miercoles 1 de agosto de 2007
Mordaza socialista al Parlamento
EL PSOE y sus aliados parlamentarios no cejan en su empeño de convertir al Parlamento en una mera servidumbre de su estrategia de bloquear cualquier intento legítimo de control democrático que incomode al Gobierno de Rodríguez Zapatero. Fue éste quien prometió hacer del Congreso el centro de la vida política nacional y también es suya la responsabilidad de haber incumplido este compromiso. La mayoría parlamentaria se ha convertido en una patente de impunidad política del Gobierno y tan responsable de este deterioro democrático es el PSOE como las minorías que contribuyen interesadamente a debilitar el control político sobre el Ejecutivo. Las mismas minorías que, a medida que se acerquen unas u otras elecciones, inventarán excusas para marcar distancias con el Gobierno y pasar por ser la oposición que no han querido o sabido ser en estos años.
Sin embargo, a pesar de que el PSOE había llegado muy lejos ya en su afán por amordazar al Parlamento -como ha sucedido con el proceso de negociación clandestina con ETA, por ejemplo-, los socialistas no han dudado en extender su manto de opacidad al Centro Nacional de Inteligencia, vetando la comparecencia de su director, Alberto Sáiz, para que explique qué ha pasado realmente con el ex espía detenido, Roberto Flórez, y cuál es el tipo de información y de actividades de las que éste debería dar cuenta. Las dudas sobre la versión inicial del director del CNI van en aumento y junto al delito de traición por pasar información a Rusia -sin ninguna consecuencia diplomática- empiezan a aflorar datos que acercan la figura del ex espía a las zonas más tenebrosas de la reciente historia del PSOE.
El veto de ayer en el Congreso es, a la luz de la democracia parlamentaria, un escándalo que demuestra hasta qué punto se están debilitando los resortes del control político al Gobierno. La doble moral del PSOE es lo que le permite defender algo tan insólito como la rueda de prensa del director del CNI, convocada para anunciar una detención y, de paso, lanzar insidias contra el PP, y, al mismo tiempo, negar al Congreso el derecho a controlar la actividad del servicio de inteligencia. Rodríguez Zapatero dijo que la comparecencia del CNI ante los medios fue un acto de «transparencia», lo que puesto en contraste con la mordaza al Parlamento, demuestra la incapacidad política del presidente del Gobierno para comprender la verdadera dimensión de los asuntos de Estado. Además, este veto a la presencia parlamentaria del director del CNI vulnera la ley de 2002, reguladora de este servicio de inteligencia, que fue pactada por PP y PSOE y en la que, por vez primera, se prevé el control parlamentario de sus actividades. Los escándalos de la etapa socialista -escuchas ilegales, «papeles del Cesid»- pesaban mucho como antecedentes que no debían volver a ocurrir. Cualquier democracia occidental que se precie trata a sus servicios de información como una cuestión de Estado, no como una agencia privada de detectives puesta al servicio de intereses partidistas. Por eso, el control parlamentario es una garantía de la neutralidad política del CNI, que beneficia a todos los partidos, pero principalmente a la sociedad española, que tiene derecho a asegurarse de que los instrumentos del Estado para proteger su sistema constitucional están al servicio de este objetivo, y no de otros menos o nada legítimos.
La forma de entender la democracia se demuestra en este tipo de ocasiones, cuando un Gobierno exhibe temor o confianza ante el control parlamentario. Cuando se afana en impedir la transparencia y el equilibrio entre poderes, como ha hecho Rodríguez Zapatero con el caso del ex espía detenido, es que hay algo que ocultar, aunque el coste de esta táctica destructiva sea sacrificar el crédito político del director del CNI, designado sin consenso por el PSOE, a diferencia de su predecesor en el mandato del PP. Un paso muy significativo y peligroso contra el sistema democrático.
miércoles, agosto 01, 2007
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