miercoles 27 de junio de 2007
La sociedad del espectáculo Patxi Andión
La sociedad civil se pregunta, crece sumida en este balanceo del siglo XXI entre la conceptualidad de creer ser Sociedad de la Información, Sociedad Digital, Sociedad del Conocimiento, Sociedad Global y la que le parece ser más identitariamente, Sociedad del Espectáculo. Porque puede que efectivamente la sociedad civil actual tenga rasgos mayoritarios informativos, que desde luego fueron siendo posibles por la adquisición del carácter digital. Incluso se recomienda una introspección para detectar el lugar del conocimiento en la búsqueda, el afán informativo, que desde luego, a caballo de la suma de lenguajes, su superposición, realimentación y solución, ha aportado a la vida civil la condición global que le permite usarse como auténtica lingua franca. La lengua de todos.
La sociedad civil, que no suele ser históricamente demasiado inclinada al ensimismamiento, se incorpora con facilidad abrumadora a los cambios tecnológicos que le suceden y apuesta pronto y decidida por los cambios. Es en su seno donde las cosas cambian con más rapidez y contundencia. Los individuos son el espacio de ensayo y aceptación mejor adaptado a la velocidad de los cambios globales y, en su conjunto, no hay apenas resquicio para la languidez culturalista y emocional de los siglos anteriores.
Es verdad que el entusiasmo civil conlleva el riesgo de aceptar las cosas demasiado pronto con demasiada rotundidad, y que la aceptación lleva a veces a los grupos sociales más innovadores a situarse en banderías que pronto se instalan en la vida colectiva y pronto desaparecen, lo que trae el tener que desentenderse de los símbolos aceptados y admitidos y librarse de la imagen que se nos pega de ellos en función del tiempo que los hayamos llevado en la solapa y la cantidad de adscripción que les hemos prestado.
Si atendemos a la noticia que se tiene de la sociedad global y nos asomamos a sus voceros, es decir, los medios de comunicación, rápidamente podremos sacar la penúltima consecuencia: la sociedad se ha espectacularizado. La manifestación social se ha transformado de información en representación. Y por ello en dramatización. Las cosas que nos atañen se representan en el escenario de los medios de la misma manera que lo hacían los autos sacramentales de Calderón. En la calle.
La sociedad global es compleja y por ello polisémica, pero casi todo lo que le ocurre termina en acción y diálogo, a veces con banda sonora y otras a lo Bergman, en B/N, pero desarrollándose en argumento enroscado a sus Plot Points. Giros establecidos de antemano por el guionista para hacer que la trama se mude de sentido, y a la emoción añada la sorpresa, binomio imprescindible para que el espectáculo tenga opciones de éxito. Sin que las cosas nos lleguen al bofe y sin que nos sorprendan, lo más probable es que empecemos a dar cabezadas y terminemos dormidos sobre el hombro de la parienta. Hoy empieza a sentirse una cierta fatiga en esa dinámica establecida desde el share de los magacines, teleseries, docudramas e informativos. Todo vale, si se puede representar. Ése es, ¿o era? El axioma. El intérprete como autor, el personaje que le busca y le valida.
Las ciencias sociales se debaten y se devanan los sesos para conseguir digerir lo que se avecina, mientras se buscan argumentos por doquier. ¿Qué nos deparará el porvenir? ¿Qué nueva escuela de pensamiento deberemos enunciar para poder comprenderlo y justificarlo, sea cual fuere? Misterio. Como decía Antonio Machado en boca de Juan de Mairena: “No hay cimiento ni en el alma ni en el viento”.
Supongamos que nada está dispuesto a dejar de serlo. Mientras. Junio
miércoles, junio 27, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario