lunes 4 de junio de 2007
PANORÁMICAS
Zodiac: cuando el criminal no recibe su merecido
Por Santiago Navajas
De pequeños nuestras madres nos dicen que, al final, los malos siempre reciben su merecido. Es un pensamiento tranquilizador. Pero con la experiencia nos damos cuenta de que "al final" puede querer decir dentro de mucho, mucho tiempo. Y de que la palabra "siempre" a veces, demasiadas, significa "nunca". Por no hablar de la ambigüedad inherente, últimamente, al significado de "merecido". Nuestras madres, pobres, pecaban de ingenuas.
David Fincher está dispuesto a apuntalar nuestras peores sospechas. Si en Seven nos convencía de que los asesinos en serie, además de ser unos bestias, son más inteligentes que el común de los policías y disfrutan de un retorcido sentido del humor, ahora nos aterroriza aún más, porque el sociópata al que persigue puede que siga entre nosotros.
Es Zodiac una película-investigación sobre uno de los casos no resueltos más famosos de la historia criminal de América. A finales de los años 60, el Asesino del Zodiaco cometió, presuntamente, al menos siete sádicos crímenes (podrían ser docenas). Cada vez que actuaba enviaba una carta a diversos medios de comunicación, así como mensajes cifrados. En el macabro juego de persecución que protagonizó participaron diversos periódicos, diferentes agencias de policía y varios estados de la Unión. Hablamos en pasado, pero la caza no ha terminado: la policía de San Francisco ha reabierto el caso... luego de que Zodiac pusiera de manifiesto que habían quedado cabos sueltos.
El final de los 60 se caracterizó por lo que Steven D. Levitt denomina en Freakonomics el clímax de la estética "liberal" ("socialdemócrata", diríamos por aquí) americana. Para lo bueno y para lo malo: los negros ganaron el derecho a ingresar en las universidades reservadas a los WASP (blancos, protestantes y anglosajones), pero los criminales entraban en la cárcel por una puerta y salían entre aplausos por la otra, con la facilidad con que lo hace aquí y ahora De Juana Chaos. "Sistema garantista", lo llaman. Y en esto llegó el Asesino del Zodiaco.
Beria, jefe del KGB, le decía a Stalin: "Entrégueme al hombre, jefe, y yo le encontraré el crimen". El salvajismo de la policía soviética ha sido, también, la tentación de muchos sistema de justicia. No han sido pocos los que, deseosos de alcanzar el bien, han tomado atajos alfombrados con las flores del mal. Orson Welles fue quien mejor ilustró el reverso tenebroso de una justicia-a-cualquier-precio: en Sed de mal, un grasiento y genial comisario de policía, Hank Quinlan, se inventaba las pruebas que incriminaban a los que él sabía culpables.
David Fincher recoge el testigo de Welles... para correr en la dirección opuesta. Ajenos al barroquismo con que comenzaron sus carreras, infectados de neoclasicismo, conservadurismo puro y duro o simple y llano sentido común, lo cierto es que incluso los directores más "rompedores" –naturalmente, entre comillas, pues en estos tiempos no queda nada que romper– realizan obras con aroma a cine de pata negra bien curado. Fincher se une a la nómina de recreadores de tiempos mejores: Martin Scorsese, al fin, gana el Óscar con su película más clásica, Tarantino alcanzar su mejor registro con Jackie Brown, Lynch abandona un momento la paranoia como método para facturar Una historia verdadera (The Straight Story)…
Es Zodiac, sobre todo, la historia de una frustración, un fracaso y un fraude. La frustración de unos crímenes no resueltos y, por tanto, de una injusticia que queda como una herida abierta en lo social. El fracaso de un sistema de justicia que permite a los criminales escaparse por las rendijas de la incompetencia humana y el mal diseño institucional. El fraude cometido por unos presuntos expertos, finalmente sabios de nada.
Tiene que ser Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal), un caricaturista tarado del San Francisco Chronicle, el que, como sabueso amateur, consiga ir encajando las piezas. Pero esto no será hasta la tercera parte de la película, porque en primer lugar veremos, casi sentiremos en nuestras propias carnes, por la puesta en escena empirista, los asesinatos que comete Zodiac, o el simulacro de Zodiac; y, en la segunda parte, la investigación policial.
Lo que no consiguieron darle en vida a Zodiac, un pasaporte a una celda de cuatro por cuatro, vino a sublimarlo el cine en la figura de un Clint Eastwood encarnando a un policía a medio camino entre el Quinlan wellesiano y el Beria estalinista, con aires de vaquero de Marlboro, en Harry el sucio (Don Siegel). En Zodiac, el protagonista policial es el famoso detective Dave Toschi (Mark Ruffalo), al que imitarán los mismísimos Steve MacQueen en Bullit y Clint Eastwood en Harry el Sucio, película dentro de la película.
En un juego metacinematográfico, Toschi va a ver a Eastwood haciendo de él; y, claro, no se reconoce. Porque Toschi, más que el duro sicario con placa de la película de Siegel, resulta ser el paradigma del madero honesto e inteligente que se atiene a las reglas del juego, aunque éstas se conviertan en un laberinto absurdo a favor del criminal.
Se han mencionado como referentes de Fincher las obras maestras Mientras la ciudad duerme, de Fritz Lang, vitriólica visión del alemán sobre el mundo de la prensa, y Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula, cántico documentalista a la profesión. Zodiac consigue hacerlas aparecer casi optimistas. Y es que, sin caer en el relativismo, tanto Toschi como Graysmith son dos campeones obsesivos de la verdad, muestra que la expresión "más allá de la duda razonable" puede llegar a ser una contradicción en los términos.
Sony Entertaiment prefirió no producir Zodiac. Su argumento: le parecía demasiado larga, dos horas y media, para la paciencia palomitera del respetable. En cierto sentido, tenía razón. La película pareció excesiva en su metraje para los espectadores de la última sesión en que la vi proyectada. Desde otro punto de vista, sin embargo, cometió un gran error: será recordada por haber rechazado, con mezquindad y ceguera, participar en una de las grandes películas de la temporada. Honor que finalmente se lleva la competencia, divina competencia, la Paramount.
No debiera haberles dicho que Fincher fue también el responsable de Seven (además de The Game, La habitación del pánico o El Club de la Lucha), porque puede llevarles a confusión. Y no porque Zodiac no tenga nada que ver con sus anteriores trabajos: la misma violencia, idéntica atmósfera claustrofóbica, semejante olor a testosterona. El universo de Fincher está poblado de hombres que se enfrentan siguiendo las reglas del darwinismo social en medio de la jungla de asfalto. Lo que distingue a Zodiac es el tempo de la narración: si antes se precipitaba siguiendo la moda de la dinámica torrencial, ahora Fincher aparece reflexivo, pero sin renunciar a la acción, lento, pero sin perder la tensión, profundo, aun a riesgo de aparecer pesado (a los impacientes y los frívolos)...
ZODIAC (EEUU, 158 minutos). Dirección: David Fincher. Guión: James Vanderbilt (basado en el libro Zodiac, de Robert Graysmith). Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo, Robert Downey Jr. Fotografía: Harris Savides. Música: David Shire.
Calificación: Pata negra (9/10).
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