martes 5 de junio de 2007
Patriotismo de nylon
POR IGNACIO CAMACHO
DURANTE mucho tiempo la izquierda creía que el patriotismo es, como escribió el doctor Samuel Johnson en su célebre y furioso arrebato, el último refugio de los canallas, pero el pensamiento débil del zapaterismo le ha restado rigor dramático al asunto para reducirlo a una trivialidad semifolklórica. El patriotismo de Alicia es sólo un reducto de pasiones deportivas que se excita al compás de un himno sin letra, por lo que algunas lumbreras han decidido que conviene dotar a la partitura de un libreto cantable para que masas y jugadores comulguen en un éxtasis banal propio de gala de Operación Triunfo. Como los poetas son gente taciturna y melancólica aficionada a ponerse trascendente y no es cuestión de suscitar debates inoportunos sobre las glorias patrias, los promotores de la parida le han allegado la encomienda a la Sociedad de Autores, en cuyo elenco de letristas hay consumados profesionales del estribillo baladí, como José Luis Perales, Alejandro Sanz o Nacho Cano. Y si se envaran demasiado de elocuencia retórica, siempre quedará Sabina para echarle una pátina de descreimiento al encarguito, no vaya a resultar en exceso solemne.
Pedirle a este Gobierno que crea en el concepto de patria quizá sea una ambición desmesurada, pero cabría conformarse con que respete un poco el de nación y no desencuaderne del todo el de Estado. España es el único país de la Europa próspera que se pasa el tiempo discutiendo sobre su propia existencia, hasta el punto de que la política nacional parece un psicoanálisis de nuestra personalidad histórica. Si al menos fuera pacífico tendría un pasar, pero se trata de un debate exacerbado de ánimos en el que lo único que queda claro es que los españoles somos unos tipos muy cabreados incapaces de ponernos de acuerdo no ya sobre adónde vamos, sino siquiera sobre de dónde venimos y qué diablos pintamos aquí. En estas circunstancias, y con las costuras del país reventadas por la crecida separatista, resulta ridículo inventarse un patriotismo de nylon en torno a una camiseta roja que ni siquiera parece estimular lo bastante a aquellos que sólo se la ponen por dinero.
Para enfriar esta controversia absurda, Mariano Rajoy ha echado mano de la «doctrina Romanones» y ha pedido una comisión parlamentaria, que es la mejor manera de bloquear una sandez tan insigne, porque las Cortes están llenas de señores que no sólo impugnan la idea de España como nación, sino que incluso en el ámbito deportivo reclaman selecciones propias de su terruño. Ahí morirá de inanición esta ocurrencia manifiestamente idiota, que jibariza con levedad irresponsable nuestra más dolorosa polémica colectiva. El problema no es que la Marcha Real carezca de letra cantable, sino que el himno nacional ha quedado reducido a una sintonía de efemérides futboleras y que el vago «la-ra-lá» con que lo tarareamos es el único discurso en que los españoles de ahora mismo podemos estar de acuerdo sin tirarnos a la cabeza los demonios de la identidad histórica.
martes, junio 05, 2007
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1 comentario:
siento no poder leerte, pues no tengo ni idea de ingles, de todas formas muchas gracias por dejar tu opinion
abrazos
Rosanegra
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