2007

Felix Arbolí, Desnudas cara al sol

miercoles 27 de junio de 2007
DESNUDAS CARA AL SOL
Félix Arbolí

H A llegado el calor casi de golpe, coincidiendo con la entrada del verano. Se han visto camisas de mangas cortas, camisetas y niquis con las señales inequívocas de haber estado guardados durante meses. Mostrando incluso las arrugas características de lo que acaba de salir del armario, (nada que ver con los del “arco iris”), maleta o bolsa alcanforada y nos colocamos directamente sobre el “body”, sin tener la precaución y el detalle de pasarle una plancha. No digo someterlas a un buen lavado ya que sería pedir demasiado para algunos. En el autobús, el olor de las axilas sudorosas reñidas con el jabón y el desodorante, competía en desagradar el ambiente con el inevitable y escandaloso olor al alcanfor y antipolillas. Un combinado que dada la abigarrada multitud asida a las barras superiores mareaba y atufaba en una mayor proporción que un “cubata” con ron de garrafa. Que ya es decir. ¡Y acabamos de empezar con los calores!. Ha sido la primera vez en este año que me he atrevido a abandonar mis derroteros habituales en mangas de camisa. Y con todo he sentido el bochorno del calor, en mis pasos y resistencia. Claro que esta temperatura que gozamos o estamos padeciendo, según criterios y preferencias, no significa que podamos guardar en bolsas y maletas toda la ropa de abrigo. No sería nada anormal que dentro de dos o tres días o incluso semanas a San Pedro se le ocurra regar nuevamente el jardín celestial y tengamos que hacer uso rápidamente de chaquetas y jerséis. Estamos tan locos de remate, que hemos contagiado nuestra chifladura al llamado “planeta azul” y si Dios no lo remedia o pueda aparecer ese iluminado ecológico con poder e influencias en una de las soporíferas e inútiles reuniones internacionales sobre el medio ambiente, lo vamos a dejar de un grisáceo amoratado y más seco que una mojama. . A mí, con todos sus posibles inconvenientes, me gusta el verano. Mi mujer se pone furiosa pues no soporta el calor. Claro que mi agrado no quiere decir que dé saltos de alegría mientras sudo la gota gorda, pero a pesar de todas sus pegas y molestias se pueden compensar los rigores caniculares con mucha agua bebida, nada de alcohol y procurando buscar en todo momento la llamada “sombra del perro”. Aparte de que no estoy obligado a ningún tipo de actividad que me suponga dar el “do de pecho” y “sacar musculatura”. Así que siempre que no me de el sol de plano puedo tolerar estos inconvenientes. ¡Acaba de empezar y hay que ver como se presenta el panorama!. En mi corta excursión mañanera, he quedado sorprendido ante la excesiva generosidad de las chavalas y algunas que fueron y ya no lo son mostrando sus curvas y encantos anatómicos. ¿Qué van a dejar para cuando llegue julio y agosto?. Nos vemos haciendo de Tarzán y su compañera “Jane” por parques, calles y bancos públicos, aunque sin la simpática mona “Chita” que, por cierto, vive aún y a sus setenta y cinco años disfruta una vejez de lujo, con toda clase de comodidades, caprichos y atenciones, como una duquesa de Alba pero en plan simiesco. Sus chillidos le ha costado. Me tropecé, sin contacto físico por supuesto, con una chavala que no sobrepasaría en muchos los veinte años y a su paso hacía girar la cabeza a viejos, jóvenes y algunos críos de los que ya no creen en los Reyes Magos. En el argot coloquial estaba como un tren, pero de esos japoneses que alcanzan velocidades supersónicas. ¡Dichosa juventud primavera de la vida!. Para mayor impacto, llevaba una mini camisa de esas que dejan al descubierto “pechugas” y ombligo, con sujetador sobre el que le asomaban las bolas y no precisamente de billar, ni de Villar. Un enorme cinturón le ocultaba casi por completo su exigua falda que dejaba ver todo el largo de sus piernas y los bordes de una braguita de un azul marino que a más de uno le traería nostalgias de la mar. Junto a ella, satisfecho de la expectación que su “damisela” iba causando, un tío muy largo y destartalado, poco más o menos de su edad, con pelos rizados, largos y revueltos (no debe saber que existen peines), con perilla de chivo, tan de moda en la actualidad y tatuado arriba, abajo a este y oeste. Aparte de esos “piercings” absurdos, que causan grima al pensar como han tenido que colocárselos para ir taladrados y marcados como si fueran animales. Esos los visibles, que de los otros es mejor no hablar. Estas genialidades se daban con abundancia en ambos. Me da escalofrío considerar lo que se debe sentir al besar esos labios donde se supone arden el amor y el deseo y sentir el contacto frío y desagradable de este diminuto objeto metálico. ¿Qué persiguen o a quién pretenden imitar estos incautos con esas auténticas salvajadas?. Un hecho curioso en mi “generosa y desprendida” pareja era el perrillo que ella llevaba en brazos. Al pobre animal, que nace con la ropa adecuada y la cambia según las temperaturas dominantes, le llevaban con una mantita verde a guisa de chaleco largo y un lazo de igual color rodeándole el cuello. Me figuro que no muy confortable para el ambiente que le rodeaba. Su lengua afuera y jadeante, hablaba con ese mudo y comprensible lenguaje perruno de que el pobre o la pobre, no me fijé en detalles, estaba pasando las de Caín. O más explícito aún, el martirio de San Lorenzo. Ignoro, pero me lo figuro, cómo será el comportamiento veraniego en sitios de playa y veraneo, aunque lo supongo no apto para cardiacos y una provocación constante para los que sólo utilizan los armarios para guardar la ropa. Al paso que vamos, ya se ven algunos casos, todos de Adán y Eva, pero sin manzana ni hojas de parra. El nudismo, me gusta más llamarlo desnudismo, es una especie de epidemia que poco a poco, de manera solapada y con engañosas causas y motivos, se está adueñando de la sociedad. Unas veces es ese célebre y espabilado fotógrafo que con el cuento de su arte y genialidad, está retratando a toda Europa y otras dimensiones en masas promiscuas y como su madre las trajo al mundo. Y hay que ver la cantidad de voluntarios que encuentra para su exhibición y pose fotográfica. Lo más curioso o chocante del caso es que ninguno de los nudistas que se le ofrecen y participan, cobra nada por mostrar sin tapujos curvas, recovecos y partes anatómicas, sin distinción de sexos, edades y clases sociales. Aunque me da la impresión que esa desinhibición es más propia de un equivocado esnobismo que de un afán de contribuir al arte fotográfico. Pecaré de timorato y desfasado, pero no veo arte, ni genio en plasmar con una cámara al mayor número de personas en su traje primitivo, revueltas y en las más insólitas posturas. Antes se protestaba quemando contenedores, destrozando bancos públicos, levantando adoquines para su posterior lanzamiento contra las fuerzas del orden y de otras muchas maneras, incluso las civilizadas de manifestaciones y pancartas dentro de un orden y concierto. El pueblo siempre ha sabido mostrar su amenazante dentadura contra la opresión, el abuso y las malas gestiones de gobernantes y políticos, aunque éstos no le hayan hecho caso y continuaran con sus desmanes. Hoy, han cambiado de sistema. Nada de bancos destrozados, llantas ardiendo y calles levantadas, eso al parecer ha dejado de llamar la debida atención. Ahora se opta por exhibirse con todas sus “vergüenzas” al aire, lo mismo para protestar de las decisiones arbitrales en un partido de fútbol, para exigir un carril bici, que ignoro la relación que guarda con la desnudez y cualquiera otra cuestión que pueda afligir o incomodar en demasía al ciudadano. Madres, padres, hijos, vecinos y allegados, recorren las principales calles de la ciudad parando la circulación y alterando al viandante, no precisamente porque entorpezcan su camino sino por el insólito panorama que ofrecen. La llegada del verano con ese sol asfixiante, nos va a suponer desconcertantes sorpresas y asombrados giros de cabeza ante la presencia de esa joven vestal luciendo las galas que le ha proporcionado la madre naturaleza o la del hercúleo y tatuado efebo que a más de una señora le hará pensar imaginativas y odiosas comparaciones con el que tienen en casa. Nunca pensó la famosa Mary Quant con su escandalosa mini falda de los años sesenta, que había iniciado una carrera imparable pierna arriba en la moda femenina hasta llegar a límites alucinantes y en muchos casos inexistentes. En fin amigo lector, paciencia, resignación, fuerza de voluntad y mucha suerte para soportar tan atrevidas exhibiciones sin que se fastidie el órgano cardiaco. Y a las lectoras que hayan tenido la paciencia y el mérito de leerme, si tienen armas que presentar adelante y sin complejos, las bobaliconas miradas de ellos os esperan. No hagáis trabajar mucho la imaginación del hombre que se cruce en vuestro camino. .

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