miercoles 27 de junio de 2007
Eventuales responsabilidades José Javaloyes
El juez Grande-Marlaska abre una investigación sobre las circunstancias en que se produjo la muerte en Líbano de seis soldados españoles, la incineración de cuyos cuerpos ha prohibido para que se les pueda practicar la autopsia. Otras averiguaciones correspondería hacer sobre las circunstancias militares y políticas que han concurrido en un suceso de terrorismo que es el más grave que se ha producido allí, en Líbano, desde que en septiembre pasado se desplegaron las fuerzas de la ONU, después de la guerra entre el Ejército de Israel y las milicias de Hezbollah.
Por lo pronto, en primer lugar, está la cuestión referida a la naturaleza del conflicto al que fueron enviadas nuestras tropas, integradas en un conjunto de fuerzas internacionales bajo la autoridad de Naciones Unidas. ¿Deja de ser guerra aquella que se hace contra el terrorismo, por razón de que éste no se corresponde con el tipo de antagonista convencional de cualquier Ejército? ¿Tampoco es una guerra la que se hace “en defensa de la paz” y no para el logro de una victoria?
Los presupuestos políticos y los antecedentes históricos de la presencia militar española en el Líbano, más allá del correlato de intereses internacionales presentes en ese ámbito del Mediterráneo oriental, enturbian la percepción y dificultan el tratamiento adecuado del problema.
¿Es menos bélica la misión a la que están asignados soldados españoles en el Líbano que la que cumplían tropas nuestras en la retaguardia de la guerra en Iraq —asignadas a las tareas de reconstrucción del país y no para hacer la guerra—, cuando fueron fulminantemente repatriadas por el presidente Rodríguez en el curso de una operación por la cual el entonces ministro de Defensa, José Bono, se quiso poner entonces una medalla, a lo que se opuso, con toda la razón del mundo, la vicepresidenta primera del Gobierno?
Más allá del embrollo político y semántico a que lleva la simultánea y programática defensa gubernamental del pacifismo y la asunción por el Gobierno de compromisos militares internacionales en Líbano y Afganistán, donde se libran guerras contra el terrorismo, que al cabo son guerras también, lo que subyace a todo ello es el asunto, tan serio, de si las cosas se hacen bien, como correspondería, o rematadamente mal como parece. Tanto como para, en teoría, generar responsabilidades de distinto tipo y naturaleza.
¿Qué cálculos erróneos sobre los riesgos o que erróneas informaciones sobre las actividades y despliegues del terrorismo islamista en el Oriente Próximo llevaron a la situación, reconocida por el ministro de Defensa, de que el vehículo blindado en el que perdieron la vida estos seis soldados españoles careciera de la necesaria dotación de inhibidores de frecuencias, que en la práctica es el más necesario e imprescindibles de los blindajes?
Alguien tendrá que pechar con las responsabilidades contraídas en ello. Si se está en un conflicto para disparar tiros, se deberá dotar a la tropa de las correspondientes armas. Pero si se está para aguantar el riesgo de que los terroristas disparen o hagan estallar cargas explosivas, será lo propio que además de las armas con que defenderse se les dote con instrumental que impida la activación a distancia de la bomba que espera, cargada en un automóvil o enterrada junto al camino.
No son de este tipo las responsabilidades que puedan eventualmente deducirse de las investigaciones del juez Grande-Marlaska. Aunque podrían correr en paralelo.
jose@javaloyes.net
miércoles, junio 27, 2007
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