lunes 4 de junio de 2007
Partitocracia y terrorismo tienen secuestrada a España
Ismael Medina
T ODOS ganaron en las elecciones del 27 de mayo si damos crédito a las declaraciones de los partidos que presentaron listas. Pero los números lo desmienten Quienes sí ganaron fueron las pantallas del terrorismo nacional-marxista. Y lo consiguieron gracias a Rodríguez y a sus comparsas políticos, judiciales y mediáticos. La conclusión es obvia: sigue perdiendo España. El libro de la periodista Curri Valenzuela "Cien personajes que hunden España" es demoledor. Cien biografías de otros tantos personajes que están en el candelero electoral o que actúan más o menos sumergidos. Es lo que tenemos y lo que, merced a una aberrante ley electoral y la confabulación con el poder de quienes atesoran el dinero, bloquea toda posibilidad de que emerjan personajes y partidos capaces de quebrar la marcha hacia el desastre. El PP canta victoria por sus éxitos arrolladores en plazas fuetes como Madrid, Valencia o Murcia. Y por haber sobrepasado al P(SOE) en 155.991 votos del total nacional. El P(SOE) por haber arrebatado al PP algunas capitales, sea por mayoría, las menos, o por la expectativa de conseguirlas (también en alguna que otra taifa) mediante pactos con minorías ansiosas de poder, tal que en la actual ficción parlamentaria. Y estas minorías, en particular IU, se frotan las manos conocedoras de que Rodríguez está dispuesto a vender lo que sea, menos la memoria de su abuelo, el cual se ha erigido desde la ultratumba en el director de la destemplada orquesta moncloaca. Pero los números engañan aún menos que la famosa prueba del algodón. GANÓ EL RECHAZO AL SISTEMA LA cifra más abultada, con mucho, es las que resulta de la abstención: 12.739.572. A ella han de sumarse los votos en blanco (426.818)) y los nulos (263.093), muchos de éstos calculados o movidos por los etarra-batasunos allí donde sus listas fueron ilegalizadas. En total, 13.429.483. Y aunque se deflacte la llamada abstención técnica, en cuyo porcentaje no se ponen de acuerdo los sociólogos, es innegable que se trata de un consistente voto de castigo a la partitocracia. O si se quiere, de desconfianza hacia la clase política. Un dato relevante puesto que los dos partidos mayoritarios han cosechado cada uno poco más de la mitad de los votos de protesta. La abstención, conviene subrayarlo, ha sido la más alta registrada en todas las elecciones municipales y generales celebradas hasta hoy, salvo las de 1979 y 1991, casi equivalentes. Resulta aventurado especular con el origen de los votos de protesta y a qué partidos han afectado en mayor o menor cuantía. Las cifras revelan que no han variado de manera sustancial los votos cosechados por el P(SOE) y el PP en las elecciones municipales a partir de los comicios de 1995. Y menos todavía en los dos últimos: P(SOE) 7.999.178 en los de 2003 y 7.726.2009 en los de 2007; y PP 7.875.762 y 7.906.064. A escala nacional apenas si se han movido pese a que la abstención fue del 32,3% en 2003 y el 36,14 en 2007. IU está en bajada continua desde que alcanzó su cenit en 1995, convocatoria desde la que ha perdido 1.374.664 votos. De todos los partidos que obtuvieron concejales, solo mejoraron ligeramente PP, PAR y PA. La sorpresa en Cataluña ha sido la irrupción en ayuntamientos de importancia del PxC, un fenómeno de estilo lepeniano que ha irritado a los partidos del tripartito, en particular a ERC. El voto de protesta, en definitiva, ha afectado lo mismo a los grandes que a los pequeños, aunque los mayoritarios en unas y otras circunscripciones se hayan visto beneficiados por el reparto de restos consagrado por la llamada Ley D´Hont. Alguno atribuyen al voto joven el mayor porcentaje de este voto de protesta que algunas taifas, caso de Cataluña y Vascongadas, fue superior a la media. NÚMEROS CANTAN ME acostumbré en mis tiempos italianos de corresponsalía a proyectar las cifras de votos obtenidos por cada partido sobre el censo electoral para valorar su verdadera implantación social. Y creo que merece la pena hacerlo respecto del resultado de las recientes elecciones municipales. Los llamados a las urnas fueron 34.557.330 electores, incluidos los residentes en el extranjero (1.063.876) y los residentes extranjeros en España con derecho a voto (153.405). Frente al 38,21% de la abstención más votos en blanco y nulos, el PP tendría el 22,901% y el P(SOE) el 22,449%. Anoto también los porcentajes relativos a tres de los partidos que tienen la llave de que el P(SOE) pueda gobernar en un buen número de codiciados ayuntamientos, caso de IU con el 3,521%, ERC en Cataluña con el 0,100%, y NB en la muy conflictiva Navarra con el 0,136%. No se me oculta que en unas elecciones municipales los porcentajes deben aplicarse sobre el censo específico de cada circunscripción y por ende son muy variables. Pero habida cuenta de que P(SOE), PP e IU han insistido hasta la saciedad en atribuirles la condición de primarias, estos porcentajes me parecen asaz ilustrativos respecto a lo que pudiera acaecer en las generales. Y sobre todo, en relación con la necesidad imperiosa de adecuar nuestro sistema electoral a los prevalentes en la Unión Europea. Aunque el censo electoral ha crecido desde las generales del año 2000 a las municipales de 2007, no ha sido lo bastante para un expresivo cotejo entre los resultados de unas y otras convocatorias, aún a sabiendas de que en las primeras es superior el arrastre de los partidos que en las de índole local. Pero como unos y otros se empecinaron, insisto, en otorgar a éstas la condición de primarias, considero obligada la comparación: El PP obtuvo 10.321.178 votos en las generales del 2000 y 7.875.761 en las municipales de 2003, mientras que en las generales del 2004 bajó a 9.635.491 y ha conseguido 7.994.084 en las municipales de 2007. El P(SOE) 7.918.752 votos en las generales del 2000 y 7.999.178 en las municipales de 2003, en tanto que en las generales de 2004 se alzó con 11.026.163 votos por las causas de sobra conocidas, y en las municipales de 2007 se quedó en 7.758.093. No comparto el tópico de que el partido vencedor en unas municipales, aunque sea por escaso margen, gana luego las generales. Son otros factores, asaz aleatorios, los que en cada circunstancia deciden los resultados. Pueden producirse en el curso de un año alteraciones de gran alcance que cambien el humor de los electores. La matanza del 11 de marzo de 2004 y su falaz aprovechamiento por el P(SOE) ha de tenerse como ejemplo paradigmático. Y una vez satisfecha mi inclinación al siempre farragoso cómputo aritmético, es llegado el momento de deducir conclusiones. LA FIDELIDAD A LAS SIGLAS SUSTENTA EL DESPOTISMO PARTITOCRATICO LOS números antes manejados confirman que los partidos disponen de un suelo electoral casi inamovible, aunque con el transcurso de los años irrumpan nuevas generaciones y otras se vayan a la tumba. Parece como si la adhesión electoral a un partido fuera un bien hereditario. Puede servir de ejemplo una de la muchas significativas experiencias que en alguna ocasión he relatado. Cuando estallaban por doquier los escándalos de corrupción del gobierno González y se aproximaban las elecciones generales entablé conversación con un enterizo socialista al que conocí en las postrimerías del régimen de Franco. Sugerí que socialistas como él, doctrinalmente fieles a los orígenes del partido y honestos, difícilmente podrían dar su voto al P(SOE). Su respuesta fue: "Ya era hora de que robaran los nuestros". Confirmé que no valen argumentos de razón para los aferrados a unas siglas. La fidelidad electoral a un partido político es un fenómeno que he estudiado en España desde las elecciones de 1931 hasta hoy. Y en las de algunos países europeos. Los cambios electorales los decide, salvo tormentas como las del 11-M en España o el hundimiento del PSI en Italia, el llamado voto del descontento, cuya cuantía oscila entre el 5 y el 15% de los votos atribuidos a los partidos en liza y el porcentaje de las abstenciones conscientes. Una evidencia que en España se ve consolidada por un sistema electoral calculado para la preeminencia del totalitarismo partitocrático. La democracia interna brilla por su ausencia en los partidos, sustituida por una dedocracia que hace asaz problemática cualquier posibilidad de rebeldía. Manda el pesebre presupuestario. NECESIDAD IMPERIOSA DE CAMBIAR EL SISTEMA ELECTORAL ¿HABRÍAN sido iguales los resultados en el supuesto de un sistema electoral como el inglés o el francés? Buscar una respuesta equivale a fantasear. Pero la hipótesis da pábulo a jugosas interrogantes: ¿Cuántos alcaldes emergidos de estas elecciones o de los futuros cambalaches habrían sido elegidos en el caso de elección directa, con segunda vuelta y al margen de las listas de partido para las concejalías? ¿Cuántos de los situados por los partidos en puestos preferentes de las listas se verían desplazados por otros y hasta derrotados de existir un sistema de listas abiertas? Trasladada la cuestión al plano de elecciones generales caben otras preguntas equivalentes a las anteriores. Y alguna más: ¿Cuánto partidos estarían representados en el Congreso de los Diputados si prevaleciera el sistema de colegio nacional y se exigiera superar el 5% de los votos totales? La respuesta es obvia, al menos hoy por hoy: los partidos nacionalistas y secesionistas quedarían descartados y perderían sus posibilidades de chantaje. Seguiremos presos del despotismo patitocrático y de la tensiones centrifugadoras mientras no se sustituya la ley electoral vigente por otra más abierta a la libertad y a la racionalidad. ¿Pero quién le pone este cascabel al gato partitocrático? No se vislumbra esa posibilidad en el horizonte político. No habrá acuerdo entre P(SOE) y PP aunque España se desintegre. Una réplica moderna del viejo caciquismo se reproduce en las taifas de los poblachones de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, cuyo censo electoral lo integra mayoritariamente mano de obra jornalera y sin cualificar. Carece de sentido que en estas taifas sea necesaria la mano de obra inmigrante pese a la alta cota de los índices de paro. Muy pocos de los beneficiarios del PER (en ocasiones varios miembros de una misma familia) acepta ofertas de trabajo una vez cumplidas las 60 peonadas que dan derecho a la mojiganga del PER. Es conocido asimismo que existen ayuntamientos bajo férreo control de la izquierda que certifican el cumplimientote las 60 peonadas sin que se hayan trabajado. Este es el secreto de la prolongada permanencia en el poder taifal de personajes como Chaves, Bono o Rodríguez Ibarra. Su mañas, trasferidas a sus continuadores en el poder, no difieren mucho de las artes de que se valían los caciques de hace un siglo o más. Sólo que aquéllos solían pagar los votos con su propio dinero y lo actuales lo hacen con dinero público. Perdurará esta otra y peculiar desvirtuación de la democracia en tanto no se establezca un sistema relativo al desempleo como el de Alemania o el de Suecia, por ejemplo. NI IDEOLOGÍA NI IDEALES MUEVEN A LOS POLÍTCOS LOS llamativos resultados de las elecciones municipales y taifales en Madrid, Valencia, Murcia o Castila y León tienen una explicación más realista que la habitual estos días en los medios de desinformación, bastante de los cuales, incluidos los bien pagados por el gobierno Rodríguez, exaltan a Ruiz-Gallardón hasta el paroxismo con el propósito de utilizarlo como cuña para dividir internamente al PP. Además de beneficiarse del descrédito de Sebastián y Simancas, Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre no fueron votados, como se nos quiere hacer creer, por representar un centrismo progresista, más izquierda que centro en cuestiones esenciales en el caso del alcalde de Madrid, sino por la eficacia y espectacularidad de su gestión en materia de infraestructuras. Y lo mismo puede decirse de Valencia y Murcia, si bien el PP tuvo en estas plazas y taifas el añadido del malestar colectivo por la política hídrica del arbitrista gobierno Rodríguez y de su ministerio de Medio Ambiente en particular. Existen dos libros de Gonzalo Fernández de la Mora que conviene releer en las actuales circunstancias: "El fin de las ideologías" y "La partitocracia". Las clasificaciones convencionales de izquierda, centro y derecha, lo he escrito muchas veces, se reducen al envoltorio retórico de un revoltijo de intereses y ambiciones de poder, personales y de grupo, metidos en bolsas coloreadas para que no parezcan análogas. Lo que diferencia a unos de otros son los niveles de inteligencia, de formación, de capacidad de gestión, de saber situarse, de jugar al escondite y de atraerse a los poderes financieros y mediáticos, nunca de manera gratuita. Ruiz-Gallardón tiene mucho de todo ello, además de ser diestro en el arte de vender su imagen. No es hombre de partido, sino de sí mimo. ¿Y acaso no lo son la inmensa mayoría de los políticos que nos mangonean? Las ideologías han muerto engullidas por el egoísmo y las conveniencias personales. El personalismo dominador es algo así como la regla de oro falso del sistema partitocrático. No disponemos en España de hombres de Estado, que son los que precisamos, sino de políticos que se amparan bajo unas u otras siglas para satisfacer sus ansias de poder y empacharse de vanidad y, en muchos caos, de algo más mensurable. Si las ideologías han fenecido, antes aún lo hicieron los ideales. Debe haberlos por alguna parte. Pero están encerrados en las mazmorras del silencio. Y difícilmente podrán escapar de ellas en una situación en que la imagen y el dinero les son inaccesibles. RODRÍGUEZ Y EL P(SOE) EN EL CATRE DE ETA-BATASUNA LA "prova d´amore" fue habitual en un periodo de la vida italiana que conocí. El novio exigía de su prometida la coyunda bajo promesa de matrimonio, la cual se olvidaba con frecuencia una vez satisfecho el sexo. Ocurría en ocasiones, sin embargo, que la ultrajada tenía un familia capaz de ejercer la venganza, arma en ristre, aún en contra de la voluntad de la novia engañada. Entonces acudían al notario con sigilo para dejar constancia de que se casaban con forzamiento para luego, si las cosas iban mal dadas, exhibir el acta ante el Tribunal e la Rota y lograr la nulidad del matrimonio. Pues igual le ocurre a Rodríguez. Se avino a la "prova d´amore" que le exigía el terrorismo para acceder al poder y conservarlo y se dejó penetrar una y otra vez en el catre de las negociaciones, con el concurso de Eguiguren, Pachi López, Conde-Pumpido y tantos otros en función de mamporreros, Ternera de notario y eL conjunto etarra-batuno de familia con las armas bien engrasadas. El equivalente al Tribunal de la Rota , sujeto pasivo del engaño, corresponde al electorado. Los terroristas amenazan con divulgar el contenido de las actas y derramar sangre cada vez que Rodríguez aplaza la consumación de una nueva "prova d´amore". No parece que demarrara el intelectual francés que dijo de Rodríguez, por supuesto que en términos políticos, ser más femenino que Segoleme Royal sobre la que, por cierto, también erró su vaticinio de triunfo. Además de insolvente es gafe. No contaba Rodríguez con la "prova d´aamore" en catre emplazado en plaza pública a que le abocarían los resultados de las elecciones en Navarra. Una situación indeseable que él mismo se buscó y de la que saldrá trasquilado se apañe con unos o con otros. No es sólo su problema. Es un gravísimo problema que atañe al ya precario estado de salud de España. UPN mejoró sus cifras electorales, aunque no suficientes para una mayoría estable. Se lo debe al retroceso de su socio CDN, el personalismo de cuyo capitoste, Alli, ha sido desde siempre un incordio y no parece dispuesto a retirarse de una vez por el foro como sería lo razonable y honesto. Puede elucubrarse con la posibilidad de una mayoría holgada si UPN y CDN hubieran presentado listas conjunta. Pero las habas están ya contadas y NB, con la asistencia ofrecida por ANV, su otra cara, tiene la llave del gobierno foral y de la alcaldía de Pamplona. Pero a NB no le basta con la mano roja de sangre de ANV. Necesita imperiosamente del P(SOE) para apartar a Navarra de España y ser engullida por el secesionismo vascongado. Rodríguez esta pillado en su propia ratonera. Si llega a un acuerdo con UPN, como le oferta Rajoy, el terrorismo nacional-marxista, recuperado y recrecido gracias a la insensatez de Rodríguez y su pandilla, volverá a poner bombas y a matar. Y si lo hace con NB, quedará con el culo al aire ante una sociedad que, a tenor de los resultados electorales del 27 de mayo, comienza a volverle la espalda. En el caso de Navarra no le valdrán a Rodríguez las milongas a que nos tiene acostumbrados. Ni tan siquiera le serviría de escudo abstenerse de pactos y dejar que Sanz gobernara en minoría, con el P(SOE) de espectador incómodo. Tampoco en este caso se inhibiría el terrorismo etarra-batasuno. Abundan quienes temen que Rodríguez, tras consultar con el fantasma de su abuelo, y una vez más en éxtasis paranoico, decida arrebujarse en el catre de BN-ANV. Así se desprende de que, ya conocidos los resultados electorales, el sanguinario De Juana Chaos tenga ya el alta médica, se exhiba provocativamente por los aledaños del hospital y se anuncie su vuelta a casa. O que el siempre obediente y nefasto Conde- Pumpido haya ordenado que, a despecho de lo que correspondería legalmente, no se active la causa contra Otegui por exaltación del terrorismo del que ha sido en el pasado parte activa; y del que ha ahora cumple la función de embajador extraordinario ante el "gobierno del Estado colonial español". Los perdedores de las elecciones municipales y autonómicas no han sido lo políticos y los partidos que presumen haberlas ganado. Ha sido España la perdedora.
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