miercoles 27 de junio de 2007
El optimismo destructor
POR CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
Zapatero se definió en una ocasión como «optimista antropológico», y tuvo fortuna al hacerlo. Muchos se lo creyeron por que les va la marcha de lo que aparece como «positivo», aunque no lo sea. Así que se dedicó a destruir (familia, educación, valores, tradiciones, Nación...) con la imagen de quien supera dificultades. La fama de pesimistas iba a recaer sobre quienes denunciaran las desgracias que prometen las rendiciones del optimista Zapatero.
En realidad, lo que sucede con este hombre es que, al no creer en nada (más que en el Poder y en el Mal), es capaz de aceptar cualquier peligro social, político y moral con tal de escamotear los esfuerzos que entraña la defensa de unos valores. Enemigo de la civilización europea y cristiana facilitará todo lo que sirva para escapar a lo que puede constituir obligaciones y deberes. Nada debería alarmarnos, a su entender. Que lleguen pateras y se levanten mezquitas. Que se casen los homosexuales y adopten hijos, que las regiones se conviertan en naciones...
Para los zapateristas somos agoreros los que nos oponemos a la destrucción de la patria, la familia, la tradición. En realidad nos califican de apocalípticos a los que tratamos de conjurar los peligros a los que la política socialista nos condena.
Zapatero es el pesimista que convierte la destrucción en victoria y en ese proceso alardea de optimismo. Nos sepultará con el entusiasmo del que nos lleva al paraíso. Laico, por supuesto. Al carecer de creencias, toma las rendiciones por éxitos. Al no creer en España, no dramatiza con su ruptura.
Esta apariencia de optimista hace que se encastille en el silencio cuando los fracasos son estruendosos. Así, cuando ETA revienta la T4 en pleno «proceso de paz», se escapa a Doñana; cuando ETA declara rota la tregua, él se protege con el silencio; cuando mueren militares españoles en el Líbano, él se encastilla en el mutismo. De lo contrario, ¿cómo podría mantener la imagen del optimista si tuviera que discurrir en público sobre el «proceso de paz» y la «alianza de civilizaciones».
Abrir la boca en circunstancias tan negativas sería tanto como chapotear en la derrota, y él no puede permitirse nunca esa debilidad... impropia de un optimista antropológico.
miércoles, junio 27, 2007
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