jueves 7 de junio de 200'7
Atacar al PP para controlar el PSOE Pablo Sebastián
El problema político que se le plantea al Gobierno tras el fin de la tregua anunciado por ETA no tiene que ver ni con la unidad de los demócratas frente a la amenaza terrorista —que siempre ha existido y que sólo ha sido previamente abandonada por el presidente, su Gobierno y la dirección del PSOE—, ni con el Partido Popular, que no se ha movido un ápice del marco que incluye el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos. El problema lo tiene Zapatero con el conjunto de los españoles, sus votantes y su propio partido, porque todos ellos son conscientes de que la crisis planteada es fruto de los errores del presidente del Gobierno y de su principal núcleo de colaboradores, que intentan, a la desesperada, atacar al PP para evitar críticas y rupturas en su propio entorno, que tendrían un claro impacto demoledor sobre el liderazgo de Zapatero y el fracaso, ya anunciado, de los muchos e innecesarios desafíos que ha planteado a lo largo de esta legislatura.
De ahí los dramáticos llamamientos del presidente y del PSOE a la unidad contra ETA, que ellos han despreciado a lo largo de tres largos años para sustituir al PP y a las víctimas del terrorismo por un pacto de hierro con los partidos nacionalistas, los más radicales ahí incluidos, como ERC y hasta con Batasuna, con la que mantuvieron públicas reuniones para, al final, abrirles la puerta de la legalidad y de numerosos ayuntamientos en el País Vasco.
Pretender, a estas alturas y en las actuales circunstancias, que el PP calle y se ponga a las órdenes del catastrófico presidente Zapatero, dando por bueno todo lo que ha hecho, son ganas de perder el tiempo y aumentar el riesgo de una navegación sin rumbo y a la deriva de la nave del Estado que desde hace ya mucho tiempo navega sin patrón y sin timón, cuando, más bien al contrario y mientras se plantea el posible relevo en la presidencia del Gobierno —bien por elecciones anticipadas o destitución del errante capitán—, lo que hace falta es un estrecho marcaje y condicionamiento de las próximas decisiones del Ejecutivo tanto por parte del PP como de los dirigentes más razonables y experimentados del PSOE, una vez que todos los aliados nacionalistas de Zapatero, e IU, han quedado fuera de juego en la nueva situación.
Y lo único que debería hacer Zapatero, si quiere tener el próximo lunes un encuentro tranquilo con Rajoy, es cerrarle la boca a José Blanco para que no diga más tonterías sobre la situación y a su ministro de Justicia, poeta de la derrota, que ha hablado de “disparar”, vocablo nada apropiado en estos momentos y sólo aplicable a los comandos de ETA que se armaron hasta los dientes mientras negociaban con representantes del Gobierno ese maravilloso proceso de paz, del que no queda nada más que la tensa espera sobre la anunciada aparición de ETA, que ojalá sea con motivo de una nueva captura de sus comandos a manos de las Fuerzas de Seguridad.
De momento, y gracias a la presión externa del PP e interna del PSOE, el presidente ha ordenado el traslado a Madrid del etarra De Juana para que cumpla el resto de su condena, con o sin huelga de hambre. Lo que, por otra parte, prueba las mentiras con las que Zapatero y sus ministros —el de Interior, Rubalcaba, especialmente— justificaron su liberación días atrás. Y ahora hace falta la convocatoria urgente del Pacto Antiterrorista, la aplicación estricta de la Ley de Partidos a Batasuna y ANV, el fin de la kale borroka, la acusación de la Fiscalía del Tribunal Supremo contra Otegi y el cese del fiscal general y del responsable del CNI, entre otras cosas.
Y tienen que ser el PP y el núcleo razonable del PSOE quienes piloten esta situación, convirtiendo a Zapatero —mientras siga en Moncloa— en un rehén de una nueva iniciativa política, en la que los discursos floridos en relación a la unidad de los demócratas no sirven para nada. Lo que urge es la unidad de acción, en todos los frentes —como anuncian los terroristas— pero en contra de ETA. Y sobran —además porque no hacen mella en los ciudadanos— todas esas diatribas tontas contra el PP que no hacen otra cosa que darles la razón. Como suenan huecas y peligrosas las palabras de Zapatero cuando dice que va a luchar contra ETA con la misma intensidad con la que luchó por el proceso de paz, porque dicha intensidad sólo lleva al fracaso. O cuando afirma, ante el nuevo secretario general de la ONU, que hay que enfrentarse a ETA “con inteligencia”, pero inteligencia ¿de quién? Porque los hechos demuestran que este atributo brilla por su ausencia en el palacio presidencial.
miércoles, junio 06, 2007
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